Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 28 de marzo de 2009

Dark City - Revoluciones Internas (Capítulo 4 parte Ia XXVI)


Mi tio tiene una chaqueta igual... ha jurado dármela... creo que cuando la tenga tendré un orgasmo. Me gusta como viste Atsushi, salvo en el video publicitario de C-DIOSS... que cosa más horrenda de ropa ¿mataría a su estilista?



-Atsu, por favor, no hagas ningún comentario sobre mi hermano.-susurró.

-No quiero que se acerque a mi hijo, lo quiero lejos.-dije serio aunque aún con la cabeza puesta en las palabras de Uta, era imposible no quedarse pensativo ante lo que había dicho.

¿Me amaba aún? ¿Cómo antes? ¿No había disminuido la intensidad? ¿Realmente podía hacer que alguien perdiera la cabeza de esa forma? Durante años pensé en él, en lo mal que había hecho todo. Fui infiel con mujeres y con hombres cuando bebía, me acosté con Megumi la cual solo me ataba a ella un fuerte vínculo de amistad y complicidad, y para colmo seguro que había estado al lado del bebé que se hizo mujer frente a sus ojos. Seguramente él había aguantado tanto por lo que una vez me contó, él creía que el primer amor era el único y puro, era por le que había que luchar toda la vida.

-Atsu…¿me escuchas?-preguntó moviéndome un momento, haciendo que reaccionara.

-Sí, sí.-susurré acariciando su rostro con una sonrisa leve.-Simplemente pensaba en todo lo que ha sucedido hoy, ha sido excesivo.-en realidad meditaba las palabras de Uta, tanto las de hacía unos minutos como las que había dicho en el cuarto del bebé.

Miho era mi hija, mi pequeña, y no había podido verla crecer. Si a ese sentimiento se le sumaba el dolor de no poder volver a amar a Uta, de no poder hacerle dejar de llorar de algún modo, hacía que me sintiera mal. Amaba a alguien, a Phoenix, y no pensaba dejarlo a pesar de que él se merecía ser amado y no llorar por un amor de hacía más de dos décadas.

-Debes estar agotado, yo lo estoy.-besó mi mentón y tomó al pequeño.-Voy a llevarlo a su cuna.-dijo con una sonrisa en sus labios y mientras lo veía marchar hacia el cuarto del bebé me quedé pensativo.

Me preguntaba qué hubiera sucedido si no me hubiera marchado, si hubiera matado a mi padre y lo hubiera ocultado todo como un accidente. Quizás me hubieran atrapado, como muchos de mi banda que terminaron en prisión o muertos por sobredosis. Pero seguramente hubiera seguido con Uta y hubiera conocido a mi única hija, todos los demás eran varones y eso la hacía especial. No me percaté cuando volvió, únicamente lo hice cuando me abrazó recostándose sobre mi pecho.

-Descansa.-susurré besando su frente mientras acariciaba su cuerpo con cierta dulzura. No quería perderlo, en ese momento me di cuenta que era lo único que iba medianamente bien en mi mundo.

-Tú también.-murmuró medio dormido, cosa que me hizo sonreír porque me causó ternura. Lo arropé y acomodé bien sus cabellos, por mucho que dijera que los estaba perdiendo era una pequeña manía el tocarlos. Si un día se quedaba sin ellos tendría que buscar otra.

Medité durante toda la noche miles de asuntos y en pocos llegué a un acuerdo conmigo. Dejaría los cigarrillos de una vez, al menos reduciría el consumo. Respecto a Uta lo trataría como siempre e intentaría que el resto lo pasara bien en la reunión. Sobre Seth hablaría largo y tendido con Phoenix para que lo llevara a un centro de rehabilitación. Pero sobre el tema Clarissa no sabía qué más hacer, al igual de cómo acercarme a Miho sin que esta no me rechazara.

Quedé dormido y en pocos minutos apareció Uta gritando que ya tenía el desayuno listo. Eran las siete de la mañana, gruñí y nos tapé a ambos. Phoenix comenzó a reír ante las pintas de mi amigo con el delantal y el traje de chaqueta ya colocado. Supongo que para él también era una reunión especial, algo que no hacíamos desde que éramos unos niños perdidos en medio de una gran ciudad.

