Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 23 de abril de 2009

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte XXIV)


-Hola bombón.-gritó Jasmine y eso me hizo reír a carcajadas. Ese hombre siempre parecía estar con subidas de cafeína de forma continua. Jun no se inmutó, parecía que todo el estrés de conocer a su hermana nueva le había agotado.

-Dile a Jasmine hola de mi parte.-murmuré con una sonrisa en mis labios.

-Lo tenemos puesto en altavoz.-respondió Jasmine.

-Eso es violación de la vida privada.-dije dejando encajada la puerta de la habitación del pequeño.

-Bueno, pero él quería saludarte.-murmuró Phoenix esperando quizás una reprimenda, pero no fue así. No iba a molestarme por eso.

-No importa.-comenté encaminándome hacia las escaleras para bajarlas y volver al garaje.

-En el lago.-me dijo mi pareja.

-Sí, estamos con la perra.-de fondo había escuchado algunos ladridos, pero supuse que sería de otro.

-¿En qué zona?-pregunté para poder ir junto a ellos.

-Zona norte, donde el puesto para avistar pájaros.-había llegado al garaje y creo que se escuchó el sonido de la alarma desactivándose.

-Voy hacia allí.-dije y ellos gritaron que me esperarían.

Me senté en el volante y noté un dolor extraño en el pecho, pero se pasó y pensé que simplemente eran nervios.

-Debo de ir al masajista, a tomar un baño relajante y después un par de días alejado de la campaña. Demasiado estrés, es demasiado.-me dije mientras guardaba el móvil e izaba la puerta del garaje para poder salir en su búsqueda.

El trafico era denso, a esas horas de la tarde, prácticamente las siete, y con las nubes grisáceas que encapotaban todo hacían casi imposible salir sin el coche. Todos lo hacíamos. Se sabe que daña el medio ambiente, aunque muchos de mis coches son de escasa contaminación e incluso poseo uno eléctrico, pero no hay nadie que un día de lluvia no use el coche se tiene.

Cuando llegué al lago estaba allí ambos sentados sobre un tronco y la perra corría por aquel espacio tan especial. Al dar el portazo y conectar la alarma escuché un ladrido y acto seguido tenía babas por toda la cara, patas de barro por todo el cuerpo y mi malhumor aumentaba por segundos.

-¡Phoenix!-grité y este se giró.

-¡Ven chica, ven!-decía y la perra hacía lo que quería.

-¡O me la quitas de encima o te juro que volvemos sin ella!-en realidad yo era incapaz de cumplir tales amenazas, pero mi tono era de molestia y él conociéndome podía creer que era cierto.

-¡Ven aquí bonita!-gritó Jasmine dando palmadas y ese maldito monstruo babeante no se apartaba.

-¡Ven! ¡Ven aquí!-Phoenix hizo sonar un hueso de peluche, de esos que tienen sonido por culpa de un pequeño pito.

Al levantarme vi mi ropa arruinada, Jasmine reía como un loco y casi se caía del tronco. Phoenix, él simplemente intentaba controlar la perra, pero esta controlaba su estilizada figura. Tenía fruncido el ceño y mi rostro era de desgana.

-No veo ningún coche.-dije guitándome el abrigo e intentando sentirme menos enguarrado.

-Vinimos andando.-la casa de Jasmine estaba lejos, también la nuestra.-Pero es que vinimos en bus hasta la zona rural, luego decidimos dar un paseo y…-

-¿Y qué? ¿Y si llegas a desfallecer?-odiaba sentirse débil, yo se lo recordaba en cada oportunidad posible.

-¡Me tratas como un niño! ¡Viene con Jasmine! ¡No salí solo!-sus puños estaban cerrados y apretaban la correa con la que había atado a la perra.

-Trae al perro, la voy a llevar a pasear.-dijo nuestro amigo, quizás intentando escabullirse para no estar presente en una discusión de pareja. Se marchó con rapidez nada más Phoenix soltó la correa.

-Por favor, no te enfades. No quiero que te alteres.-su mirada me fulminó.

-Estoy harto que me veas frágil, no quiero estar enfermo. Ahora con la nueva terapia que he comenzado no cae el cabello, parece remitir, pero aún así.-se abrazó a mí llorando.-Temo que me dejes por alguien que esté sano.

-Tus cabellos son mi delirio, tu aroma alojado en mi cuello y arrojado en la cama. Quiero poseerte junto a mí y que seas un sueño vívido. Tu presencia de ángel bello, y empujado a salvar mi alma, me encumbra en un éxtasis extraño que inunda mis sentidos.-susurré inclinándome para estrecharlo bien entre mis brazos, alzándolo para que quedara encaramado a mi cuerpo. Parecía un niño pequeño, en realidad en parte eso era para mí. Me senté en el tronco donde él había estado antes con Jasmine, acaricié su rostro y sonreí.-Tus ojos son dos balcones de sospechosas figuras que me siguen, ojos que encumbran la belleza de tus rasgos y que deseo que me aniquilen.-era una poesía que comenzaba a crear o versos sueltos quizás, no lo sabía. Simplemente quería que supiera cuánto le amaba.

Puso uno de sus dedos sobre mis labios mientras me escrutaba, sonrió con dulzura y se recostó sobre mi pecho. Sus manos acariciaban mi camisa, lo único que no había estropeado la perra.

-¿De quién es?-interrumpió el silencio para saber de dónde había sacado esas palabras que le dediqué.

