Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 6 de enero de 2010

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XXXV)


-¿Qué?-pregunté sirviéndole un poco más de vino.

-Quiere que deje la organización.-frunció el ceño.-¿Sabes qué implicaría eso?

-Tu muerte.-respondí.

-Así es, mi muerte. Me matarían si salgo de la organización, aunque tenga contactos en altas esferas. Sé demasiado, demasiado.-murmuró angustiado y apagó su cigarrillo ahogándolo en el vino.

-No vas a morir.-dije intentando calmarlo.

-No temo mi muerte, sino lo que le sucederá a Jasmine si muero.

Se hizo silencio de mis labios. Yo también temía lo que sucedería si muriera, la muerte en sí no era dolorosa ni difícil de asimilar. Lo cruel de la muerte era lo que dejábamos atrás, lo que perdíamos. Todos tememos qué será de los nuestros si faltáramos y nos aterramos al pensar que pueden sufrir demasiado. Kamijo quería proteger a Jasmine, a veces veía sus excesos en cuidar que nada le pasara. Sabía que si el perecía podrían tomar represalias también con su pareja.

La vida de un hombre dedicado a este modo de vida, su modo de vida, es complicado. A pesar de no ser de los más violentos sí era de los que poseía mayor relevancia, y sin embargo nadie en la ciudad sabía que él era quien era. Siempre se mostraba como un hombre de contactos, con personas que le daban espías y escoltas con facilidad. Sin duda alguien bien protegido. Sin embargo, era algo más que un excelente pianista, que un hombre de voz dulce y elegancia extrema.

Kamijo era y no era. Podía ser un agradable amigo y el peor enemigo. Sabía que sus manos estaban manchadas de sangre, pero no hasta que punto, y sin embargo no me importaba dejarle en su regazo a mi hijo pequeño. Él no era mal hombre. Sus crímenes en parte estaban justificados. Tenía contactos en el negocio para decidir cuales trabajos aceptar y no. Él podía permitirse esa excentricidad, pero otros no; por ello era respetado, temido y envidiado.

Trajeron el postre y comimos en silencio. Sus ojos azules parecían más oscuros que nunca, su rostro de porcelana estaba también algo ensombrecido y sus labios estaban mostrando una mueca de preocupación que gritaba su alma y sus pupilas. Tenía ante mí a un niño que tuvo que crecer rápido, que conoció el amor y lo perdió, que supo sobrellevar la perdida y el dolor... un niño que volvió a serlo en un jardín de las maravillas, un pequeño Versailles de fantasía como los cuentos de hadas que les narran a los niños en sus cunas. Él era joven y había padecido muertes horribles, momentos duros con su hermano, y lo único que le hacía feliz junto a la música era Jasmine.

-Kamijo no te pasará nada.-dije tras casi veinte minutos en silencio.-Y si sucediera algo jamás permitiría que a él le pasara nada.-susurré.

-¿Sabes por qué no soy padre?-preguntó sin alzar la vista de su postre.-Porque ya tengo suficientes preocupaciones por la seguridad de Jasmine, demasiadas, para permitirme ser padre y tener que cuestionarme si lo que hago le afectará algún día a él.

-Ahora entiendo el brillo de tus ojos cuando Jun estira tus pequeños brazos hacia ti.-dije con una leve sonrisa.

Kamijo se desvivía por mi hijo. Siempre estaba preguntando por él, siempre aceptaba tenerlo a su cuidado y a veces incluso se molestaba porque lo dejara a cargo de mis hijos mayores o una niñera cualquiera. Realmente él quería ser padre, pero con su mujer no hubo tiempo y con Jasmine era imposible. Sabía que Kamijo no quería un huérfano, no deseaba adoptar, sino que él quería conocer la magia de la espera y el orgullo de tomar a una minúscula criatura en sus brazos. Quería verse reflejado en unos ojos parecidos a los suyos, palpar un cabello sedoso y rubio, y poder decir que sus facciones eran idénticas a las de su padre o a las de él mismo. Son cosas que uno no cuenta, sino que cuenta las miradas y acciones cotidianas.

-Jun para mí se ha convertido en mi ahijado, en algo que tener por minutos y hacerme sentir orgulloso por cada sensación que trasmite su mirada. Ese pequeño es especial Atsushi, no es un niño sin más.-murmuró.-A todos atrapa, al igual que Takumi. Son niños que hacen que te involucres con ellos.-prendió otro cigarrillo y me miró fijamente a los ojos.-He tenido en brazos a otros niños, como Nicolas el hijo adoptivo de Lionel, pero para nada he sentido esa fuerza que ellos trasmiten.

-Sí, Hizaki era así de pequeño y míralo.-comenté después de terminar mi postre.-Hero también albergaba esa paz interna y esa dulzura que aún hoy trasmite. Son niños que no parecen corrientes. Pero de ahí a decir que otros bebés no son así es distinto.-dije con una sonrisa.-Simplemente tienen carácter, tal vez por ello te atraen tanto.

-Sí, creo que es eso. Usualmente tenemos nuestra personalidad formada tras años de arduo trabajo, pero esos niños tienen genio y lo demuestran. Hacía tiempo que no veía a un niño como Jun, tal vez cinco o seis años. Es un niño despierto, con personalidad propia y muy extrovertido.-rió bajo y me miró.-Ese niño parece una copia tuya en miniatura pero sin tu mayor defecto.

-¿Y cual es mi mayor defecto?-pregunté entre asombrado y curioso.

-Tu perversión, dudo que ese niño pueda llegar a canturrear que desea sexo y está en celo.-comentó sin dejar de reír a carcajadas, yo le secundé porque realmente tenía razón.

Por mucha personalidad que tuviera mi hijo y mi nieto, por muy despiertos que parecieran, eran niños. Los niños no viven el mundo de los adultos, sino el mundo de la fantasía y esa fantasía les hace ser inocentes. Incluso los niños que sufren y padecen a lo largo de este nefasto planeta, incluso ellos, tienen su parte de inocencia y pueden llegar a creer en la magia.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt