NO ABRAS
PARTE I
Sentado frente al televisor comencé a
ver la masacre que ocurría al otro lado del mundo. Observé como un
gas silencioso se llevaba la vida de decenas de personas, donde casi
una treintena eran niños, y entonces comprendí la furia intensa que
había en Akasha. Ella, tan poderosa, frente a un pequeño televisor
que escupía terribles masacres en otros puntos del mundo, diciéndole
que todo aquello era lo que el ser humano actual creía correcto y
que lastimosamente nadie detenía. Era lógico que se alzara para
aplastarlos como si fueran insectos asquerosos que destruyen sus
cosechas.
Amel gimió de dolor. Pude apreciar que
todo aquello le horrorizaba. El mismo espíritu que una vez azotó a
gran parte de los vampiros, la mayoría jóvenes, logrando que los
más antiguos destruyeran vidas inocentes. Ese mismo. Gemía de dolor
ante las imágenes que la televisión nos mostraba.
Me llevé las manos al rostro
absolutamente horrorizado. Temblé de pies a cabeza y eché mi cuerpo
hacia atrás. Estaba tan consternado que no sabía cómo aceptar todo
lo que veía, pues era tan terrible que deseaba creer que era una
película o un error. Pero no. El error era esa guerra, como tantas
otras que azotan aún otros lugares escondidos en África, y Francia
estaba participando en ella. No lo hacía porque hubiese sufrido el
“terrorismo” de cuatro fanáticos, sino porque habían sido
colonia después de la II Guerra Mundial y habían osado ser libres.
Ahora requería de nuevo ese espacio para los hidrocarburos. Todo era
el petróleo.
Giré mi rostro hacia un pequeño
calendario que Rose había hecho con hermosas instantáneas de cuando
era una niña, añadiendo algunas de Viktor, antiguas de Mojo y
varias de Louis. Era un hermoso regalo demasiado práctico que no
dudé en colgar en un lado de mi sala de descanso. Observé la fecha
y suspiré. Ya era casi pascua. La Semana Santa comenzaba en unos
días. Pronto miles de personas recordarían a su mártir y
entonarían canciones, vítores y consignas por un hombre que fue
injustamente condenado. Muchos de ellos odian ahora al diferente,
tienen miedo al musulmán, y señalan Siria como un foco de
terrorismo radical. La mayoría se ha olvidado de la guerra santa
emprendida por los cristianos, de la expulsión de musulmanes y
judíos de tierras españolas despojándolos de todo, de la
humillación que se hizo con ellos al obligarlos a ver reducido su
territorio en el conflicto de Israel y Palestina, y otras tantas
cosas que no tienen disculpa.
Sentí que volvíamos a la época
medieval, esa que ni yo mismo viví, donde se castigaba al musulmán
e incluso a quien tenía rasgos árabes. Se decía que era un infiel,
se le condenaba a ser expulsado como se expulsan a muchos
indocumentados y se les humillaba o aniquilaba. Igual que en aquellas
épocas se usaba el fuego ahora se usa un gas silencioso. Las guerras
por fe pasaron a ser guerras por petróleo, pero se camuflan bien y
la ciudadanía estúpida lo cree de ese modo.
Entonces unos golpes en la puerta. Unos
que hicieron que me incorporara de inmediato. Nadie llamaba así y
menos a esas horas. Louis tenía llave de ese pequeño apartamento en
París. Era su propio refugio. Habíamos decidido trasladarnos
algunas noches a la ciudad, pero él se había marchado porque quería
revisar varias de sus empresas en persona.
Un olor vino a mis recuerdos y agitó
aún más a Amel. Este no hablaba, sólo farfullaba palabras
ininteligibles debido al dolor de las imágenes de guerra. Sin
embargo, habló pronunciando un nombre que me heló la sangre:
Memnoch.
—Memnoch. No abras. Es Memnoch.
Aunque él puede entrar en tu morada sin que lo atiendas—dijo
sorprendido y asustado.
PARTE II
Me sorprendió que Amel pudiese saber
quién era. Había intentado por todos los medios que me
proporcionara cierta información sobre lo ocurrido en aquellos días
tan aciagos. No logré nada. Él decía que no podía confirmarme que
fuese un espíritu tan fuerte, o incluso más, que él. Por mucho que
busqué en viejos libros e informes de Talamasca no hallé nada. Sólo
había una carpeta minúscula en uno de los archivos online de la
Orden. Allí había algunas imágenes de la capilla donde decidí
descansar, sendas indicaciones de lo ocurrido en días posteriores y
reseñas al libro que también podía adquirirse de manera gratuita
en diversos enlaces.
Ese monstruo surgido de mis pesadillas
y cavilaciones juveniles ya no me impresiona o aterroriza. Únicamente
me desconcierta. Aquella noche sentí que todo podía tener un final
cierto y decidí encaminarme hasta la puerta.
Al girar el pomo y tirar de esta hacia
mí encontré a un joven de aspecto similar al que una vez conocí.
Sus cabellos eran más claros, su tez algo más rosada y parecía que
tenía un rostro algo más viril. Había cambiado su imagen, pero la
esencia la sentí idéntica. Tragué saliva mientras él me observaba
en silencio. No sabía si era por decoro o porque todavía rumiaba su
presentación a esas horas en mi vivienda.
—No lo dejes pasar. No lo invites.
Aunque él lo hará de todas formas, pues ya lo conoces—susurró
Amel.
—No, no lo conozco—dije en voz
alta—. Sólo conozco lo que él ha querido venderme.
—¿Ahora soy un vendedor a
domicilio?—preguntó socarrón sin perder detalle de mis
facciones—. Eres más fuerte y eso resulta muy atractivo para
mí—confesó estirando su brazo derecho hasta mi cuerpo, para alzar
un poco su mano hasta mi rostro y palpar mi mejilla—. ¿Recuerdas
mi discusión con Jesús?
—Con el supuesto Jesús—indiqué
sin apartar sus dedos. Parecían reales, pero ya había estado con
otros espíritus que parecían de carne y hueso. Pude ver en él
cierta luz y poder que en aquellos días, en los cuales no me fijaba
tan detalladamente en esas cosas, no vi.
—Vengo para conversar—dijo.
—La última vez dijiste eso y
quisiste retenerme en tu supuesto Sheol—contesté dando un paso
atrás.
—Hay más guerras, más hambre, más
pobreza, más miseria, más dolor, más angustia y un nuevo líder.
Un líder que podría solucionar todo con un golpe maestro sobre la
mesa—indicó—. Vengo porque quiero que cambies a otros. La vida
te ha cambiado sustancialmente. Ya no eres el mismo. Tienes nuevos
poderes y mayor sabiduría. Has aumentado tu potencial y miles de
vampiros en todo el mundo te adoran como si fueras un dios—susurró
entrando en el apartamento y cerrando la puerta.
Tal como dijo Amel pasó sin que lo
invitara. Miró los cuadros, admiró cada trazo y sonrió para sí.
Después deslizó sus ojos por las distintas estanterías repletas de
libros y se dio cuenta que era un apartamento pequeño, pero
sencillo. Un lugar acogedor para pasar los días ensimismados o
ensoñando en cada pequeño mundo que es uno de los cuidados
ejemplares que Louis conservaba desde hacía años.
—Conversemos entonces—dije.
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