Siguen los archivos de Talamasca. Lamentamos mucho no haberlos publicado anoche, pero teníamos ciertas contingencias.
Lestat de Lioncourt
Después de aquella larga conversación
en la que todo se volvió más confuso y extraño decidí salir a
caminar. Dejé mi moto aparcada en la acera y metí mis manos en los
bolsillos de la chaqueta. Recordé las noches cuando era humano e
insignificante. Mis conocimientos eran mínimos y parecía más feliz
que ahora. En estos momentos todo era confuso y tenía miedo de saber
qué es lo que podía haber ahí fuera. Cualquier cosa era posible.
Mis peores pesadillas podían hacerse realidad aplastándome como si
no fuese nada. Se suponía que era un vampiro y podía vivir
eternamente, pero Akasha me demostró que eso era falso. En esos
momentos, junto a David y su invitado, descubrí que había entes y
seres correteando frente a mí sin que yo tuviese conocimiento
alguno.
Mis pasos me llevaron a un tugurio
donde me senté en al fondo, eché mi espalda en uno de sus pringosos
asientos y miré la cartelería de viejas películas de acción,
bandas de rock casi legendarias y numerosa información sobre las
bebidas especiales que se servían. Sin embargo si mirabas la
desangelada barra sabías que hacía siglos que allí no se preparaba
un martini, un whisky on the rock o algo que no fuese cerveza.
La camarera se acercó después de un
buen rato. Se movió como un gato por entre las mesas donde algunos
ya habían caído en un alcoholismo severo. A la derecha, cerca de
los urinarios, había una máquina de juegos donde varios intentaban
hacerse con el premio gordo. El escándalo era tremendo entre la
música, los borrachos y la máquina pero mi oído era fino y pude
escuchar claramente sus palabras.
—¿Qué vas a tomar?—preguntó sin
siquiera mirarme. Parecía cansada y harta de estar trabajando allí.
—Una cerveza—respondí.
—De acuerdo.
Nada más marcharse noté la presencia
de David acercándose. Me había estado siguiendo con un montón de
preguntas para hacerme. Sabía que querría conocer cómo me
encontraba después de aquello, pero prefería no decirle que estaba
temeroso y a la vez ansioso por quitarle el velo al mundo. Me gustaba
destruir todo lo que había a mi alrededor conociéndolo y
aceptándolo. Había aprendido que esa era la única forma de no
tener miedo y no caer en un estado mental deplorable.
Cerré los ojos y eché la cabeza hacia
atrás. El murmullo cesó de repente cuando él abrió la puerta. El
local estaba vacío, oscuro y no había nadie salvo nosotros dos. Me
sentí muy desconcertado cuando tiró de mi brazo levantándome con
violencia. Sin cuidado alguno me sacó de allí e hizo que corriera
bajo una lluvia fina.
—¡Pero qué demonios pasa!—grité.
—¡Ese bar se incendió hace años!
¡Ese tugurio hace mucho que está siendo investigado por
Talamasca!—respondió frenando tras más de dos calles.
—¿Qué?—dije quedándome aún más
pálido de lo que ya era.
—Daniel, es una brecha en la
realidad. Ahí murieron muchas personas. Hubo una pelea terrible, con
disparos inclusive, y todo voló por los aires porque afectó a la
bombona de la pequeña cocina donde calentaban los perritos
calientes—explicó—. Una bala atravesó la bombona y todo salió
en llamas. No hubo escapatoria. El alcohol de las estanterías y los
tanques de cerveza hicieron que el fuego se alimentara, igual que las
mesas y sillas que también ayudaron a que todo se consumiera.
Me pregunté entonces en cuantos bares
así había estado o podía llegar a estar. La vida se había parado
en ese lugar destruyendo todo a su paso. La chica parecía cansada
pero ni le vi los ojos. Sólo contemplé la expresión de su cuerpo
que parecía estar harto de cargar con bandejas y no dormir bien por
las noches.
Eché la vista atrás hacia la avenida
que habíamos cruzado. Quería volver para ver con mis propios ojos
el desastre. Necesitaba observar nuevamente cada baldosa y muro de
ese edificio, pero él tiró de mí. David no quería investigar ese
lugar esa noche porque no era algo que le llamase la atención. Él
estaba acostumbrado a lidiar con espectros, pero yo no.
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