—¿Sabes lo que sentí durante años?
Vacío—dije escuchando como las olas llegaban a la cálida y fina.
Podía oír las burbujas de la espuma explotando antes e hundirse,
por completo, el agua en la arena. Pero, lo que podía escuchar bien,
era los pies de Louis por la arena, hundiéndolos suavemente, con la
clásica elegancia que siempre estaba manifiesta en él.
—¿Vacío?—preguntó con aparente
sorpresa.
—Un vacío terrible que anidaba con
fuerza en mi pecho—respondí.
—¿Por qué vacío?
Sus ojos esmeralda brillaban de forma
iridiscente. La noche nos abrigaba en aquella playa, alejándonos de
las luces brillantes de la ciudad y su murmullo, dejándonos a solas
con el brillo de las estrellas y el destello de su mirada. Admiraba
su belleza mejor en soledad, cuando podía comprender que no
exageraba al recordarlo.
—¿Alguna vez has cumplido tus sueños
y alguien, sólo por una estúpida venganza, te lo ha arrebatado
todo?—pregunté con una sonrisa melancólica.
—Lestat...
Ambos habíamos sufrido una gran
pérdida, pero durante mucho tiempo creíamos haber muerto el uno
para el otro. Como si ese amor, el que nos profesábamos, fuese lo
único vivo. Un amor que durante un tiempo creíamos que era odio, al
menos él lo creía. Yo sabía que no podía odiar a Louis.
—No sólo tuve que arrastrar sobre mi
sucia y cruel alma, tan retorcida y que tú bien conoces, la muerte
de Claudia—hice un inciso para aproximarme a él, tomándolo del
rostro—.También tuve que cargar con la tuya, Louis.
—Quizá lo hizo porque creyó que
necesitaba ser libre—replicó—. Yo también creí que tú...
—Maldito seas, maldito seas... ¡Cuán
inocente puedes ser!—dije algo exasperado, si bien no aparté mis
dedos de él y él tampoco lo hizo.
—¿Por qué dices eso?—dijo.
—Armand es un animal herido, el cual
ataca defendiéndose contra cualquiera. Él jamás me perdonará
haber acabado con su reinado en mitad de la oscuridad. Según él le
arrebaté todo, pero en realidad sólo lo liberé. Entonces, cuando
fue al fin realmente libre, se percató que nunca había tenido nada.
Sólo tuvo miedos y desesperación acumulándose en cada rincón de
su alma.
Oh, explicar lo que era nuestro viejo
compañero, ese infeliz muchacho eterno, era difícil. Pocas veces
era capaz de expresar o describir lo que sentía, menos para poder
hacerlo con él. Seguía viendo un monstruo con un hermoso rostro de
niño del coro, como si fuese un ángel reverenciado, pero que
ocultaba tras sus ojos castaños la crueldad de un anciano. Había
sufrido demasiado, jamás conoció el amor puro, y comprendió que
para la mayoría es un capricho que puede ser tomado, usado y
abandonado.
—Pero tú dijiste que nosotros te
habíamos intentado matar—bajó la mirada, colocó sus suaves manos
sobre mis muñecas e intentó, sin mucho afán, apartar las mías de
él.
—Sí, pero era porque tenía la
esperanza, la estúpida esperanza, de tenerte de nuevo a mi lado
junto a ella. Ya me encargaría yo de castigaros...—al fin logró
apartarme, pero antes que pudiese pasar medio segundo lo tenía
aferrado de nuevo. Me había agarrado a su marcada cintura, para
luego estallar—. ¡Erais mi familia!
Me eché a llorar, él también. Ambos
llorábamos como dos idiotas en aquella imagen idílica de una playa
al sur de este país de supuestas libertades, las cuales no son más
que una ilusión.
—Lamento no haber visto tu amor en
aquellos días, estaba ciego—murmuró rodeándome con sus brazos.
—No, no estabas ciego—dije—. Sólo
te encontrabas confundido, pues no eras capaz siquiera de asumir lo
que eres. Eres un vampiro, Louis, pero aún tienes un alma demasiado
humana. Los humanos cometen errores terribles día a día.
Besé sus mejillas, la comisura de sus
labios y su frente. Fue un acto de amor, pero también de
nerviosismo. Quería saber que él, mi Louis, estaba ahí y que no
era sólo uno de mis locos sueños.
—¿Y tú no posees alma
humana?—preguntó aferrándose al cuello de mi blanca y pulcra
camisa.
—Sí, pero sé superar ese conflicto
recordándome que debo sobrevivir—respondí—. Tú te hundes, como
una piedra en el lago más profundo, esperando que alguien te
recupere—confesé en un murmullo.
—¿Y ahora qué se supone que debemos
hacer? Akasha está muerta—apoyé mi frente sobre la suya mientras
hablaba, y le miré perdido en la belleza de sus ojos. Él había
dicho una certeza. Akasha ya no volvería, no estaría ahí
destruyendo el mundo. Ahora debíamos hacer algo, lo más lógico era
acercarnos los unos a los otros, pero la mayoría se detestaba y ni
siquiera sabíamos si sólo éramos nosotros los supervivientes.
—Quédate a mi lado—dije al fin—.
Durante unas noches estaré escribiendo el final de La Reina de los
Condenados, pero luego podemos ir donde tú quieras.
—Jesse dijo que...—balbuceó.
—¿Qué dijo?—pregunté con
impaciencia.
—Ella vio a Claudia, Lestat. ¿Y si
Claudia espera reencontrarse conmigo?
¡Locuras! Eran puras y absurdas
locuras para mí. Si Claudia era un fantasma posiblemente querría
venganza contra ambos.
—No hagas tonterías, amor mío.
Él podía imaginarse cuánto le
quería, pero en realidad no alcanzaba siquiera a la mitad de mis
sentimientos. No podía imaginar un fin entre ambos. Deseaba
protegerlo desesperadamente. Louis era todo para mí. Siempre ha sido
todo para mí. Imaginarme una vida sin él era vivir vacío.
Lestat de Lioncourt
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