Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 27 de marzo de 2008

Sangre y Circo




Este texto está un tanto manipulado, pero es lo que llevamos haciendo en mi foro Vampiria y quiero dejar constancia aquí. El tema está en el coliseo y se llama como el título de la entrada. (Si hacen click en vampiria les llevará al foro)


Mi personaje es Dominic, el cual lleva en su interior el alma de su padre y la suya propia. El vampiro de mi pareja es Sión, el de una gran amiga Leila y el resto son compañeros de foros u otros medios que los introduje en el mío con sumo gusto (menos Evans u.u" )

Acababa de descubrir la verdad, yo no era un mestizo sino un puro como tantos otros. Pero no cualquier vampiro puro, sino el hijo del primer hijo de Lilith y de su tercera hija. Aquello me hizo temblar, llorar de rabia y desear morir. La que creía mi tía y subordinada a Sión, mi tío, era mi verdadera madre. Todo lo que había sucedido me hizo comprender demasiadas cosas. Aquella dama me había tratado con dulzura, casi cae a mis pies con ese muñeco de trapo casi destrozado por su antigüedad, y por alguna extraña razón su aroma me hacía sentirme completo.

Me encontraba encadenado en una celda, fuera podía oler la arena del coliseo y observar como destrozaban a Evans. ¿La verdad? Damihus era descomunal y él un bichito asqueroso. Los observaba con detenimiento y cada golpe del amante de mi madre me hacía sentir vivo.

-¡Mátalo!-clamé.-¡Que me bañen luego con sus sangre!-gemí descontrolado cuando pude husmear aquel tinte rojo en los labios del tambaleante, patético y destrozado pelele que le habían regalado. No es que odiara a Evans, pero era la realidad más cruel.

-Calma, calma.-susurró mi padre internamente.-Estoy deseando saber cual será la cara de tu tío cuando sepa que eres un puro, un descendiente único de Lilith.-su voz era más gruesa que nunca, más agradable y más severa. Una mezcla increíble que me excitaba. Era mi padre un puro, mi maestro, y yo era un igual. Jamás sería rebajado por mi nacimiento y mi madre aún vivía.

Sentí que alguien entraba en la habitación, era Sión. Él estaba engalanado para la ocasión, yo estaba desnudo y expectante. Mis ojos brillaron y una sonrisa malévola surgió de mi rostro. Cerró la puerta y se acercó para golpearme, pero mentalmente hice que no lo lograra.

-Que encanto, digno de un mediocre.-mascullé rompiendo las cadenas para flotar en el aire como si fuera la mismísima imagen del corazón de Jesús.

-Yo no soy mediocre, ni inferior a ti.-comentó con calma observándome minuciosamente.

-Tito Sión te creía más listo.-susurré haciendo emerger de mí una luz brillante.

-No puedes derrotarme.-respondió con una sonrisa.-Además creí que me amabas.-rió a carcajadas creyéndose el Emperador de Vampiria o de la mismísima Roma.

-Amaba tu superioridad, que me pudieras proteger de una forma brutal y a la vez poderme aplastar. Sin embargo, ahora tú eres el insecto que yo puedo destrozar con solo un chasquido de mis dedos. Soy del mismo linaje que tú, tan puro y poderoso que me deberías de besar los pies. Si bien pensándolo bien, preferiría otra clase de favores.-me eché a reír sarcástico y cruel.

-Tu madre era humana, deja de creerte un Mesías.-su ceño se frunció

-Mami Leila te diría que no, pero como jamás la escuchaste ni la escucharas.-hice morros como un niño enfadado o quizás que le prohíben un dulce. Pero en realidad era un gesto irónico, tan cínico que él sabía bien que me burlaba con total brutalidad hacia su persona.

Intentó abofetearme pero me zafé del golpe, otra vez.

-¿Eso es lo único que puedes hacerme?-pregunté arqueando una ceja tumbado sobre el techo.

-¡Evita decir esas cosas de mi hermana!-gritó posicionándose a mi lado.

-¿A sí? No seré su único hijo, Damihus es un buen semental.-susurré en sus oídos.

-¡Mientes!-tras sus gritos de terror, de miedo a perder a su “hermanita”, yo sólo podía hacer una cosa reírme en su cara como nunca.

-Me pregunto cómo se llamará mi hermanito, espero que sea un chico me encantará jugar con él.-murmuré con malicia.-Mamá seguro que escoge uno hermoso.-sus ojos eran llamaradas.

Sacó su espada y la clavó en mi mente, mi cicatrización instantánea solo era posible si yo era un puro.

