Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 23 de abril de 2009

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte XXIII)


-Vale, gracias.-dije tomando el dinero con cierta timidez, lo miró un rato antes de atraparlo.-Entonces tiene mi número de móvil para cuando quiera que vea a Phoenix para eso del vestido...

La mujer llegó con los pedidos.

-Cóbreme a mí.-dije y la mujer sonrió.

-Claro señor.-le di lo que pedía más una suculenta propina.-Pero... no puedo coger esto.

-Es tu propina.-respondí.

-Veinte euros...-murmuró.

-¿Y? le has dado a mi hija una toalla para que se secara y has sido atenta en nuestros pedidos.-ella sonrió nerviosa

-Gr...gracias.-lo guardó en su delantal y se fue nerviosa a comentárselo a su compañera.

-Creo que vendré otro día con Phoenix.-susurré y sonreí atento a mi hija.

Me sentía orgulloso de decirlo, de que ella permitiera que le ayudara con sus gastos, que pudiera hablar con ella y que mi hijo, porque así sentía a Jun, pudiera estar con ella.

-Es hora de que me vaya... si quieres puedo llevarte en mi coche. Pensé en regalarte uno, pero no sé si tienes carnet y si la zona donde transitas hay garaje subterráneo. No quiero que lo roben, arañen o te hagan daño por conducirlo.-entonces medité un instante.-Megumi dijo que te gustaban las motos...si quieres puedo dejarte una de las mías si algún día la necesitas.-quería hacer todo lo que hacen los padres con sus hijos. Todo, era todo. Pero algo me decía que ella no estaba cómoda conmigo, que quizás lo hacía por hacerme sentir bien o por hacer sentir bien a Uta.

-¿¡REGALARME UNO COMO EL SUYO!?.-exclamó.-No tiene que darme un auto, puedo andar en el bus, es más cómodo y económico que un automóvil como el suyo.-parecía haberse puesto nerviosa de nuevo, su rostro era tan expresivo como sus ojos.-Sobre las motos me gustan, pero en mi piso no tenemos esos lujos. Me conformo con ver y cuidar algún día de Jun.

Quería que tuviera todo, como hice con Hizaki pero aún así que supiera que era costoso tener las cosas.

-Al menos no me niegues que salgamos a la carretera algún día.-sonreí.-Tengo unas motos que son joyas, mejores que los automóviles.-comenté besando a Jun.-Por favor, deja que te lleve a tu destino.-dije levantándome para llevar la bolsa.

-De acuerdo, cuando usted tenga el tiempo para hacer eso, puede mandarme un mensaje a mi móvil. Y no insista, mi piso no esta tan lejos, puedo ir caminando, no queremos gastar gasolina ni contaminar más el plantea ¿verdad?.-tomó en ese momento su bolsa.

-Pero...-creo que mi rostro se entristeció, aunque no quise hacérselo notar.-Es cierto que eres necia... como tu abuela y como yo. Es algo genético, creo.-formulé una leve sonrisa sin saber si besarla en la mejilla o qué. Deseaba estrecharla entre mis brazos, decirle que estaba orgulloso de ella, pero creo que eso no es lo que deseaba. Me marché sin más intentando no llorar pues Jun tenía los ojos abiertos observándome. Había vuelto a despertarse tras el grito de su hermana.

-Ah... Atsushi.-que me llamara por mi nombre, sin diminutivo ni la palabra padre, me mataba.-Si quieres puede acompañarme hasta mi piso, sirve que de una vez no ponemos bien de acuerdo para eso de la salida en carretera.

-No tienes que hacer algo que no quieres. Sé bien lo que opinas de mí y por desgracia tengo por costumbre de conocer bien lo que piensan los demás con sólo observarlos. Es algo que me enseñó tu abuela.-mi rostro seguía con una neblina oscura, una neblina de tristeza ahogada.-Supongo que las cosas no son como uno desea. Cuando era joven quería ser libre, montar en moto, vivir en mil sitios y cantar. Ahora de mayor quiero una vida más asentada y que mis hijos pasen tiempo conmigo... obligándolos a ver a un ser decrépito que no supo seguir siendo el mismo, que cambió por miedo en vez de luchar. Me dijiste que tengo doble moral, no es así. He sido dos personas distintas... he tenido dos vidas distintas... he vuelto a la primera pero sigues viéndome como el enemigo de la juventud, libertad y como un corrupto... curioso, porque todo lo que tengo a partir de la herencia de mi padre lo he logrado trabajando duro.-me giré.-Que pases un buen fin de semana Miho...nunca olvides quien eres.

