—¿Dónde has estado?—preguntó
incorporándose del sofá.
Había decidido viajar con él a Brasil
nuevamente. Quería conocer de primera mano lo que había sucedido en
sus calles, pero también deseaba contemplar los frescos que había
realizado Marius durante algunos años. Necesitaba contemplar el
dolor y la reconstrucción gracias a la labor de los jóvenes que
habían regresado al lugar que creían su hogar, aunque muchos de
ellos eran extranjeros e incluso de culturas muy diferentes.
Durante varias horas me había mezclado
con la cultura local en los mercados nocturnos donde se vendía de
todo. Los barrios más lujosos tenían aún las tiendas abiertas
cuando inicié mi recorrido, pero me interesaba las zonas más
humildes donde muchos vampiros se refugiaban buscando a los
criminales más buscados porque era fácil deshacerse de sus cuerpos.
Nadie preguntaría por ellos, los buscaría o lloraría. También
porque en esas zonas, algo alejadas de los grandes bullicios
turísticos, había estado pintando Marius en las viviendas
abandonadas por riesgo de derrumbe o porque eran fumaderos de crack
para los drogadictos habituales.
Me marché sin decir nada. Louis creyó
que tardaría como mucho un par de horas, pero había sido casi la
noche completa. Conversé con varios muchachos de tan sólo unas
décadas y me pidieron autógrafos como si fuese nuevamente una
estrella del rock. Me reí al escuchar aventuras que ni yo mismo
había vivido, pero que ellos creían que eran reales y que otros le
habían dicho que yo había contado. Fue bastante agradable descubrir
que alguna de las pinturas de Marius persistían y no habían sido
mancilladas por la acción de otro artista.
—He visitado algunas zonas que habían
sido destruidas por Khayman y sendas revueltas—respondí sacándome
la guayabera que había comprado nada más llegar. Era de lino y
bastante fresca. Un clima tropical como el brasileño siempre me
fatigaba.
—¿Por qué no he ido contigo? No me
has avisado—dijo clavando sus esmeraldas en mí con una rabia
indescriptible.
—Porque nunca has deseado verme cazar
y tú jamás me has esperado. Pensé que...—murmuré.
—¡Pero ahora es distinto! Ya no es
igual...—se acercó a mí rodeándome el cuello dejando que sus
brazos se apoyaran en mis trapecios—. Tengo miedo que algo malo
ocurra.
—¿Qué puede pasar? Amel está de mi
parte. Tanto él como yo hemos estado observando como se está
reconstruyendo algunos grupos de vampiros. Hemos entregado una guía
para no levantar sospechas creada por Gregory y Armand, así como un
paquete de normas básicas elaborado por Marius—expliqué—. No
hay nada malo.
Tenerlo de ese modo me preocupaba.
Posiblemente había asumido ya sus pecados, sus mentiras y el
profundo cambio en las relaciones que ahora teníamos. Ya no éramos
considerados monstruos alejados de la sociedad, introducidos en un
mundo de horrores indescriptibles sin vuelta atrás, y comprendíamos
al fin que podíamos ser tan humanos como cualquier mortal. Sin
embargo, él seguía siendo el más humano de todos en muchos
aspectos y temblaba bajo el simple roce de mi cuerpo contra el suyo.
—Quiero casarme—dijo.
No esperaba esas palabras tan sinceras
y directas. No había buscado una frase sutil que me hiciese pensar
en el matrimonio o no había explicado brevemente su deseo.
Simplemente lanzó el dardo dejándome sin saber qué responder.
—Deseo casarme—repitió de forma
distinta por si no le había prestado atención.
—Louis, me enamoré de ti nada más
verte. Supe que comprometía mi alma, mi tiempo, mi historia y todo
lo que era y sería por la belleza que poseían, y que aún poseen,
tus ojos verdes. Estos ojos que son terriblemente sinceros y
dramáticos, los cuales expresan mil veces más que tus labios que a
veces ocultan la verdad con una sutileza propia de un gato. Te has
convertido en lo más importante en mi vida, en una piedra que
siempre está en mi camino para que tropiece mil veces, y en lo único
que pienso cuando siento que mi vida peligra. Temo morir sin volverte
a ver. Siempre he temido no tenerte a mi lado o no poder ir a
buscarte para que calmes mis demonios. Porque tú, rey de todos los
demonios de este mundo, eres el único que logra alejar los infiernos
de la soledad, el miedo y la desesperanza. No dependo de ti, como tú
tampoco dependes de mí, pero no sabría imaginar un mundo en el que
tú no estuvieras. Dices que si hubiese un Dios yo lo sería, del
mismo modo que sería el único demonio al que rendirías culto.
Pero, ¿no eres eso tú para mí? No puedes imaginarte cuánto te amo
y te necesito, pero creo que una boda es innecesaria—respondí
provocando una mezcla de sentimientos que terminaron siendo
expresados con un llanto silencioso.
