Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 11 de mayo de 2016

Primeros momentos

David tenía razón y hay que mantener la fe en mí siempre. 

Lestat de Lioncourt 




—Siendo sinceros no creo que actúe sólo por impulsos estúpidos. He visto en él una inteligencia profunda y llena de virtudes. Su alma es fuerte y siempre parece fortalecerse aún más ante los grandes peligros, las aventuras más arriesgadas y los problemas más serios. Las dificultades no son nada porque él aprende a adaptarse en cada momento y se alza con el triunfo. No creo que sea sólo un idiota jugando a comprender el mundo. Creo que experimenta con sus poderes por miles de motivos. Puede que alguna vez lo hiciese porque estaba aburrido, también porque se sintiera sólo y deprimido, pero sé que lo ha hecho en varias ocasiones porque intuía que ese era el único camino para encontrar la verdad y remediar el profundo mundo de oscuridad que nos envolvía. De no ser por él todos estaríamos ciegos caminando en laberintos llenos de dolor y miseria—expuso abrazado así mismo mientras miraba por la ventana de aquel moderno edificio de oficinas.

Se estaba sincerando de una forma bastante peculiar. Aunque no sólo abría su corazón y conocimientos, pues también era una forma de proteger y ser amable con quien amaba. ¿Acaso no se ama a los amigos?

—Crees en sus actos como si fueran los de un hombre justo—dijo apoyando los codos en el escritorio. Sobre él estaban las fotografías ampliadas de los últimos desastres. Cientos de vampiros se habían puesto en contacto con Benjamín a través de la emisora de radio. Miles habían enviado vídeos, fotografías, audios y algunos mensajes rápidos gracias a la aplicación de chat y mensajería instantánea que poseía la página. Era increíble que la tecnología los tuviera tan conectados y a la vez divididos. Muchos vampiros desconocían como acceder a dicha información y otros estaban tan acostumbrados a ella que era vital para su día a día en aquellas largas noches.

—No digo que sea justo—respondió.

—Pero crees que son dignos de alabanza—murmuró apoyando su frente en sus manos cerradas en forma de rezo.

—Tampoco—dijo girándose hacia él.

Su piel aún era ligeramente oscura, pero algunos de sus rasgos faciales habían cambiado. El cuerpo había tomado la forma de su alma. Cada una de sus células se habían adaptado como si fuera un guante o una funda a medida. David Talbot, quien fue el hombre más importante en la Orden de Talamasca, ahora parecía un joven con ciertas raíces hindúes pero nada más. Sus modales y su forma de hablar eran cien por cien británicas, así como su forma de actuar la de un hombre maduro pese a sus grandes inquietudes hacia todo lo que era la eternidad y la supuesta inmortalidad.

—Entonces, dime.

—No lo comprenderías porque tú quieres vengarte de él todavía. No asumes el dolor que causó en tu vida por la ruptura brutal de tus creencias como si no fuera nada.

Había visto como su rostro se ensombrecía cuando hablaba de los días, oscuros y terribles, que habían vivido juntos. Lestat simbolizó una luz cegadora que arrasó con todo lo que le sostenía dejándolo huérfano de nuevo, perdido y solo.

—Él también es mi amigo—susurró.

—Él quiere serlo, ¿pero tú se lo permites? Te ama. He visto amor en sus ojos cuando te ha mirado. Sufre por ti—dijo aproximándose a la mesa para quedar frente a frente.

Armand se incorporó echándose hacia atrás en el sillón ejecutivo. Aquella inmensa sala de reuniones era perversamente fría. Sólo el hermoso cuadro que había en la pared contigua, cerca de la gigantesca puerta de doble hoja, daba algo de calidez a la sala revestida de madera con suelo de mármol negro. Los muebles eran robustos, pero escasos y simples en sus formas. Se mostraba como un joven ejecutivo que había heredado esa empresa de su tío. Nadie había visto a su tío en décadas, así que nadie podía sospechar que eran el mismo.

—Felicidades, yo sufro por él—siseó.

—No de igual modo, Armand—reprochó con una suave sonrisa.

—Es un peligro. ¿Cómo nos va a ayudar? Piénsalo. Siempre está metiéndonos en líos. Siempre buscando la libertad y romper todas las malditas reglas tan necesarias para nosotros. No comprende nada. Sólo piensa en él y como mucho en Louis.

La realidad era simple. Armand seguía amando profundamente a Lestat y sufría el no haber podido ser compañero suyo, aprender de él su forma valiente y decidida de afrontar las cosas. No era capaz de ser tan valiente porque su moralidad, la impuesta en otra época, le hacía dudar entre si hacía lo correcto o no. Lestat no veía línea alguna entre el “bien” y el “mal” porque todo era creado como los números fueron creados por los hombres, las letras y las partituras de las más hermosas sinfonías. Todo era creación del hombre y el hombre podía decidir si trasgredía sus normas o no. ¿Y ellos no eran hombres? Pues así era Lestat. Él era un hombre que rompía las normas sociales de todo tipo.

—Ahora todo es distinto. Está desaparecido desde hace más de una década, ¿no te has planteado que algo ocurre?—preguntó.

—Sí, que vivimos mejor si ese idiota—dijo ocultando la verdad.

Armand sufrió cuando Lestat quedó catatónico en aquella capilla. Lloró por él amargamente mientras se aferraba a unos y a otros, pero jamás dejó que David escribiera tales cosas en sus memorias. Sólo habló de la rabia y sufrimiento que le daba verlo allí tirado como si fuese un despojo.

—Armand...

—Creo que en el fondo sólo quiero pensar que todo está bien—admitió—. Temo descubrir que todo lo que ocurre es porque estamos a punto de morir. Hay una guerra ahí fuera, necesitamos unas reglas y un Mesías. ¿Pero él será el Mesías? ¿Será capaz de liderar la batalla y llevarnos a la victoria? Ni siquiera sabemos quién es el verdadero enemigo.

David se llevó las manos a los bolsillos de su taje de tres piezas, sonrió maravillado por la confesión que le había ofrecido aquel querubín eterno y le guiñó. Él sabía que Lestat todo lo podía. La fe que tenía hacia su viejo amigo, su camarada y padre inmortal, le hacía ser optimista. Además, había aprendido a ver el lado bueno de las cosas gracias a ese intrépido y extraordinario vampiro.


—Lestat es el rey de los imposibles, Armand.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt