Daniel ha decidido hablar en un artículo sobre las homonas que actualmente adquirimos muchos vampiros. Espero que les agrade el artículo y comprendan que sólo les recordamos la información que ya dimos, pero lo hace desde su punto de vista.
Lestat de Lioncourt
Hay placeres que olvidamos cuando nos
convertimos en Hijos de la Noche, Esclavos de la sangre o Vampiros.
Placeres que quedan atrás como si jamás los hubiésemos tenido al
alcance de nuestras manos, punzando en nuestras nucas, revoloteando
en nuestra mente y alimentándose de una sed que no era de sangre.
Placeres que se catalogan de lujuria.
Cuando somos jóvenes sufrimos
eternamente un deseo insaciable de unirnos con otros cuerpos, de
explorar los sentidos carne con carne, saborear cada rincón de
nosotros y de otros porque está en nuestras hormonas. Pero al ser
vampiros éstas merman, se convierten en meros recuerdos, y la sed
surge con fuerza. No significa que nuestros miembros sexuales sean
disfuncionales, sino que el lívido baja hasta quedar por los suelos.
Llega una etapa vacía, carente de deseo sexual, pero llena de otros
placeres vinculados a la sangre.
Nosotros nos excitamos cazando,
viajando de un lugar a otro coqueteando con la comida, que luego
servimos en callejones oscuros, hoteles de lujo o ascensores. Nos
concentramos en beber un par de tragos o matar al pobre infeliz.
Depende mucho del vampiro, la sed, el lugar y la víctima. Porque
cuanto mayor es el vampiro menos sed tiene y más practica el
sabotaje, caza y captura de una víctima.
Sin embargo, el sexo queda en nuestra
memoria. Se inyecta en nosotros un placer sofocante cuando nos
acercamos a un igual, nos vinculamos con un beso de sangre y sentimos
un amor mutuo. Hasta ahora, hasta hace unos años, éramos así. No
podíamos dejarnos llevar, aunque nuestro sexo hubiese quedado duro
entre nuestras piernas. Ahora, es distinto. Nos hemos convertido en
ratas de laboratorio y conseguido un antídoto.
Fareed Bhansali nacido en la oscuridad
en 1986 logró encontrar la cura hace unos años. Para los hombres
resultó muy sencillo, igual que para las hembras, y lo probó con
Lestat con resultados excelentes. Sólo hay que inyectarnos las
viejas hormonas que nosotros habíamos olvidado, que nuestro cuerpo
dejó a un lado, y al aumentarlas estas nos hacen recordar la vieja
lujuria por la carne, por el pecado carnal, por el placer que hay de
tocarse bajo las sábanas, en una esquina, ascensor, probador o
cualquier lugar donde se pueda dejar que la fantasía llegue, nos
atrape y nos encienda.
Actualmente casi todos los vampiros han
decidido someterse a ésta innovadora técnica. Los laboratorios
siguen indagando sobre la genética de un inmortal. Nosotros ya no
somos el misterio que éramos hace siglos o décadas. Para mí, como
periodista, eso significa un gran avance porque puedo desvelar todo
lo que siempre quise saber. El conocimiento no sólo es poder, pues
también es placer.
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