Segunda parte del Archivo de Talamasca.
Lestat de Lioncourt
La vivienda había tenido problemas de
venta porque el padre de la familia se había suicidado días antes
del desalojo. Decidió quitarse la vida tras tomar una gran cantidad
de pastillas, que en un primer momento no le hicieron efecto, y
colgarse del techo en aquella estancia en la que todos compartían
horas de televisión, lectura o conversación en terribles días de
lluvia mientras los niños correteaban de habitación en habitación.
La tormenta se intensificó
convirtiéndose en un viento salvaje que azotaba con furia la ciudad.
Sin embargo, el verdadero caos parecía revolotear por el polvo
acumulado de la estancia. En medio del sonido de la tormenta se podía
escuchar un murmullo. Alguien se movía por la habitación
arrastrando los pies y rezando un padre nuestro al que le faltaban
algunas frases. Daniel era incapaz de ver el espíritu, pero lo
sentía cerca casi respirando al lado de su nuca. David podía
contemplarlo a la perfección.
Era un hombre joven de casi cuarenta
años, corpulento y de ojos oscuros. Las ropas que llevaba era un
pijama simple de color azul marino con botones cuadrados de color
negro. Estaba descalzo y el pelo lo tenía revuelto. Parecía que no
podía dormir. Él era el hombre que se había suicidado en aquellas
cuatro paredes. Su familia no lo vio venir. Nadie de su barrio sabía
las deudas que acumulaba. Para él, un hombre que jamás había
debido dinero, era una vergüenza haberse quedado desempleado y no
poder pagar lo que el banco pedía. No pudo pedir siquiera un
aplazamiento de un par de meses, pues la orden de embargo era firme y
ni siquiera pagando una pequeña porción de la deuda, gracias al
dinero prestado de su padre, evitaba su triste final.
David Talbot se interesó por la
vivienda cuando Daniel Molloy decidió investigarla. Una noche
pasaron frente a la casa deshabitada y los ruidos del interior
llamaron la atención al inquieto periodista. Posiblemente era su
deseo de conocer, comprender y aportar datos lo que había provocado
que estuviese en esa situación buscando dios sabe qué. David rogó
a su amigo que no fuese a investigar solo, que ya irían en otro
momento, pero el joven desoyó a su compañero y dos noches más
tarde se personó en la vivienda derribando la puerta trasera.
La investigación fue rápida. En el
ordenador de su compañero estaban todos los datos necesarios, pero
aún así rogó a un contacto de Talamasca en la zona que le enviara
lo que él poseyera. Sólo tenían un par de referencias más y eran
alarmantes. En ese lugar había existido una finca donde se habían
matado a numerosas personas. Todo el barrio era un semillero de
poltergeist y posiblemente había influido ese hecho. Algunos vecinos
tenían sueños terribles que provocaban angustia, tristeza e incluso
depresión. Varios se habían marchado por incendios fortuitos en su
vivienda que no tenían explicación alguna, otros se fueron cuando
vieron a sus hijos jugar con un amigo imaginario que les pedía que
se dañaran entre ellos y tras un veredicto de un experto decidieron
huir, también el único cura que vivía cerca, debido a la
proximidad de la iglesia, desapareció un día y todavía está
siendo buscado por las autoridades locales aunque su caso ya tiene
más de dos años.
El suicidio de Fred, como se llamaba la
víctima de aquella mala gestión económica, supuso una nota más
para un archivo cubierto por la duda de las afirmaciones de los
vecinos. Algunos datos no habían sido corroborados y otros aún no
eran siquiera descrito salvo por un número de la vivienda, una
referencia breve a la peligrosidad de los hechos y nada más.
David no estaba allí para investigar
sino para arrancar de la zona a Daniel y arrastrarlo hasta donde
estuvieran seguros. Pero el hecho de ver a aquel hombre allí
merodeando provocó que su curiosidad también despegara.
—Daniel, no hagas nada. Quiero que te
quedes quieto—dijo girándose suavemente hacia el viejo inquilino.
David empezó a intentar llamar la
atención del fantasma. Comenzó una conversación trivial y
finalmente logró que este se girara hacia él. El rostro pálido y
demacrado le alarmó. Aquello era sólo un truco de un ser mucho más
poderoso. El espíritu maligno que había estado desde siempre en esa
zona, cubriendo de dolor y desgracia todo, se había apropiado de la
imagen de aquel hombre derrumbado. Posiblemente incluso había
absorbido su energía cuando llegó su hora.
De inmediato sacó una reliquia y la
arrojó al suelo hablando en un idioma desconocido para Daniel. El
sacerdote del Candomblé volvía a hacerse con la situación. La
furia y rapidez de esas palabras parecían balas, pero a la vez
invitaba a bailar de forma desenfrenada a su alrededor. Sacó un
pequeño saco de especias que olían bastante mal mezclada con
cenizas. Arrojó aquello a sus pies y tiró otro amuleto. El espíritu
se agitó con rabia y arrancó algunos de los tablones provocando que
la lluvia penetrara en la vivienda. Los escasos enseres rodaron por
la habitación y la luz se hizo dentro de la casa aunque hacía meses
que no había interruptor alguno que funcionase, pues la compañía
eléctrica había dado de baja sus servicios. Daniel logró ver el
espectro durante unos segundos y lo que vio no fue un afligido padre
de familia. El espíritu ahora era un monstruo sin forma con cientos
de ojos rojos por toda su figura.
El viejo hombre de Talamasca, una de
las creaciones más poderosas de Lestat, sacó de su bolsillo derecho
un frasco de agua bendita y lo arrojó pronunciando esta vez en latín
mezclado con las extrañas palabras, las cuales provocaron incluso
terror en Daniel aunque no las podía traducir, en dirección hacia
la masa oscura que se movía siniestramente por la habitación.
Después de un estallido de energía, de volver a quedar todo a
oscuras, el silencio vino de nuevo en la vivienda. David agarró a
Daniel de un brazo para levantarlo y este a duras penas agarró la
ropa que estaba sobre la silla. Ambos salieron disparados de la casa.
No había eliminado esa extraña
energía, pero durante algunos minutos quedaría consumida por el
ritual que había practicado David. Era sólo una estrategia para
salir de allí e informar a Talamasca que se personara en la zona con
sus mejores hombres.
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