-¡Que genial! ¡Sión me quiso hacer pupita!-hice un puchero falso señalándole.-A mamá iras.-reí fuerte haciendo temblar la habitación. Saqué su espada de mi vientre y me moví rápido. Mi piel se hizo parte del arma y nada más salir desapareció aquella sutil roncha, una espada de casi un metro.

-¡No puede ser!-su espada cayó al suelo y yo me relamí los labios.

-¡Ahora serás mío! ¡Soy puro y puedes ser mi amante! ¡Mi perro faldero!-reí tirándome sobre él.

-¡Apártate!-gruñó, pero mi fuerza era superior a la suya.

-No quiero.-dije en sus oídos en un tono suave.-Te amo.-mi voz era melosa, la de un animal en celo.

-¡Apártate!-clamó temblando.

Me aparté y me senté en la paja que me habían otorgado como cama.

-Así que es cierto.-una lágrima cayó por mi rostro rodando por mi piel con toda la crueldad de la amargura.

-¡¿Qué?!-bramó.

-Que no me amarías aunque fuese puro.-era lo que solía decirme mi madre para apartarme de él. Me encogí abrazándome a mi mismo. Mi mirada quedó perdida y me sentí idiota.

-Él no te merece.-susurraba Belial bajo mi cráneo.

-¡Y tú si! ¡Y sí te lo mereces!-grité golpeándome contra la pared.-¡Por supuesto! ¡Tu eres el gran Belial y yo un simple Mesías para que se encargara de tu trabajo!-temblé lleno de cólera.

La mirada incrédula de Sión hacia mí me rompió en dos. Me tomó de mis brazos exhaustos, por las cadenas, y me zarandeó.

-¡Belial! ¡Háblame desgraciado!-yo comencé a llorar aún más fuertemente y caí inconsciente en sus brazos.

Al despertar estaba frente a todos con una capa roja de rey clásico, una corona de espinas y un bastón de mando. Habían recreado la escena de Pilatos, la que habían hecho con el Nazareno y eso me hizo temblar cayendo al suelo de rodillas. Mis manos agarraron terrones de tierra, mi mirada se alzó al cielo y un grito descomunal surgió de mi garganta.

-¡Padre! ¡Madre!-me hallaba desnudo frente a un público impaciente. El cuerpo de Evans estaba en un lado de la arena, mutilado, aunque vivo. Un vampiro puro jamás muere, jamás con un corte tan insignificante aunque fuese su cráneo. Probablemente no sabía levantarse sin su cabeza sobre los hombros.

-Decidme, ¿es este vuestro Mesías?-dijo con rostro esquizofrénico Sión.-¿Este que llama a sus padres como un niño pequeño? ¿Este que no toma la espada? ¿Este que se dejó apresar? ¡¿Es este?!-bramó entonces el público jaleándole. Había varios de mis amigos, por no decir todos, en las gradas confundidos entre los puros. Sena miraba incapaz de reaccionar, como Aeolian o cualquier otro. Las salidas habían sido selladas y mi amado, mi adorado, Shun, ahora ante todos sin su máscara, me arrojó una espada.-Lucha, lucha con todas tus fuerzas pero hoy morirás.-su tono de voz no fue alzado más de la cuenta, pero llegó a mí.

Mi madre lloraba sin cesar y comenzó a gritar pidiendo clemencia. Como pudo bajó hasta mí y me abrazó, comenzó a besar mi rostro y pidió disculpas por sus pecados.

-¡Es mi hijo! ¡No es un mestizo! ¡Por favor Belial, quítale ya el conjuro! ¡Quítaselo!-gritó agarrada a mí. Yo no podía mirarla, no sabía como abrazarla o agradecer aquel apoyo. Tan sólo acaricié su vientre y noté a mi hermano en su interior.

“Se hará lo que tú desees esta vez” una voz emergió de mi consciencia y comencé a flotar en el aire para gritar de manera descomunal. Todos me observaron y al bajar, aparentaba ser el mismo, sin embargo mi físico era aún más parecido al de mi padre y pude comprobar que incluso mi cruel enemigo lo notó.

-Esta guerra es entre mi padre y tú, es todo por tu egoísmo y tu falta de inteligencia. Él quiso tener un hijo para ambos, tú pensaste que simplemente te fue infiel como tú siempre has sido. Pides mucho y no otorgas nada. Has matado a cientos, te han matado a cientos, por unos estúpidos celos. Mírate, me das pena, eres peor que un niño enrabietado frente a un juguete caro.-mis palabras fueron serenas; el coliseo había callado, y todo lo que decía llegaba a todos como un susurro, pero llegaba.

-Jamás me habían ofendido así.-sus puños se cerraron.-¡Jamás!-espetó observando a su hermana.-¡Cómo pudiste Leila! ¡Cómo!-dijo en un intento de comprensión, aunque creo que era más furia contenida.

-Esta guerra es entre tú y yo, más bien entre mi padre y tú, pero antes que pudiera conversar contigo le asesinaste brutalmente.-clavé mis ojos en él, unos ojos verdes igual que los que una vez poseyó mi padre.-Eres la vergüenza de tu clan, de todos los vampiros a lo largo de la historia.-él tembló y pareció comprender. Bajó del palco y apartó a mi madre que no cesaba en llorar. Damihus nos miraba indeciso, pero la tomó de la arena y la abrazó.

-Vas a morir.-comentó empujándome para hacerme caer en la arena. Yo simplemente me alcé y me quité la ropa que él me había otorgado.

-Ave Belial, los que van a morir por ti te saludan.-dije en tono calmado, aunque todos mis amigos comenzaron a reír ante aquello. Tenía humor negro, ellos me conocían y sabían que iba a durar un buen tiempo luchando contra aquella bestia. Tomé una de las espadas que había en el suelo, una Espada de Vampiro.

Comenzó la pelea y él se deshizo de su capa, me miró con ira y frunció el ceño. Inició el ataque y yo sólo coloqué la espada frente a su rostro evitando el golpe. El choque de nuestras espadas se volvió frenético, la rapidez de nuestros movimientos hacía imposible que un humano los captara. Aeolian golpeaba sus puños contra sus rodillas al no poder acceder a nosotros, mis acciones eran justamente la de un uno contra uno. Me arañó el brazo y mi herida sanó al instante, yo a él el vientre pero lo mismo sucedió. Duramos casi una hora con aquellos ataques, y jadeamos un instante observándonos, cansados y necesitamos de un respiro.

-Eres Belial, tus movimientos y todo tú lo demuestra.-me dijo con un tono neutro, aunque pude escuchar un resquicio de amargura.

-No, soy su hijo, tu sobrino.-alcé mi espada e hice un movimiento rápido girándola en el firmamento para luego saltar a por ella y atacarle. Hice que su espada cayera al suelo y sonreí.-Me sería tan fácil matarte, pero deseo que sufras mayores humillaciones.-Yo seguía desnudo y él vestido, sin embargo no era a eso a lo que me refería. Sino al dolor, a ser desterrado.

-¡No podrás!-gritó intentando levantarse pero el cansancio se lo impedía.

-Con lo fácil que hubiera sido amarme como yo te amo, haber seguido juntos y haber llevado la paz a este lugar. Con lo hermoso que era mi sueño de una vida juntos, placeres y poderes repartidos unos con el otro. Fidelidad, esa que desconoces, y perdón, esa que ahora no te puedo otorgar.-una lágrima bañó mi rostro y me aparté de él.-Sin embargo, lo haré. Aeolian me enseñó, junto a mi padre, que si te atacan porque se sienten heridos no tienen la culpa, el ser humano es un animal irracional y cuando le dañan se revuelve contra todo. Y nosotros, por mucho que te pese somos humanos. Tan humanos como ellos, simplemente tenemos más poder, pero los sentimientos y reacciones son los mismos.-tiré mi espada y les miré a todos.-¡No le voy a matar! ¡No voy a seguir con esto! ¡Yo Dominic Hijo de Belial, nieto de Lilith, e Hijo de Leila, hija de Lilith, no lo mataré! ¡Le perdono! ¡Perdono sus ofensas y espero que él pueda perdonar la mía! ¡Haber nacido!-clavé mi mirada llena de amargura en él. Deseaba besarlo, abrazarlo y decirle que mi amor seguía impoluto hacia él. Sin embargo, él se alzó y me clavó la espada.

-Idiota.-murmuró sacándomela. Yo me revolví y se la quité, clavando la espada en su corazón.

-Tu pulso está paralizado.-un hilo de sangre emergió de la comisura de su boca y ello me hizo sentirme poderoso, pero a la vez débil.-Pero no te voy a matar, así tan sólo reaccionan los inferiores.-mustié sacándosela dejándole a todos con ganas de más. Sin embargo, puros y no puros jaleaban mi nombre.

-¡Eres el rey de reyes!-una voz gritó de entre el público, de entre las sombras, de entre todo el coliseo, era mi padre y él lo hacía desde mi interior.



Gracias por su lectura,


Lestat de Lioncourt.

1 comentario:

[♠†Morrigan Of Lioncourt†♠] dijo...

Bonjour.
Me ha parecido sumamente interesante tu blog, me ha encantado tu forma de escribir, me gustan tus personajes, escribes magnifico. Y las imagenes, el fondo, y la canción de Mago también. Por que no te pasas por mi blog para que estemos en contacto? Aunque no se que tal te parezca mi blog... Bueno, eso...
Un placentero gusto haber dado con usted.
Au Revoir.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt