Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 22 de mayo de 2009

Dark City - Swimming in Blood - Capítulo 6 (parte V)


Tan sólo reí por ello. Sí él pensaba que me había acostado con Uta lo haría, tomaría lo que me regalaba. Contesté que se preparara para el día siguiente porque tendría todo lo que él quería y más.

Fui a su casa al día siguiente, me había pedido que fuera y dije a Phoenix que tenía reunión con los de la discográfica. Él se puso en contacto conmigo, pidió disculpas pero ya el daño estaba hecho. Le dije aquello y me froté las manos porque deseaba tener a Uta. Llamé al timbre y esperé que saliera. Quería verlo, le necesitaba para desahogarme porque no iba bien lo que había planeado y él me gustaba... amaba a Phoenix, pero Uta era especial.

Cuando abrió la puerta simplemente me fascinó. Se había teñido el pelo, tenía una simple Yukata y la casa tenía aroma a esencias. Sus mejillas estaban sonrojadas, pero tiró bien de mí para que pasara.

-Hola At-chaan.-tiró bien de mí y me besó.-¡Di algo! ¿te gusta?.-sentí la puerta cerrarse y él temblaba ante mis ojos.

-Uta.-susurré acariciando sus cabellos y su sonrisa infantil me hicieron ver que lo había hecho por mí.-Estás hermoso.-dije tomándolo de la cintura para llevar mis manos hasta sus nalgas, las apreté.-Hueles muy bien.-murmuré perdiendo mi nariz, junto a mi olfato, tras su oreja y su cuello. Mordisqueaba su piel y él jadeaba temblando.

-Todo lo hago por ti.-susurró buscando mi boca que jugueteaba con su cuello. Nos besamos de forma fogosa y entregada, tomé el control ahogándolo hasta que tuvo que separarme de él con nerviosismo.-Atsu.-mis manos se introdujeron bajo su yukata, quería acariciar su cuerpo sin ninguna barrera así que se la quité y la eché al suelo.-Espera.-murmuró temblando frente a mí.

Se escapó de mí para dirigirse hacia el salón y abrir una botella de champaña. Comenzó a servirnos en unas copas esbeltas especiales para el cava y el champán. La botella era cara, puede decirse que casi un lujo. Caminé tras él y lo agarré por la cintura.

-Uta.-esa piel, más sedosa que la de Phoenix por mucho que me gustara su envoltorio de satén.-Deja el champán, no quiero beber...-dije acariciando con mis manos su entrada y entrepierna.-Deja eso...-quería olvidar los gritos de mi pareja y concentrarme en él. Tiritaba como un virgen, aunque si era cierto lo que decía tras casi veinticinco años ya habría vuelto a serlo. Introduje suavemente mi dedo y noté una enorme presión, además de calor.-Dios mío, Uta.-él se quejó ante la intrusión y sus ojos se llenaron de lágrimas de satisfacción quizás, su miembro empezó a tomar forma y el mío también.

-Atsu.-susurró cuando empezó a hundirlo y girarlo con lentitud.-Mi Atsu.-gimió excitado mientras palpaba mi mano que acariciaba su sexo.-Vamos a mi cuarto.-dijo con el aliento perdido.

-Uta...-murmuré besando su cuello y tras esto una mentira.-Aishiteru.-mentía porque sabía que era eso lo que quería escuchar, aunque no lo que sentía por él.-Vayamos a tu cuarto.-dejé de jugar para nalguearlo.-Vamos.

Sus piernas no respondían, tan sólo se giró y me colgó de mi cuello besándolo.-Llévame, yo estoy muy nervioso y temo caer.-de nuevo el japonés en un susurro trémulo, indeciso y con un nerviosismo exquisito.-Vamos a mi habitación.-repitió más centrado.-Al fondo del pasillo.-añadió y no dejó de hablarme en nuestro idioma, sabía que eso me gustaba. No había olvidado mis raíces, él mucho menos. Recordé que deseaba volver a Japón conmigo, vivir juntos como debió de ser. Lo tomé en brazos, pero antes acaricié su torso y mordisqueé sus pezones. Mi lengua rodeó aquella zona y luego clavé mis dientes de forma seductora.

-Así me gusta... habla en japonés, en nuestra lengua.-dije clavando mis ojos en él, era hermoso verlo de esa forma.

Al tomarlo en peso noté que era incluso menos pesado que Phoenix, era un cuerpo delicado que dejaría bien marcado. Iba a tener un sexo brutal que no tenía con mi actual pareja.

-At-chaan.-gimió momentos antes de que le tirara en la cama, durante el trayecto le estuve mordiendo el cuello. Amaba tratarlo brusco, siempre lo hice, y esperaba que eso lo recordara bien y sino era así se lo grabaría a fuego. Se recostó en la cama con las piernas flexionadas y algo abiertas.-At-chaan... soy tuyo.-

Se insinuaba con aquella mirada llena de necesidad, tirado en la cama como una mujer de la calle, sin llegar a ser vulgar. Erotismo ante nada, lo que más satisface a un hombre en la cama es eso. Sea su condición sexual que sea. Con las mujeres era amante de la ropa interior negra de encajes, llena de bordados y bastante diminuta. Me agradaban las poses desesperadas, que se mordieran los labios y rogaran que fuera con ellas, al igual que me sucedía con los hombres. Uta era andrógino y más aún con esos cabellos que estaba dejándose largos, sedosos y lacios.

Me quité la ropa dejándola sobre el perchero que había en la habitación, los boxer simplemente los arrojé en los pies de esta. Él estaba vulnerable, apetecible, si bien lo quería cerca.

-Ven aquí.-susurré regalándome placer a mí mismo de forma lenta.-Ven te voy a hacer recordar muchas cosas ya olvidadas.-

-Ya voy mi amo.-estaba sofocado y caminaba lentamente por la cama hasta quedar a los pies descendiendo y quedar manso de rodillas frente mí. Apartó mis manos para acariciarlo con timidez, una timidez real y absolutamente deliciosa, le dio una provocativa lamida mientras me buscaba con la mirada. Cerró sus ojos cuando tomó contacto con los míos, sentía pudor y eso no era ni por asomo lo que podía venir de Phoenix.

-Hermosa tu timidez, pero no quiero eso.-al decir aquello lo enterré en su garganta, aún sin estar erecto del todo.

Sus ojos se abrieron y su miembro se endureció algo más. Mi mano sujetaba bien su cabeza, tiraba de aquellos cabellos dorados, y mis caderas tenían un movimiento demencial. Pronto estaría duro y él también. Su lengua hacía con torpeza aquel juego de lamidas. Agarré sus muñecas para que no usara sus manos, no quería que se tocara. Estuvimos en esa posición hasta que estuve duro, después lo tiré a la cama y busqué por los cajones de su cuarto algo que hiciera deslizarme. Pronto encontré vaselina y unté bien. No iba a prepararlo, iba a hacer que se rompiera en dos si podía. Me costó mucho internarme en aquella guarida de lujuria infinita, pero lo hice sin remilgos aunque gritara que parara, que no podía más.

Se vino sin remedio entre los dos, gritaba mi nombre, sentía su cuerpo convulsionar una y otra vez. Creo que intentaba decirme que me había echado en falta, pero yo simplemente me entregaba al placer. Le decía te amo una y otra vez, él simplemente seguía balbuceando con pequeños hilos de saliva en la comisura de su boca. Sus ojos estaban entrecerrados y se abrazaba a mí. Yo le arañaba, golpeaba prácticamente y llegaba al orgasmo. Él lo hizo de nuevo y cayó prácticamente rendido. Su cuerpo estaba lleno de mordidas, mis dientes bien clavados y su trasero estaba algo herido por mi brusquedad.

-Uta...-susurré notando que se había agotado. Hacía mucho que no teníamos sexo, pero yo estaba entrenado. Un leve dolor en mi pecho apareció, me recosté y se pasó, fue una falsa alarma. Él inconsciente se recostó sobre mí. Sus mejillas ardían, estaba empapado en sudor. Me levanté dejándolo pegado a una almohada. Me duché rápido y dejé una nota.

"Tengo que irme, mañana nos vemos en el estudio"

Llegaba tarde a la reunión, pero antes quería desfogarme con él. Cuando me marché le eché un último vistazo... amaba a Phoenix y le había sido infiel, jamás había sido fiel a alguien y lo peor es que deseaba volver a hacerle gemir.

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Lestat de Lioncourt