El agua caía estrepitosamente por la ciudad, los nubarrones cada vez eran más oscuros y la mañana parecía noche. Los relámpagos iluminaban cada estancia de aquel edificio. Los cristales se habían roto por culpa de un trueno y el agua limpiaba las viejas baldosas, también lo hacía la hojarasca y un frío demasiado invernal para principios de otoño. Tras las puertas, las cuales se abrían y cerraban por culpa del aire, parecían escucharse gemidos.
-Libérame de este tormento!-era la voz de una mujer.-Libérame!-tras el angosto y oscuro pasillo apareció una dama vestida de blanco con las manos ensangrentadas. Parecía que le costara caminar, tras ella un joven con un hacha de grandes dimensiones que le cercenó la cabeza haciendo que rodara hasta tus pies.
-¡Yo te liberaré!-grita aquel joven con ojos coléricos corriendo hacia donde te encuentras. Tu corazón bombea rápido, no piensas, únicamente huyes y tropiezas pero cuando vas a sentir aquel frío acero…ya no está. No sabes dónde ha ido o si lo que has visto es real. Dudas de ti, comienzas a reír y una ráfaga de agua te empapa haciéndote levantar mientras te cortas con algunos cristales.
-Idiota.-susurras entre risas, unos cristales no es nada comparado con la cabeza lejos de tus hombros. Ríes y comienzas a caminar con una falsa autosuficiencia.
-Señor.-murmura una chica en una esquina, te hiela la sangre pues su oso de peluche es igual al que una vez tuviste de pequeño. Ese que adorabas tanto, aquel que perdiste en este mismo lugar. Lo abandonaste tras curarte de una larga enfermedad, decían que había sido un milagro y poco después aquel incidente en el hospital. Ahora has vuelto, has vuelto diez años después con una estúpida idea. Pensabas que aún se encontraba allí y ella lo tiene, lo mece entre sus brazos y tú como un niño caminas iluso. Si bien tu cara se descompone, su rostro está acuchillado y manchado de sangre, su cuello está algo cortado…pero te dices a ti mismo que son ilusiones, que allí no hay nadie y vuelves a creer que todo es tu imaginación.-Señor.-camina hacia a ti.-Ayúdeme.-suplica entre sollozos y el loco otra vez, otra vez ese ser que hace añicos su cuerpo y vuelves a correr en la dirección contraria, sin saber bien hacia donde vas.
-¡Joder!-gritas y maldices mientras rezas. Por primera vez en mucho tiempo tienes fe en Dios, hace tanto que no ruegas que has olvidado el padre nuestro. Tus ojos están llenos de lágrimas, no hay luz, la tormenta prosigue, el edificio parece venirse a bajo, las voces de enfermos clamando perdón y tú corriendo hacia las mismísimas tripas del infierno. ¿Pero dónde vas? ¿Lo sabes? No, no sabes nada. Hay tantas cosas que desconoces que te atormentan demasiado. Vuelves a caer, tropiezas entre cuerpos mutilados y siente la sangre caliente entre tus dedos. Son vísceras, lo sabes. Ese hombre ha matado a todos, recuerdas los titulares…la mutilación de cadáveres del depósito, los enfermos y el equipo médico. Casi todos murieron, luego el incendio…¡El incendio!. Huele a gasolina y empiezan las llamaradas frente a tus ojos.
-Dios no está aquí, hijo.-susurra el joven del hacha.-únicamente encontrarás al demonio.-su sonrisa, su risa, sus ojos entornados y…dejas de sentir.
Cuando te das cuenta te hallas protegido por tus brazos, como si fueran un escudo impenetrable, al principio del pasillo y todo comienza de nuevo.
Bienvenido al ciclo continuo en el espacio-tiempo…
Debiste hacer caso a tus amigos y novia…
¿Dónde estás ahora?
--------
Disfruten de la noche de brujas
Lestat de Lioncourt
-Libérame de este tormento!-era la voz de una mujer.-Libérame!-tras el angosto y oscuro pasillo apareció una dama vestida de blanco con las manos ensangrentadas. Parecía que le costara caminar, tras ella un joven con un hacha de grandes dimensiones que le cercenó la cabeza haciendo que rodara hasta tus pies.
-¡Yo te liberaré!-grita aquel joven con ojos coléricos corriendo hacia donde te encuentras. Tu corazón bombea rápido, no piensas, únicamente huyes y tropiezas pero cuando vas a sentir aquel frío acero…ya no está. No sabes dónde ha ido o si lo que has visto es real. Dudas de ti, comienzas a reír y una ráfaga de agua te empapa haciéndote levantar mientras te cortas con algunos cristales.
-Idiota.-susurras entre risas, unos cristales no es nada comparado con la cabeza lejos de tus hombros. Ríes y comienzas a caminar con una falsa autosuficiencia.
-Señor.-murmura una chica en una esquina, te hiela la sangre pues su oso de peluche es igual al que una vez tuviste de pequeño. Ese que adorabas tanto, aquel que perdiste en este mismo lugar. Lo abandonaste tras curarte de una larga enfermedad, decían que había sido un milagro y poco después aquel incidente en el hospital. Ahora has vuelto, has vuelto diez años después con una estúpida idea. Pensabas que aún se encontraba allí y ella lo tiene, lo mece entre sus brazos y tú como un niño caminas iluso. Si bien tu cara se descompone, su rostro está acuchillado y manchado de sangre, su cuello está algo cortado…pero te dices a ti mismo que son ilusiones, que allí no hay nadie y vuelves a creer que todo es tu imaginación.-Señor.-camina hacia a ti.-Ayúdeme.-suplica entre sollozos y el loco otra vez, otra vez ese ser que hace añicos su cuerpo y vuelves a correr en la dirección contraria, sin saber bien hacia donde vas.
-¡Joder!-gritas y maldices mientras rezas. Por primera vez en mucho tiempo tienes fe en Dios, hace tanto que no ruegas que has olvidado el padre nuestro. Tus ojos están llenos de lágrimas, no hay luz, la tormenta prosigue, el edificio parece venirse a bajo, las voces de enfermos clamando perdón y tú corriendo hacia las mismísimas tripas del infierno. ¿Pero dónde vas? ¿Lo sabes? No, no sabes nada. Hay tantas cosas que desconoces que te atormentan demasiado. Vuelves a caer, tropiezas entre cuerpos mutilados y siente la sangre caliente entre tus dedos. Son vísceras, lo sabes. Ese hombre ha matado a todos, recuerdas los titulares…la mutilación de cadáveres del depósito, los enfermos y el equipo médico. Casi todos murieron, luego el incendio…¡El incendio!. Huele a gasolina y empiezan las llamaradas frente a tus ojos.
-Dios no está aquí, hijo.-susurra el joven del hacha.-únicamente encontrarás al demonio.-su sonrisa, su risa, sus ojos entornados y…dejas de sentir.
Cuando te das cuenta te hallas protegido por tus brazos, como si fueran un escudo impenetrable, al principio del pasillo y todo comienza de nuevo.
Bienvenido al ciclo continuo en el espacio-tiempo…
Debiste hacer caso a tus amigos y novia…
¿Dónde estás ahora?
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Disfruten de la noche de brujas
Lestat de Lioncourt
1 comentario:
Hola, me llamo Almudena y he estado leyendo tu blog y es muy bueno.
Estoy montando con unos amigos una libreria para adultos en internet y si tienes algún relato nos encantaría contar contigo.
Por supuesto seria todo legal con contratos y copirigth y todo eso.
Si te interesa mandame un mail y empezamos a hablar
almudena.ewel@gmail.com
la pagina es www.alas-mariposa.com
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