Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 7 de abril de 2009

Dark City - Memento Carpe Diem - Capítulo 5 (parte XII)

Uta, es quien lleva el ritmo en el grupo de Buck Tick y bueno le di el nombre al personaje por él


¿De verdad te gusto con el cabello negro? sólo me viste cuando era un adolescente, no te he mostrado en realidad fotos mías así, aunque nunca lo lleve tan largo como lo tengo ahora.-para él era un orgullo tenerlo así de largo.-¿A caso te gustan mas los chicos de cabellos oscuros?- preguntó coqueto.-Es que te lo dijo por que me gusta tener el cabello tan largo, pero con las raíces negras, me falta el tinte, así que es una oportunidad para dejármelo de mi color natural.-se lo iría dejando largo y cortando, para dejarlo con algún corte actual que llevaban los chicos en nuestro país de origen.-Aunque te aviso que me parezco mucho a mi hermano así.-quería picarme quizás, hacerme gruñir.

Entonces miró uno de mis descuidos, los periódicos del día que había comprado para leer qué se decía de nosotros. En portada había una de nuestras salidas de hacía unas semanas para juzgarlo por estar conmigo, gracias a Clarissa supieron que estábamos juntos cuando él aún me acusaba en su apartado de política.

-Atsushi Sakurai.-mi nombre y apellido, eso me hizo temblar, algo bueno no iba a salir de su boca. Me golpeó con un periódico en toda la cabeza.-¡Maldito!-gruñó.-¡No me habías mostrado esto!

-No me importa.-comenté con una sonrisa.-El editor de esa revista es amigo de Clarissa ¿qué esperabas?-pregunté arrancando el vehículo. Era un BMV negro que peculiarmente me traía buenos recuerdos, estrenándolo lo conocí a él. Comencé a conducir sin más, no quería escuchar como explotaba así que puse Ópera y me dejé embriagar.

-¡Atsu!-bajo el volumen a la música para que le oyese protestar-¿Por qué no me habías contado? ¿Cuántas más de estas cosas estas aguantando y no lo compartes conmigo?- cruzó los brazos y resopló.-¿Por eso no me sacas de casa?

-No, no todo es así. Hay prensa que nos halagan por ser sinceros al fin.-indiqué observando que se aproximaba un semáforo en rojo.-otros solo buscan sacar los ojos y vender más-bajé por completo el volumen y me incliné para besarlo de forma desesperada cuando paré en el semáforo.

Correspondió con ansias ese beso iniciado por mí, pasando sus brazos por encima de mis hombros para apartarse con una sonrisa.-No tienes que intentar protegerme de todo, sabes que soy fuerte ¿no?-acarició mi rostro y yo lo aparté para continuar conduciendo.

-No es por eso.-respondí mirando bien la salida de una calle.-Es que hay varios de tus antiguos amigos que han metido baza para insultarnos. No quería que te sintieras mal.-susurré y vi que en pocos metros estaba uno de los restaurantes más caros de la ciudad.

-Pero esas cosas puedes hablarlas conmigo. No soy un niño, no tienes que ocultarme cosas amor.-acarició mi mano sobre la palanca de velocidades, hasta que nos detuvimos-¿Aquí?-preguntó viendo la elegante fachada del lugar.

Bajé del coche y abrí su puerta para sujetarlo cuando saliera. El aparcacoches vino corriendo para que le entregara las llaves y se las dejé mirándole fijamente.-Si se raya, por mínimo que sea, que quejaré a tu jefe.-él asintió y sonreí observando a mi pareja que salía. Lo tomé de la mano y besé su mejilla sin importarme que hubiera miradas indiscretas.

-No seas amargado.-comentó entrelazando su brazo con el mío.-Hacia mucho que no venia a este restaurante ¿sabes? ¿Por qué lo has escogido?-me preguntó mientras entrábamos.

-Simplemente echaba de menos la cocina de aquí y pensé que era hora que vinieras conmigo.-desenganché su brazo y lo tomé por la cintura hasta llegar frente al metre.

-Mario.-sonreí y él se giró asombrado por mi descaro. Era alguien que conocía bien a mi esposa, pero se podría decir que era neutro.

-Señor Sakurai.-comentó quedándose recto y con el rostro bastante serio tras la sorpresa.

-¿Tienes mesa para dos?-pregunté y él miró levemente a Phoenix, lo inspeccionaba casi con lupa.

-Sí, queda una.-admitió.

-Dénosla.-asintió ante mis palabras e hizo un gesto para que lo acompañáramos.

El restaurante estaba forrado con papel pintado rojo, candelabros dorados y mesas con manteles rojos y negros, las servilletas eran de los mismos colores, las sillas del siglo dieciocho y todo bajo estricta supervisión de protocolo. La luz era tenue, la música de un violín en directo en el escenario escueto que estaba engalanado con rosas frescas, rosas blancas.

-Vaya, mi mesa favorita.-dije al ver que era la más próxima a la ventana y daba a un pequeño jardín que tenía el restaurante. Jardín donde en verano se ponían algunas mesas para tomar pequeños aperitivos en fiestas de la alta sociedad.

-Que tengan una buena velada.-comentó haciendo una leve reverencia.

Yo me apresuré a ayudar a Phoenix a sentarse, para luego hacerlo yo en la silla que quedaba frente a él. Puse la servilleta en mis piernas y tomé la carta para ver qué tomaríamos.

-Atsu.-susurró.-Este lugar siempre ha sido carísimo-dijo mirando los precios cuando tomó el menú.-¿por qué no vamos mejor a otro sitio? o podemos ir por comida rápida y comemos en casa, lo que importa es estar juntos.-pero él no sabía qué deseaba yo esa noche, así que no le escuché.

-Da igual, podría venir cinco generaciones a diario en este restaurante y la sexta aún ser rica a mi costa.-Todos nos miraban y a mi no me importaba en lo más mínimo.-Fíjate...somos la pareja de moda.-reí bajo abriendo la carta de vinos.

-Por mí que nos miren toda la noche, sabes que me gusta llamar la atención desde que era un puberto.-reía divertido por todo lo que podían cuchichear aquellas viejas cotorras.-Pero quiero que sepas que no voy a comer demasiado, sólo una ensalada.

-Creo que con un buen vino italiano, una ensalada de pasta y verduras, unos espaguetis y una tarta tendrás de sobra. Rechista y me enfadaré.-salía algo caro todo aquello, en un restaurante habitual saldría la mitad, pero las vistas, la música clásica de fondo, la luz tenue y algo más elevada en ciertos puntos del restaurante hacía que fuera especial... y dedicado sobretodo para parejas.

-Quiero ponerme a régimen.-puso su mano sobre la mía.-Además, tampoco quiero beber, prefiero un poco de zumo de frutas o un refresco. ¿Quieres engordarme o qué?

-Estás famélico, juraría que en estos meses has perdido como mínimo diez kilos y no me gustaría verte enfermar. Tienes que estar fuerte para ver crecer a nuestro hijo.-mi mano estaba entrelazada a la suya y me di cuenta que era la hora clave.

-Creo que he engordado, si me lo he pasado comiendo chocolate y postres como loco.-cuando iba a replicarle llegó el camarero y esperó mi pedido.

-Un Terra Alta.-esa joyita costaba seis mil euros, pero la ocasión lo merecía. El camarero casi se queda sin voz, por ello tragó saliva y no logró decir nada, además sus ojos estaban desorbitados.-También tomaremos ensalada de pasta y de postre una de esos yogures griegos con pepitas de chocolate.-asintió asombrado y se giró tambaleándose hasta la cocina.

-Atsushi.-balbuceó Phoenix, claro que él nunca supo cuánto dinero tenía realmente.

-Me arrodillaría para lo que estoy a punto de hacer, pero creo que me sentiría ridículo al hacerlo frente a todos.-él me miraba extrañado y aún contrariado por el dineral que había gastado tan sólo en una botella. Saqué de su dedo el anillo simple de plata que le había regalado para dejar uno de oro blanco con un diamante enorme, uno que me había costado alrededor de doce mil euros.-¿Quieres casarte conmigo?-dije dejando la caja donde lo había portado estas semanas, caja que había estado en todo momento en la chaqueta.-Phoenix…

-Dios.-jadeó y me miró aún más confuso.-¿La ley se aprobó?-asentí a su pregunta.-Pero aún estás casado con Clarissa.-negué con la cabeza y sonreí de forma pletórica.

-Nulidad matrimonial, con un pequeño soborno al Vaticano para que se dieran algo de prisa, los intermediarios claro.-él tembló en la silla.

-Sí.-respondió al fin la palabra clave.-¡Sí!-entonces ante aquello muchos nos miraron por el escándalo. Se levantó y me abrazó notando que finalmente me creía cuando le decía que le amaba a él. Eché a reír y besé sus manos ante los ojos de todos aquellos que cruelmente nos juzgaban.

-Siéntate, no seas un escandaloso porque nos van a echar. Después cuando salgamos grita todo lo que quieras... y ve pensando fecha para la boda.-dije acariciando su rostro y observando como venía nuestro pedido.

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Lestat de Lioncourt