Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 27 de mayo de 2009

Dark City - Swimming in Blood - Capítulo 6 (parte VII)


Es increible. Buscaba avatares pequeños de U-ta para modificarlos a mi gusto cuando topé con esta imagen no editada. Imagen que prohibieron sacar del LJ en una web en inglés. Según sé se podía subir editada, pero yo ni eso hice. Me guardé las ganas meses, quería ponermela de avatar en un foro donde estoy de colaborador y no lo hice. Ahora la expongo editada, eso sí, pero molesto. Si se dice algo es para todos, no para una persona. Esta imagen se la dedico a Miho.

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-Es lo mejor.-respondió acariciando mi pecho.-Ahora debes cuidarte, reposar.-eso no me gustó, me estaba tratando como un enfermo.-Voy a hacerte un nuevo bocadillo, no es conveniente.-pero aunque no fuera conveniente quería ese desayuno, tenía hambre.

-Yo quiero comérmelo, ya empiezo con la dieta otro día.-no había cenado, tenía apetito.

-Sólo un poco y comiendo poco a poco.-respondió cortando un poco con los cubiertos para llevarlo próximo a mis labios.-Abre esa boca sensual.-murmuró con una sonrisa. Me molestó. Eso me fastidió. Era como si me tratara como un niño, cosa que no era, y me levanté molesto.

-No me trates como niño.-gruñí mirándole fijamente.-Me voy a la ducha.-estaba mal y no me gustaba que me tratara como un bebé. Al entrar vi el baño cubierto de velas, velas que en algún momento estuvieron encendidas. Recordé lo que sucedió en la noche y me dije para mí mismo que eso no había sido un sueño, había vuelto a estar con Uta.

-No te trato como un bebe.-se quejó siguiéndome al baño.-Te trato con cariño, que no es lo mismo.-comenzó a recoger las velas de forma frenética.-Limpiare el baño más tarde ¿vale?

Lo tomé por la cintura y le besé de forma fogosa. Al separarme le miré. Era otro de mis cambios de humor, de mis deseos. Siempre tenía lo que quería, estuviera a mano o no.

-No me trates como un inútil por lo del corazón, yo sé lo que me hago y no tienes porqué limpiar ni cambiar nada de esto. Cuando estemos a solas lo usaremos.-dije acariciando su rostro con una leve sonrisa, él respondió de la misma forma. Noté sus brazos rodeándome, todo volvía prácticamente a la normalidad.

-Vale, pero entonces tampoco me trates como un enfermo famélico.-dijo guiñándome un ojo. En ese mismo momento sonó el timbre, dio un leve grito y salió corriendo. Yo empecé a preparar el baño, quería relajarme en la bañera y olvidar. En su regreso noté en su mirada la lujuria.-Hoy lo vamos a hacer en todas las posturas que quieras y no quiero que te preocupes por mí.-de esa forma me estaba diciendo claramente como deseaba el sexo.


Recordé a Uta tan entregado, tan sensual y tan necesitado. Algo en mí no funcionaba bien. Tenía lo que quería pero también necesitaba a Uta. Estaba por pensar que era un maldito hijo de puta, pero pronto rechacé la idea seductora de volver con él. No podía hacer más daño, más bien no debía.

-Jasmine y Kamijo cuidan de Jun.-sonrió aproximándose a mí.-Ya sabes que adoran al pequeño.-dijo pasando sus brazos por mis hombros, acariciando lentamente mi nuca.- ¿Por que no me das lo que sabes me encanta a mí?-sus pies quedaron de puntillas y la visión que me regalaba frente al espejo era totalmente apetecible. Sus cabellos llegaban prácticamente a sus rodillas, pero al estar algo recogidos podía observar sus nalgas. Las acaricié y sonreí. Mi cabeza podía estallar en ese instante, no sabía que hacer. ¿Se lo decía? Si lo hacía él me dejaría, adiós boda, adiós felicidad, adiós todo. Pero me reconcomía la conciencia. Quería estar con él y a la vez con mi antiguo amante.

-Deberíamos hablar, pero me gusta tu entusiasmo y tu provocación.-mejor esperar, mejor estar casados y olvidar a Uta. Le diría no mil veces, se lo dejaría claro aunque Toll me matara.

Lo agarré por la cintura y por momentos sentí en mi olfato el perfume de Uta, nada más con eso gruñí agarrándolo bien de las nalgas. Quería ese aroma bien pegado a mi nariz, pero era otro bien distinto y a la par igual de sensual. Si tuviera a ambos me haría un trío magnifico. Ambas lenguas sobre mi miembro, cuatro manos para acariciarme y cuatro ojos para observarme. Me faltarían manos para tocar y labios para besar. Un gutural y sensual gemido se escapó de su rosada boca, estaban entreabiertos. Yo ya estaba desnudo, pero él no. Desaté su yukata e hice que cayera al suelo, la imagen de mi otro amante vino a la mente. Cerré los ojos y respiré hondo intentando calmarme.

-Haré algo que deseas.-lamió mi cuello y besó mi torso hasta quedar de rodillas frente a mi miembro. Su lengua comenzó a enloquecerme. Coloqué mis manos sobre su cabeza y moví mis caderas en busca de su boca. Estaba desesperado por conseguir calmar mis ansias. Pensaba en la boca de Uta, tan perfecta y a la vez tan nuevo para él tener algo así entre sus labios.

-Más.-dije abriendo los ojos para contemplara Phoenix. No me disgustaba, le amaba, pero él era un experto y no quería pensar en cuantos habían pasado por su boca.

