Esperanza de cáscara amarga,
fe intacta en una humanidad
destrozada, pueril y sucia,
la cual es pura ruindad.
El resplandor del crepitar del fuego
habla de tu gran fragilidad
y de recuerdos que no han sido borrados
ni en París ni en esta ciudad.
Dame tu mano, por favor.
Deja que te bese en los labios.
Permite que llore en tu regazo.
Abrázame, fuerte por última vez.
Y la luna sigue brillando en Bourbon
Street.
Louis, ámame una noche más.
Más allá de mis pecados
porque hasta el mismísimo demonio
alguna que otra vez ha amado.
Nueva Orleans fue nuestro paraíso,
Luisiana nuestra revolución
y París la tumba fría
de nuestro mutuo corazón.
Por mucho que me arrodille,
te hable de amor y perdón,
sé que nunca podrás olvidar
lo que causó mi “Don”.
Y la luna sigue bailando en Bourbon
Street.
Lestat de Lioncourt
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