este video no lo hice yo, pero me encanta. Felicidades Raku!
Este es para mi otro Louis, (mi hijo/a a quien aprecio y es una excelente amiga)
Entré en la sala y dejé la tarta helada en el frigorífico. Estaba creada con sangre y condimentos especiales. Sonreí malévolamente mientras me relamía preguntándome si le gustaría el sabor de aquel dulce. Me senté en el sofá, con las luces apagadas y los globos junto a las pancartas escondidas. Sonó las llaves y me froté las manos. Entró como siempre, sin pararse en mi presencia y alicaído. Al encender la luz todo apareció de golpe y yo frente a él.
-Feliz cumpleaños Louis, Feliz cumpleaños mi niñato…feliz cumpleaños a ti.-dije tirando de sus mejillas y luego besé su frente llevándolo hasta la mesa.
-Lestat, lo de niñato sobraba.-murmuró moviendo inquieto los dedos sobre la mesa.-Yo te dije que no quería ningún regalo, ni uno, pero insistes. ¿Qué puedo hacer contigo?-frunció el ceño y puso sus brazos sobre el mantel. Sus labios estaban en una mueca de ligera molestia y sus ojos eran como los de un niño, realmente sí quería un premio a mis bromas pesadas y a mis insultos continuos, aunque tan cariñosos como el primer día.
-Nada, sólo quejarte y patalear. Pero yo hago lo que quiero, soy Lestat y no tengo reglas.-dije caminando a prisa hasta la cocina. Saqué el pastel y coloqué la vela.
En un abrir y cerrar de ojos la luz se hizo más tenue, y aquel adorno de cumpleaños parecía brillar con mayor intensidad.
-¿Tengo que soplar? ¿Pedir un deseo?-estaba emocionado, en realidad se hacía el duro pero era un blando.
-Soplar.-así hizo y tras esto tomó con un dedo un poco de aquel pastel.
-¿Qué tal?-pregunté intentando averiguar si le agradaba.
-Tiene un sabor familiar, pero no sé a qué.-entrecerró los ojos y me miró.-¡Ratas! ¡Maldito enajenado mental! ¡Me lo tienes que recordar siempre! ¡Odio tus reproches! ¡Te odio!-empezó a tirarme de la ropa y zarandearme, agarrándome fuerte de la garganta y yo me reía.
Casi me mata, pero me libré por la llegada de los demás. Entraron uno a uno dejando sus regalos en preciosos envoltorios de brillantes colores, el mío fue la fiesta y un poema. Él parecía satisfecho, aunque de vez en cuando me miraba con odio gritándome mentalmente “Maldito cabrón, ya te pillaré a solas”
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