Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 4 de enero de 2010

Dark City - capitulo 12 - El ojo del huracán (XXXIV)


-Pues fácil. Mañana irá a tu casa uno de mis hombres, un técnico en informática que formateará tu pc borrando todos los datos... incluso los datos fantasmas. Dejándote sólo, únicamente, tus escritos y fotos familiares. Todo por si quieren acceder a emails viejos o tus contraseñas con programas extraños. Tras eso instalará un potente antivirus, antitroyanos, antispyware y cualquier intruso que pueda colarse por la red y por lo que no es la red.-yo asentía, confiaba en él y sabía que no me traicionaría.-Después observará si han puesto algo de rastreo en tu casa, pueden hacerlo sin que te des cuenta y aunque son escuchas que un juez no aceptaría.-se quedó callado y me miró a los ojos.-Lo hacen.

-Pero tú vigilas mi casa.-respondí.

-¿Y? ¿Qué tal si lo instalaron cuando aquel escándalo en tu boda?-esa pregunta me dejó en coma.-Atsushi no seas tan iluso.

-Mi privacidad tirada por el sumidero.-susurré.

-No seas tan neurótico.-comentó tomando mis manos.-Escucha, todo irá bien.

-No soy un neurótico.-le reprendí.

-¿No eres un neurótico que tiene montado un pequeño ejército alrededor de su castillo? Por favor, tu casa parece más una fortaleza que un hogar.-comentó mirándome fijamente a los ojos mientras acariciaba mis manos ásperas con las suyas delicadas, a veces dudaba que fueran las manos de un hombre.-Intentas que nadie lo sepa, ocultas a los escoltas para que nadie lo note y tú hacerte el sordo, mudo y ciego.-sonrió con dulzura y estrechó con firmeza sus manos y las mías.-Tranquilízate nadie te va a quitar lo que has logrado con duro esfuerzo.

-Temo caer un bucle de dolor y miseria. No quiero que mis hijos sufran, no deseo que Phoenix se lamente de haberme conocido y quiero proteger lo que una vez fue mío.-me refería a Megumi, Yutaka, los chicos y Clarissa.-Si les hacen algo por mi culpa, si sufren por mi causa, siento algo en mis pulmones que me saca el aire.

-Lo que vas a sentir es tu próximo infarto, así que cálmate.-dijo apartando sus manos de las mías, para dejarlas sobre mi rostro.-Tienes facciones de diablo, pero el único procedente de los infiernos soy yo.

-Aunque seas un demonio te aprecio.-dije con sinceridad y pude notar como su sonrisa se ampliaba.

-Tal vez con tu amistad me gane la redención.-susurró apartando sus manos de mí.

-¿Crees en Dios?-pregunté mirándole fijamente a los ojos.

-Oui, creo que hay alguien ahí arriba que maneja los hilos de los tiempos pero no nuestro destino. Nosotros elegimos, él nos da ideas y nosotros podemos aceptarlas o no. Las consecuencias de nuestros actos no son causa de juicio alguno, es el pago que merecemos.-comentó con clara sinceridad.-No creo en los mensajeros divinos que se suben a púlpitos y se llenan la boca de hablar sobre el hambriento, pero luego ni lo mira cuando lo encuentra en los peldaños de su iglesia. Creo en mis oraciones, propias y no hechas por otro, y creo en el perdón de todo corazón.

-Ahora pareces un profeta y no un malvado demonio.-susurré.

-El demonio tiene su papel, es un papel importante y Dios lo sabe. Tal vez el concepto de bien no se entendería sin el de mal, ya que es importante tener miedo a algo para portarse decentemente.-dijo observando a lo lejos que llegaba nuestro almuerzo.

-Caballeros.-susurró con marcado acento francés.-Sus peticiones.

Miré mi plato y miré el de Kamijo, me di cuenta que hice una mala elección pues su plato parecía más apetecible. Sin embargo, no dije nada y el camarero se retiró satisfecho.

-Decías que el demonio tiene su papel, todos tenemos el nuestro. Sin embargo, aún con mis cuarenta y tres años no sé cual es el mío.-comenté notando como regresaba con la botella de vino y me servía a mí, para luego hacerlo con mi amigo.-Es algo molesto no saber donde tienes tu lugar.

-Debes mirar la vida como una gran obra de ficción.-dijo con una sonrisa.-Imagina, todos somos personajes de una obra literaria pasada al teatro y debemos de actuar de acorde al papel. Sin embargo, siempre hay cosas que nos desvían e improvisamos.-degustó su copa y sonrió.-Justo como lo recordaba.

-Yo no sé improvisar, los nervios me revuelven el estómago.-mascullé.-Es una sensación extraña, como cuando conducimos por primera vez o tomamos un vuelo. Tengo miedo a tomar malas decisiones y a la vez me precipito demasiado.-di un sorbo al vino y me di cuenta que era excelente.

-Vaya me dices que esos discursos que hacías eran completamente aprendido, incluso cuando Phoenix te ponía contra las cuerdas.-aquello me hizo sonreír recordando viejos tiempos.

-¿En qué estábamos?-interrogué.-Ah, sí que soy un neurótico.

-Eres un neurótico que comerá frío.

Se carcajeó cuando dije aquello y comenzamos a comer en silencio deleitándonos con las exquisiteces de nuestros platos. Realmente era muy buen restaurante. Los platos humeaban aquellas delicias, era todo un espectáculo. Podíamos mirar por la ventana y ver lo cotidiano, el tráfico diario y los transeúntes que ni se miraban a la cara cuando se tropezaban.

Durante un par de minutos no se escuchó nada más que el hilo musical de fondo, un violín acompañado de un piano. Parecía que hacían el amor lentamente como si fuera una agonía placentera. El ruido de nuestros cubiertos y el tintineo de las copas de vino acompañaban a esa maravillosa melodía.

Prácticamente no había nadie en el local, aunque era casi las dos de la tarde y pronto se llenaría. Era un lugar agradable, mucho más que aquel restaurante caro al que solía ir. Tenía un encanto único, algo que no se puede valorar por tenedores o grandes críticas culinarias.

Antes de que trajeran el postre él se quedó mirándome de forma seria y en silencio. No sabía bien cómo calificar esa mirada, luego me daría cuenta que ese era el Kamijo más próximo a la realidad de su alma. Movió lentamente sus manos como si tocara la nueva melodía del piano y sonrió leve.

-Cada persona es una canción que va componiéndose lentamente.-sonrió afable sin dejar de mirarme a los ojos y sin dejar de mover sus manos.-Solía decirlo mi madre cuando tocaba esta melodía para mi padre. Y creo que yo he encontrado a la persona adecuada, sin embargo tengo miedo.

-¿Miedo? ¿El hombre seguro y correcto tiene miedo?-pregunté tras un sorbo de vino.

-Sí, miedo a que se vaya de mi lado y huya.-paró quedándose quieto.-Atsushi jamás he estado con un hombre, le trato con caballerosidad como si fuera una dama y sigo los pasos del protocolo que aprendí de labios de mi padre.-buscó en su abrigo su pitillera y sacó un cigarrillo que rápidamente prendió. Dio una lenta calada mirando los edificios, observándolos como si pudiera palparlos.-Es mi marido, pero a veces temo que piense que no le quiero.-giró su rostro hacia mí.-Nunca he estado con un hombre y estoy aterrado, no sé como comportarme y parece que no le importa. Sé que tiene sus miedos y no sé acallarlos, porque simplemente las mujeres para mí son hermosos jardines. Pero no sé como decirle a él que para mí es el paraíso. Pues aunque se lo diga, él no me escucha.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt