Cumpliendo los caprichos de Romanus, ya que en unos días es su cumpleaños, le he hecho este pequeño obsequio por nuestros siete meses y por sus 23 años. Espero que disfrute de la lucha de este maldito pelirrojo que me recuerda demasiado a su personalidad, no cabreen a Romanus...sino puedes morir.
-Iori te crees muy bueno, pero eres una escoria.-
Aquel charlatán de Kyo me tenía harto, durante todo el enfrentamiento no cesó de vanagloriarse. Deseaba destrozarle, como habitualmente hacía, aunque quedáramos en un empate. Me puse en posición y mis cabellos rojizos se movieron pegándose a mi frente otra vez, todo por culpa del sudor de la pelea.
-Vamos Iori, es para hoy.-
Su maldita y descerebrada risa retumbaban en mi cráneo, como si estuviera en un campanario y las campanas sonaran a la vez. Era un estúpido, y mi entretenimiento favorito era destrozar a los que secretan superiores a mí. Nadie en este maldito y descerebrado mundo, nadie, era superior a mí, Iori Yagami.
-Está bien, no es bueno demorarse frente a las señoritas.-iba a comenzar todo con mi Kototsuki In, estaba demasiado lejos para
-Es divertido jugar, pero ya me estoy cansando.-
Genial, encima decía jugar. Me quería calentar, hacer que perdiera los papeles y así mostrarle mis debilidades. No estaba dispuesto, tan sólo me mordí el labio hasta hacerlo sangrar, para luego conseguir, en un momento de debilidad, batirlo cayendo sobre él.
-Me cago en tu puta madre, Kyo.-le golpeé una vez más en su vientre y luego me alcé con velocidad hacia el aire, para patearle, pero se movió.
-¿No sabes que es feo recordar a las madres de otros?-
Deseaba destrozarlo, despedazarlo, por su comportamiento. Estaba más imbécil que nunca, además de fanfarrón y aquí el dios de la lucha era yo. Le miré con los ojos llameantes de cólera, había conseguido lo que quería y seguramente estaba satisfecho.
-¡Venga!-grité apretando los dientes, deseando de ver como la sangre cubría el asfalto.
Se agachó y ya sabía que iba a hacer. Quería golpearme desde abajo, con la técnica Shiki Oniyaki. Eso era una estupidez, no lograría nada. Salté hacia arriba, cayendo sobre su espalda y le di una patada giratoria en su cabeza. Hice que cayera, pero se levantó con mayor rapidez.
-¡Hijo de perra!-
Ahora el cabreado era él, alcé una ceja y luego sonreí.
-Gracias, pero aquí la perra era tu madre.-me volví a posicionar esperando su ataque, ahora estábamos a la par.
Durante horas estuvimos luchando. Los puñetazos, las patadas, los insultos e incluso mordeduras por mi parte. Nada, todo seguía igual. Ambos estábamos tan sólo con los pantalones, nos habíamos liberado de la ropa para poder luchar. Tenía pegada a mi cuerpo sangre de ambos, junto a moretones que serían marcas de esta guerra.
-¡Ríndete ya!-
¿Rendirme? ¿Estaba soñando ese cabrón? Por encima de mi cadáver, no pensaba rendirme y antes que hacer tal deshonra me pegaría un tiro. Le miré colérico y escupí a un lado, para luego asentar bien mis pies inclinando mis rodillas.
-Me rendiré cuando tú mueras.-respondí arrugando la nariz, apretando mis dientes, dándome una imagen de animal furioso.
-¡Hoy lo harás!-
Gritó corriendo hacia mí, alzó una pierna y yo la paré con mis manos, una mía fue a su espinilla e hice que cayera. Un grito estremecedor surcó el aire y se despegó de mí, cayendo a varios metros. Al levantarse estaba cojo, además de cansado al igual que yo.
-¿Decías?-una nueva sonrisa en mis labios, ya quedaba poco.
-Tiempo muerto.-
¿Tiempo muerto? ¡Venga ya! No iba a darle tiempo muerto, aunque quería un cigarrillo. Echaba de menos darle una calada a uno, para templar los nervios y después destrozar el cuerpo de aquel pelele.
-De acuerdo.-respondí sentándome en el suelo, sacando un cigarrillo mientras le miraba fijamente.
Cojeó unos metros y se sentó pegado a un muro del edificio. Estábamos en una fábrica abandonada, la pelea había sido una cita suya y yo únicamente había acudido a sacudirle encantado.
-¿Por qué carajo hiciste eso?-
Preguntó rabioso mirándose la pierna.
-Tú y yo somos enemigos, esto es una pelea y yo te quiero muerto. ¿Me expliqué?-pregunté dándole una calada honda. Aquello me había sentado demasiado bien.
-Lo sé, pero cojones.-
Parecía una niña llorica, no iba a permitirle las ofensas y ahora se quejaba. Éramos contrarios en ideas, además que ya me tenía harto. Había llegado la hora del Apocalipsis, solo saldría vivo uno de aquel lugar.
-Deja de llorar, levántate, ya acabé el cigarro.-dije posicionándome. Él hizo lo mismo mirándome con furia.
-No lloro, ¡No soy un puto marica!-
Me eché a reír tras oír aquello.
-No es lo que me han dicho.-murmuré agarrándome el paquete.-Seguro que eres una buena perra, ¿me lo demuestras?-pregunté con malicia.
