Ladrones de cuerpos... según Daniel hay miles. ¡Miles!
Lestat de Lioncourt
El honor es algo difícil de mantener
en estos tiempos. Al igual que es muy difícil no infringir alguna
norma no escrita. Incluso es casi imposible no mentir para no hacer
daño a otros, evitando quizás un sufrimiento mayor. Nos hemos
vuelto unos sibaritas deseosos de manchar nuestras almas buscando el
“Bien Mayor”, pero ¿existe el “Bien Mayor”? Hay quien
codicia la vida de otros, llena de poder y riquezas, provocando que
empiece a manejar hilos para convertirse en lo que desea o sueña.
Sin embargo ese éxito no es demasiado estable y siempre acaba
desmoronándose como una caja de cartón bajo una tormenta.
Muchos para lograr cierto respeto se
dedican a hurtar el trabajo de otros. Son sujetos que por simple
holgazanería parasitan la labor de otros que se han convertido en
hormigas laboriosas, en mentes brillantes que construyen panales por
encima de las nubes o simples roedores que saben que los laberintos
es mejor acabarlos cuanto antes. Se dedican a robar desde simples
fotografías editadas pasando por ensayos, trabajos escolares hasta
llegar a robar identidades completas. Necesitan que otros les
reconozcan un trabajo que no es suyo y que no están dispuestos a
lograr por su esfuerzo, dedicación y aprecio a sí mismos. Por otro
lado hay ladrones que usan la información que logran capturar para
hacer delitos mayores. Miles de personas en todo el mundo son
estafadas a diario por ladrones hábiles que se hacen pasar por
viejos compañeros de clase, amantes, empleados e incluso hijos
ilegítimos. La vida es así y hay siempre parásitos que desean
tener todo a bajo costo para el bolsillo de sus almas.
Hubo un caso especial entre los
nuestros cuando un ladrón de identidades logró que Lestat le
cediese todo. Su cuerpo era su identidad. Su voz, su físico, sus
huellas digitales, sus conocimientos y sus poderes quedaron en manos
de un brujo muy hábil. Las cuentas de Lestat empezaron a ser
saqueadas, su cuerpo se paseaba por caros restaurantes y barcos de
recreo donde conquistaba a pobres ancianas a las cuales también
robaba... joyas y vida. David Talbot tomó parte en el asunto
involucrándose de tal forma que acabó sin su identidad. Actualmente
tiene otro cuerpo que ya ha adaptado a él. Talamasca, la
organización para la cual trabajaba, sufrió una baja terrible y
finalmente fue suplido por un criminal que destruyó parcialmente su
trabajo de años y a un buen amigo.
Actualmente con Internet muchas
personas cometen delitos sin saberlo. Se apoderan de obras de otros y
las lucen como si fuesen propias, también de fotografías de
usuarios de otras redes sociales o de información que usan para sus
trabajos escolares o universitarios. Digamos que Internet es el lugar
perfecto para miles de millones de Raglan James. Muchos de los
afectados pueden que se burlen de Lestat cuando leen su libro, pero
¿están ellos seguros que no han sido tan inocentes como el Príncipe
de los Vampiros?
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