Antoine y su amor. Digamos que es normal que quiera ayudar a quien le salvó la vida... aunque creo que es más bien a quien ama realmente.
Lestat de Lioncourt
Desearía curar su dolor con mi música pero hay almas que es
imposible de rescatar. Por mucho que me esfuerce su dolor se abre nada más
contemplar los frescos del techo. Parece desear no olvidar el pasado porque le
mantiene vivo o quizás lo suficientemente cuerdo como para no arrastrarse hacia
un bucle de soledad, dolor y pesadumbre. Sus ojos oscuros muestran una luz
opaca terrible que cuando me observan, merodeando los míos, siento que caigo en
el mayor de los infiernos.
Hoy he tocado para él. Suelo hacerlo. Sybelle se fue colgada
del brazo de Daniel Molloy tras una visita fugaz. Benjamín les acompaña
intentando tomar contacto en los palcos con importantes periodistas, pues
siempre está investigando e intentando encontrar la clave de diversos misterios
que se ocultan en las cloacas de la ciudad. Todos tienen sus ocupaciones salvo
yo. Armand inclusive trabaja desde su ordenador revisando sus acciones en
bolsa, indagando sobre nuevos negocios y compra de edificios que pueden servir
para sus intereses privados o públicos. Pero yo sólo toco. Toco el piano y el
violín como hilo musical. A veces me siento encerrado en una caja de música. Sin
embargo, siento que hago algo cuando él sonríe ligeramente y asiente dulcemente
con su cabeza.
Mis dedos se han movido veloces sobre las teclas mientras me
impulsaba y alcanzaba la satisfacción personal. Una de mis últimas obras ha
sido la que ha sonado con mayor belleza y entrega. El nombre que reza sobre la
partitura es “Querubines en el Infierno”.
Armand se ha acercado al piano apoyándose en él. Me ha
observado durante más de media hora mientras me dejaba llevar por el momento. He
podido comprobar que sus ojos brillaban con una pequeña chispa de amor o quizá
cariño. Una chispa que ha encendido la hoguera de mi esperanza. Desearía que
fuese feliz. Sólo pido que sea feliz. Ni siquiera pido que sea gracias a mí. Me
conformaría con saber que una vez en su larga historia ha sido dichoso, sin
miedo a fracasar o sentir que la felicidad se quiebra bajo sus pies.
Él es un querubín que vive en un infierno que se desató sin
que él tocara a la puerta. Es un ave atrapada en una jaula y desea volar libre,
pero ha olvidado sus alas. Tal vez alguien pueda salvarlo. No me importa si mi
amor no logra romper sus cadenas ni curar sus heridas. Mi gran sueño es poder
mirarle a los ojos y ver la libertad tatuada en sus pupilas. Sé que es sentirse
hundido en medio de la oscuridad perdiendo toda esperanza. No quiero que quede
ciego en una marea de dolor donde lleva demasiado tiempo.
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