-Prefiero más metérselo a zorras como tú.-
Me eché a reír aún más si cabía. Si alguna de mis esclavas lo hubiera escuchado seguramente no estaría vivo, un tiro certero le hubiera volado la tapa de los sesos.
-Continuemos.-con velocidad corrí hacía él, lo tumbé de un rodillazo en el estómago y él expulsó sangre por la boca. Su mirada se perdió en la lejanía, pero consiguió reponerse al golpe y darme un puñetazo en la boca. Mi labio sangró una vez más en esa pelea, no era la primera vez. Sin embargo, conseguí deslizarme hasta su espalda, agarrarlo y aplastarlo contra el suelo. Golpeé un par de veces su cabeza y quedó inconsciente.
“Game Over”
Otra vez esa maldita voz, no entendía porqué diablos siempre aparecía.
-Levanta.-dije tirando de él hasta dentro del edificio.-No voy a matarte esta vez.-comenté como si nada.-He tenido piedad.-la verdad es que simplemente se me habían quitado las ganas. Y aquello era peor que un gatillazo en medio del sexo. Miré a Kyo y sonreí.-Hasta parece inteligente cuando está callado, en fin.-me puse un cigarro en los labios, lo encendí y le di una calada bien honda.
-Ojala te mueras de cáncer, cabrón.-
Se había despertado y como era de esperarse estaba molido. Yo también lo estaba, pero se notaba menos.
-¿Quieres uno?-pregunté tirándole la cajetilla a la cara.
-No, a saber donde los tenía guardados.-
Para colmo eso, encima que le ofrecía uno y no me quedaba con todo como un egoísta. Que tendía mi mano de supuesta amistad hacia él, para colmo, se ponía chulo y me escupía a la cara su estupidez.
-¡En los huevos! No te jode el mierdecillas este.-dije cerrando los ojos, para echar hacia atrás la cabeza, de repente el olor a tierra mojada abofeteó mi nariz. Comenzó a llover, fuerte, mientras que entre las ranuras caían pequeñas gotas empapando el suelo del lugar.
-Tendremos que quedarnos aquí.-
Prendió el cigarro y me miró con una sonrisa.
-Pensé que me querías muerto.-
-Te quiero muerto, lo que pasa es que como animal de compañía también eres bueno.-respondí con una sonrisa sacando una barrita energética del bolsillo. Desde hacía unos días llevaba algunas, por si el hambre apretaba y no había nada abierto.
No entiendo porqué comenzó a besarme. Su boca se pegó a mis labios, devorándolos, mientras su lengua inspeccionaba el lugar como si yo se lo permitiera. Pero, en realidad lo hacía. No tenía sentido. Se puso sobre mí y tiró de mis manos el cigarro, la barrita y él hizo lo mismo con el suyo. Sus brazos fueron sobre mis hombros, para luego moverse sensualmente sobre mi entrepierna.
-Para otras cosas también soy bueno.-
Susurró en mi cuello y me miró con picardía, como si buscara que hiciese algo para aceptar lo que hacía.
-¿Qué haces?-pregunté apartándolo.
-Pensé que quizás…-
Estaba confuso, se podía notar. Silenció sus palabras sin terminarlas y se levantó, para ir hacia fuera donde caía una tormenta intensa.
-Pensaste mal.-Me levanté caminando hacia él, le tiré al suelo y le arranqué los pantalones.-Pero ahora tengo una erección y no están las chicas con las que salgo, así que vas a tener que hacer tú algo.-dije separándome para bajar mis pantalones.
-¿Ahora sí? Vete a la mierda.-
Estaba jugando conmigo, pero no se lo iba a permitir.
-¡No!-gruñí tirando de él, llevándolo a rastras hasta una columna. Lo pegué ahí y abrí sus piernas. Introduje un dedo y lo moví girándolo, masturbando aquella zona tan delicada.
-¡Para!-
Aunque lo gritara, en realidad quería más. Su miembro estaba endureciéndose más y más, además sus nalgas parecían querer que entrara en él.
-Ya no.-respondí besando su cuello, para sumergirme en su interior. Fuerte, desafiante y con un placer inmenso al notar el calor de su interior.
-No pares.-
Jadeó en voz baja y se movió buscando mayor contacto. Quería que fuese más rápido, incrementé mi ritmo hasta llegar a un movimiento constante y profundo.
-Más.-
Los gemidos se multiplicaban. Sus manos se aferraban a la columna, sus piernas temblaban y la que tenía dañada apenas podía sujetarlo. Su boca estaba abierta, como sus nalgas, expectantes de placer. Y mi miembro entraba una y otra vez en su interior, rozando sus paredes internas, a una velocidad de vértigo. Pronto paré y salí, rocé su entrada con mi glande y sonreí esperando respuesta.
-¡No pares!-
Parecía que lloraba, era una súplica sincera hacia el placer que le arrancaba.
-No pararé.-dije besando sus hombros y la cruz de su espalda. Me movía rápido, su miembro rozaba la columna y su rostro también. Pronto vi como eyaculaba y yo salí de él para arrodillarlo.-Toma.-manché su rostro, lo dejé regado con la muestra de mi placer. La lujuria me había llevado a derrotarlo en un campo distinto a la lucha.
Minutos más tarde estábamos bajo la lluvia, sin importarnos que nos estábamos empapando, y totalmente vestidos. De nuevo la furia asesina volvía a mí y me preparaba para un nuevo ataque.
“New Game”
Otra vez esa voz en off, algo que estaba continuamente en mi mundo.
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