-Que dramático eres.-empezó a decir.-Puede que aun te vea así, pero si te dije eso fue porque la gente así te veía cuando llegué.-comenzó a tratarme de tú, quizás sin que ella se diera cuenta-Entiendo tus motivos por los cuales te fuiste de Japón. Sin embargo quiero que entiendas que esto no es fácil para mí. Desearía conocerlo mejor para quitarme esa idea errónea.-se mordió los labios intentando calmarse, quizás meditar bien sus palabras para no dañarme.-Ten paciencia, tampoco pretenderás que te quiera como a un padre de la noche a la mañana.-me miraba directamente a los ojos.-Espero que tengas un buen fin de semana.

Me giré, no dije nada, simplemente salí del local meditando todo. No sabía como tratar a una mujer adolescente, eran más complicadas que los chicos. Ella aún era joven, se podía meter en adolescente fácilmente. Tendría que hablar con Phoenix y que me diera alguna idea de cómo tratarla, él tenía amigas de su edad.

Nada más llegar a casa recosté a Jun en la cuna, dormía al fin y movía sus labios además de sus manos. Seguramente soñaba con algún pastel de chocolate o con su flamante conejo rosa. Terminé por arroparlo de forma cuidadosa, dejándolo de lado y con el conejo próximo a él.

-Señor Sakurai.-era la chica de la limpieza la que me llamaba, estaba en la puerta y me observaba con minuciosidad. Sin duda, jamás me había visto de esa forma.

-¿Sí?-interrogué.-¿Qué haces hoy aquí? Pensé que venías usualmente a otra hora.-me recargué en la cuna.

-Sí, cuando usted está trabajando o tiene reunión.-aclaró quedándose en la entrada de la puerta sin saber si entrar o no.

Era una mujer de constitución delgada además de no más de un metro sesenta de estatura, sus cabellos eran azabaches, su piel algo tostada como tigreña, sus labios gruesos y su mirada algo infantil. Sin duda una criatura que daba más bien ternura que provocación o rechazo.

-María. ¿Sucede algo?-indagué.

-Me dijo el señor Noir que debería de esperarle aquí, para que me quedara con el bebé y lo fuera a buscar.-sacó un papel y dio unos pequeños pasos hacia mí.

-Veamos.-tomé el papel y sonreí.

“Hola mi amor, espero que no te haya importado que saliera a pasear. Seguramente esté en casa de Jasmine o tal vez fuimos a tomar café. No lo sé, hace mucho que no salgo y como ves me he buscado buen acompañante. Por favor, si llegas a casa deja al pequeño con María. Ella se ha ofrecido y también es bueno que se relacione con su pequeño, hoy lo trajo. Bueno, llámame.”

-¿Tu hijo?-pregunté fijando mis ojos en ella.-¿Tienes un hijo?

-Sí, tengo un pequeño y hoy no pude venir antes a trabajar, pedí que me dejara venir más tarde. Entonces ya no tenía guardería, tuve que traerlo y bueno ahora duerme en el cochecito en la cocina.-desconocía muchas cosas, demasiadas, y todo ese caudal de información a veces me venía de nuevas en un estado de letargo.

-Está bien, espero que no sea demasiado trabajo.-ella negó y eché un ultimo vistazo al pequeño.

-Descuide, seguro que no despertará hasta que le toque la toma.-tras eso simplemente escuché como el calzado que llevaba sonaba por el pasillo. Al girarme hacia ella ya descendía las escaleras.

No parecía ser demasiado mujer para ser madre, temía que mi hija cometiera un error y tenía un pálpito extraño. Uno de esos sentimientos que a veces van y vienen. Premoniciones que tenía de cosas puntuales, muchos hemos podido comprobarlo en nuestra vida. Todos podemos poseer esa sensación que a veces te asfixia. Pero la deseché, Miho no era tan estúpida.

Salí de mis pensamientos, más bien resurgí de ellos, y comencé a buscar por mi ropa el teléfono móvil. Lo encontré en el bolsillo del pantalón y busqué en la agenda a Phoenix, marqué el número y esperé a que contestara.

-Hola gatito.-murmuré con una sonrisa.

-Hola mi amor-respondió.

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Lestat de Lioncourt