-¡Vamos! ¡Arriba! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Hice tostadas! ¡Huevos! ¡También café y cacao! ¡Seth ya está desayunando! ¡Vamos!-cuando decía eso a gritos simplemente le lancé una de las almohadas a la cabeza, pero el maldito la esquivó.

-¡Atsushi! No hagas eso.-me regañó Phoenix levantándose junto a Uta para tirar de mí, yo no había dormido ni una hora. Me agarré al colchón y cuando vieron que estaba sin los boxer me tiraron todo encima. Uno lo hizo por pudor y el otro por puros celos.-¡Estás desnudo!-gritó mi pareja en forma de queja.

-Siempre duermo desnudo.-bufé.

-¡Pero hay invitados!-me regañaba como si fuera un niño.

-Nunca cambiarás.-Uta reía bajo algo sonrojado y se fue a la cocina, seguramente a desayunar con aquel pequeño monstruo.

-Atsushi Sakurai sal de debajo de las sábanas y a la ducha. Hoy vienen tus amigos, hay que arreglar la casa, hacer la comida o al menos preparar los ingredientes y añado que me prometiste hace mucho tiempo que me harías caso.-me dijo con los brazos en jarra y me eché a reír.

-Ve tú primero y yo te sigo.-era normal en nosotros ducharnos juntos, creo que muchas parejas eran así en ese aspecto. Yo con Clarissa jamás lo hice excepto en ocasiones, quizás alguna vez cuando estuvo embarazada de Hizaki y no la dejaba sola en ningún momento. No quería perderme esos instantes, pero rememorando los últimos diez años nuestra relación era más bien fría.

-No holgazanees demasiado.-susurró con una sonrisa en sus labios para ir a nuestro baño privado.

Aquel baño era mayor que cualquiera de la casa, era un rincón único. Teníamos una bañera donde cabíamos ambos y era de hidromasaje, un plato de ducha algo amplio, varios armarios para las toallas, botiquín, en un hueco un pequeño cambiador para dejar al pequeño mientras lo desnudábamos para bañarlo y una pared de espejo que tenía encajado un lavabo. Sin duda todo un lujo y todo con aires japoneses. Siempre había un leve aroma a flor de cerezo, algo que indudablemente me adentraba en una paz extraña. Terminé por salir de debajo de las sábanas al escuchar como caía el agua sobre su piel.

-Buenos días.-dije y él se giró sonriendo para luego empezar a reír a carcajadas.

-¿No hay día que eso amanezca más relajado?-preguntó tomando su esponja para comenzar a enjabonarse.

-Digamos que es una función habitual del miembro masculino.-susurré agarrándolo por las caderas.-¿No lo sabías?-pregunté besando su nuca para atraparlo por la espalda.

El agua comenzó a bañar mi piel, mis manos se deslizaban por sus caderas y ombligo. Mis labios rodaban por su cuello, sus mejillas y luego su boca al hacerle girar el rostro para atrapar sus labios. Mi lengua se fundía en la suya con lujuria y sus nalgas se movían de ese mismo modo rozándose.

-No lo sé, eso díselo a tu cuerpo, tu aroma y sobretodo a mi testosterona.-al decir aquello comenzó a reír tirándome del pelo para que pegara mi boca en su hombro. Estaba mordisqueándolo de forma leve, no quería dejarlo demasiado marcado porque tampoco deseaba que mis amigos vieran lo bestia que podía llegar a ser.

Sonó el timbre, eso lo escuché, pero me despreocupé porque estaba Uta y también Seth. Ellos les darían la bienvenida y les pediría que pasaran al salón. No tenía pudor en hacerlo con Phoenix con todo mi grupo de amigos de la juventud en sentados en nuestros sofás. Aún teníamos que estrenar parte de la casa, el sótano el cual había instalado una pequeña cabina para nosotros dos. Era un trastero acomodado con un diván para ocasiones en las que tuviéramos demasiados invitados.

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Lestat de Lioncourt