Hice que llorara de felicidad y
tristeza. Él estaba seguro que aceptaría una boda. Pero, ¿para
qué? Le brindaba mi compañía y asumí que eso era lo único
importante. Un matrimonio es algo más que una firma en un papel y
eso ya lo teníamos. Incluso discutíamos como tal sin necesidad de
una ceremonia llena de esperpéntica simbología sobre el amor. El
matrimonio no estaba hecho para mí ni para él.
—Eso es un no—dijo apartándose de
mí de inmediato.
—Louis... —susurré—. ¿No somos
un matrimonio? Piénsalo. Hicimos nuestros votos matrimoniales hace
siglos—dije notando que se daba la vuelta para encaminarse a la
puerta. No iba a permitir que se encerrada en el dormitorio de ese
hotel. No iba a asumir mi derrota—. Detente—mascullé con cierta
furia agarrándolo de los brazos por encima de los codos—. ¿Acaso
no ves cuánto te amo?
—Sólo veo que no quieres hacer algo
que me hace feliz.
—Louis, por el amor de Dios, he
jurado ahora mismo estar a tu lado eternamente. ¿Qué más da unos
malditos votos?—pregunté apretando suavemente sus brazos con mis
dedos.
—No lo sé... —dijo rompiendo a
llorar.
—¡Maldita sea! ¡No llores!—gruñí
agitándolo suavemente—. ¡Quieres dejar de hacerlo!
—Siento que no soy tan importante
porque le has jurado amor a tantos... ¿cuántos han sido en las
últimas décadas?—preguntó dejándome mudo.
Era cierto que era renuente en mí
decir “Te amo” con cierta facilidad, pero era porque el amor lo
veía como algo importante en mi vida. Deseaba sentir el amor y el
respeto de cientos, pero había distintos tipos de amor y el suyo era
el único. Podía amar a muchos amigos humanos que desconocían quien
era yo realmente, a compañeros inmortales, a creaciones que había
realizado con suma pasión y necesidad, pero nadie podía comprarse
con él. Louis era mi corazón. Mis latidos eran suyos.
—Quiero ser especial—susurró con
la voz quebrada.
—Ya lo eres—respondí llevando mis
manos a sus mejillas para limpiarlas.
—No me siento especial. Creo que un
día te cansarás de discutir conmigo y huirás de mi lado—se
aferró entonces a mis brazos desnudos buscando quizá refugio—.
Temo que nos convirtamos en Marius y Pandora.
—¿Por qué crees eso? Louis, por
favor...—susurré esperando una respuesta, pero él sólo se aferró
a mí—Louis... dime...—dije abarcándolo con mis brazos mientras
sentía sus lágrimas salpicar mi torso.
—Veo a Rose y Viktor tan cercanos,
con ideas de formar algo más que un camino juntos, y siento una
envidia asombrosa hacia ellos. Quisiera volver atrás en el tiempo y
disfrutar de nuestros primeros años con todo lo que conocemos ahora.
Podría asumir los riesgos de una forma menos caprichosa y dramática,
aprendería más de ti y de tu fortaleza, no te juzgaría como lo
hice y sobre todo, al menos eso creo, sería más feliz—suspiré
escuchando esas palabras tan estúpidas pero a la vez importantes. Me
estaba abriendo su corazón como no hacía en mucho tiempo, pero se
equivocaba.
—Louis, ¿cuántas veces he ido a por
ti? ¿Cuántas veces te he buscado y dado todos tus caprichos,
cubierto tus necesidades y asumido el riesgo de tus celos?—mis
manos acariciaban sus largos cabellos negros enredándose
momentáneamente entre sus ondulas—. ¿Cuántas veces te he dicho
te amo sin necesidad que tú lo dijeras primero? ¿Acaso no eres mi
corazón?
—Pero te he hecho daño... te he
juzgado... —dijo.
—Ah... ¿y yo no? Nadie es perfecto,
Louis. Todos cometemos errores, pero los errores que hemos cometido
juntos los desearía cometer mil veces porque eso nos ha fortalecido
y ha hecho que comprendamos que no somos perfectos—tomé su rostro
entre mis manos le miré a los ojos perdiéndome en ellos, ahogándome
en esos prados tan salvajes y profundos, para luego sonreír como el
idiota que soy—. Si quieres en un futuro podría planteármelo,
pero ahora lo veo tan absurdo... Hay cosas más importantes que una
boda que no necesitamos. El amor no se define por un papel, por un
anillo... si quieres puedo comprarte un anillo de matrimonio y
colocarlo en tu dedo, para que luego tú hagas lo mismo con uno
similar. Puedo hacerlo. Necesitamos papel porque lo nuestro es un
matrimonio desde que yo acepté que te amaba con toda mi alma.
—En el cajón primero de mi mesilla
de noche hay dos anillos de boda...
—¡Louis!—dije entre carcajadas.
Desde aquel día llevo ese dichoso
anillo de aspecto simple aunque en su interior tiene nuestras
iniciales y el año en el cual lo transformé en lo que somos. Asumo
que para para ambos ha sido un alivio. Él ha tenido algo similar a
lo que quería y yo he dejado de escuchar sus quejas al respecto. De
momento me he librado de algo tan tedioso como la palabra
“matrimonio”.
Lestat de Lioncourt
No hay comentarios:
Publicar un comentario