-De aquí.-dije golpeando levemente mi corazón con dos de mis dedos, para luego llevar mis dedos a la sien.

-Son tuyos.-sonrió de forma escueta y me rozó suave los labios.

-Es lo que siento y lo que sé.-comenzó a llorar y se encogió entre mis brazos.-Sé que no sería capaz de vivir sin ti.-me apresuré a limpiar sus mejillas mientras seguía hablándole.-Por ello siempre te quiero tener en mi pequeña vitrina de cristal.

-Pero así me ahogas, necesito salir.-reprochó suspirando.

-Lo sé, hoy iremos a pasear.-susurré besando sus labios mientras lo estrechaba más contra mí.

-¿Me lo juras?-interrogó inquieto.

-Te lo juro, pero creo que mejor sería mañana.-murmuré.-Verás, ya es tarde y podríamos ir mañana a caminar por los senderos cercanos a nuestro hogar.-asintió y besó mis labios.

-Entonces, te tomo la palabra.-

Ambos quedamos observando el lago. Sus aguas no estaban turbias en otros lugares, sino claras y muy atrayentes. Se vislumbraban una gran cantidad de peces, es más se notaban pequeños movimientos por los habitantes acuáticos de aquel fastuoso regalo de la naturaleza. Tiré un par de guijarros que se acumulaban junto a mis pies, él sonreía tras ver el recorrido y las pequeñas ondas que surgían del rebotar de las piedras.

-Pronto pasará un año, otro y otro...-susurré aletargado y en paz por culpa de la terrible quietud que se podía incluso palpar.-todo ha cambiado, todo, y sin embargo las medidas del tiempo son las mismas secuestrándonos instantes únicos. El mundo nos hace elegir, no podemos volver la vista atrás y cambiar elecciones. O marcas una casilla o marcas la otra.-meditaba sobre él y yo, si bien Phoenix estaba recostado sobre mi pecho aspirando mi aroma. Colaba su nariz entre los huecos que había libre de botón a botón, siempre me dijo que amaba como olía la colonia que usaba en mi piel.

-¿Piensas que te confundiste al retarme aquella noche?-negué con la cabeza y besé su frente.

-Es de lo poco insensato que terminó como a cientos de jovencitas desean que ocurran las cosas en un cuento, o en una novela.-por ello tenían tanto éxito las novelas de Corín Tellado, porque era como muchas mujeres deseaban la vida al lado de un hombre.-Me arrepiento de no haber tenido contacto con Megumi, de no haber indagado si aquella noche loca sin protección tuvo consecuencias.-cerré los ojos y noté la brisa del lago calar hasta mis pulmones.

-¿Cómo fue tu encuentro con Miho?-sonreí de lado y lentamente entreabrí los ojos.

-Todo lo bien que puede ir una conversación con mi espejo, con un espejo donde me reflejo más joven y con aspecto de mujer. Chocamos demasiado, porque somos prácticamente idénticos.-murmuré echando de menos el tabaco e hice un amago de encontrar el encendedor.

-Ni se te ocurra buscar tabaco, además ya dejé limpia toda tu ropa. No queda ni un encendedor, ni un cigarrillo y he prohibido a los estanqueros del barrio que te vendan tabaco.-comentó dejándome en shok, se estaba tomando en serio aquel reto de hacerme más saludable.-Deja de pensar en nicotina y cuéntame qué te dijo.

-Me dio un regalo para Jun, dijo que era adorable y que deseaba cuidarlo algún día.-no sabía si obviar nuestra pequeña discusión.

-Me alegro que haya ido bien tu reunión padre e hija.-acarició mi rostro y besó mi mejilla.

-No fue del todo bien, no paró de llamarme de usted salvo en pocas ocasiones. No me odia, pero no soy de su agrado.-mi rostro se enrareció y él se notó preocupado.

-Te querrá, te conocerá mejor y te querrá.-lo dijo convencido, si bien yo no lo estaba tanto. En ese aspecto era negativo, sobretodo si tenía en cuenta todo lo que podían haber dicho de mí frente a ella.

-No estoy seguro de que eso sea así, pero puedo pedirle a Uta que medie. Sé que él ha hecho posible que Miho cambiara de opinión.-de inmediato quedó frío, algo molesto.

-Uta, siempre Uta.-se levantó del tronco caído y quedó al borde del lago.

-Él la ha cuidado como suya.-mi tono de voz era neutro, no quería demostrarle que me dolía que no pudiera comprender por lo que pasaba él.

-Te quiere a ti, te necesita a ti y va a hacer que no nos casemos.-se giró.-Siento que esta boda va a acabar mal, que él va a venir y va a gritar a pleno pulmón que aún son amantes. Atsushi prométeme que jamás lo verás a solas, que no serás capaz de ser infiel.-temía, yo también hubiera temido en su lugar.

-Nada de lo que dices sucederás, son paranoias que se despiertan siempre cuando uno se aproxima al altar. Phoenix, si me caso contigo es porque te amo y no deberías de tener dudas. Si no te amara no hubiera pedido la nulidad, tampoco haber influido en las altas esferas eclesiásticas y haber movido a amigos para ello. Me ha costado bastantes favores por conseguir algo así. Además, he cambiado mi labor hacia los conciudadanos y he aceptado públicamente mi homosexualidad. ¿Qué puedo hacer para que me creas?-

-Dejar de protegerlo.-no me dio tiempo ni a respirar tras aquella diatriba que ya me lanzaba la acusación.

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Lestat de Lioncourt