-Tramposo.-dijo con una sonrisa para seguir con aquel juego inicial. Me gustaba. No puedo negarlo, lo reconozco. Muchos deberían hacerlo. Nos revoluciona a todos los hombres ese tipo de movimiento lascivo con la lengua. Es incitante y crea un vínculo único con la pareja.

-No, no soy tramposo.-susurré moviendo mis caderas.-Quiero que la metas de una vez, por favor.-dije con una sonrisa en mis labios, pero pensaba en Uta. Él me había esperado, él se entrega a mí y únicamente lo haría conmigo. ¿Podía decir lo mismo que él? ¿Me sería fiel incluso después de dejarlo? No, se buscaría a otro y haría su vida.

Apretaba mis nalgas masajeándolas lentamente y enterrando sus uñas, las lamidas cesaron para comenzar una mayor locura. Uta sin duda no tenía esta experiencia, no sabía exprimirme, pero eso es lo que le daba encanto. Se dejaba guiar por los recuerdos y por mí. Era como volver a tener entre mis manos a aquel niñito virgen que me rogaba ser su novio, que le sacaba partido a su ilusión y al final me enamoré por primera vez. Mi primera vez. Mi primer amor por así decirlo, esos que te marcan y nunca olvidas. ¿A caso podía olvidarlo? No, no podía y por eso terminaba siempre buscándolo. Era a él a quién necesitaba en ese instante. Aquellos pensamientos hicieron que él parara, mi rostro lo decía todo tal vez.

-Atsu, ¿qué pasa?-cuestionó nervioso pues usualmente le provocaba y me excitaba aún más.

-Nada.-intenté no pensar en Uta, pero podía dejar de sentir sus dedos acariciar mi pecho y su sonrisa ilusa pegada a mi cuello. Mi Uta, eso era él. Mío, mataría a quien lo tocara porque era mi juguete para pasar el rato, pero mí juguete.-No pasa nada, sigue.-comenté y cerré el grifo de la bañera, pues aún estaba abierto.

-Atsushi.-su mirada llena de preocupación me carcomía el alma.

Cuando volvió a su trabajo jadeé. Nada más notar esos labios besando mi vientre y entrepierna me hacía temblar. Mordí mis labios y le agarré de los cabellos, tenía que reaccionar. Su mirada volvió a pegarse a mí. Esos ojos me devolvieron por un momento a la tierra y acaricié sus cabellos tirando de ellos.

-Sigue así.-dije en un jadeo notando sus labios rozar mis testículos.-Por favor, sigue así.-rogué.

Tiraba de su cabello e inicié un ritmo dentro de su boca. Hice que entrara y me movía como una fiera furiosa, quería desgarrarle cualquier esquema de lo que era el sexo conmigo. Íbamos a cumplir tres años juntos, tenía que olvidarme de Uta y regresar al estado de clamor por sus caricias. Lo aparté tirando de su cabello y me acaricié frente a su rostro, para aquella daga hasta su garganta. Me gustaba ver como perdía el aire y al sacarlo acaricié sus labios con el principio de mi sexo.

-Quiero algo brusco esta vez.-quería lo que había tenido con Uta, para no pensar en él y saber que en casa me lo daban.

La metía y sacaba de entre sus labios, unos movimientos rudos. Se apoyó en mis piernas aferrándose a ellas, gemía y podía notarlo aunque algunos de sus maullidos de placer fueran acallados. Cuando me aparté lo puse de pie y comencé a acariciar su trasero golpeándolo. Pasó de la blancura impoluta de nieve a estar prácticamente rojo, como el acero acabado de sacar de las llamas de una forja. Él aullaba el placer que aquello le daba. Hundí mi dedo en su entrada girándolo lentamente hasta encontrar el punto que le hacía perder la cabeza, cuando lo conseguí mis movimientos eran rudos, con la otra mano me aferraba a su sexo y lo acariciaba con el mismo ritmo furioso.

-Dime amo.-susurré en su oído.-Dime amo.-mordí su cuello y su oreja.-Dilo.-mordí sus hombros y metí dos de mis dedos.-¿La quieres?-susurré dejando su mano sobre mi miembro, mientras seguía con mi faena en sus entrañas.-Dilo.-

Esos juegos eran típicos del Atsu que le visitaba por las noches, lo usaba para desfogarse y lo dejaba atrás casi sin moverse. Sus piernas temblaban al ritmo de sus gritos, era un sexo delicioso y lo volví a lograr con él.

-¡Sí amo!-él también inició caricias para mi urgido miembro.-¡Te necesito ya!-prácticamente me lo decía llorando.

-No, yo puedo esperar.-tenía más control que él en el sexo.-Creo que paso de bañera, eso para después.-lo tomé en brazos y lo pegué al cristal del gran espejo. Era una pared completa de espejo, por ello amaba el baño. Podía observar mi cuerpo, mirar sus cambios y hacer el idiota mirando por la puerta mientras él se desnudaba.-Fíjate.-dije tomándolo por el mentón.-Tan desesperado como una puta, todo por sentirla.-lo clavé bien hondo de una vez y empecé a arremeter fuerte golpeando su próstata.

Mordí su cuello con ganas y comencé a moverme con una pasión poco vista en mí. Estaba tan excitado que gritaba en vez de gemir, eran gemidos roncos y desesperados. Hacía mucho que no lo destrozaba, pero él se hacía el delicado o se desplomaba. Con Yutaka lo desarrollé y me complació.-¡Vamos! ¡Vamos! gime como un cualquiera, eso me gusta.

-¡Más!-sí, claro que le daría más… hasta dejarlo muerto si era preciso.

Me movía como loco en su trasero, era demasiado el placer que sentía. Pero parte de mí no estaba ahí, sino en el pequeño apartamento de Uta y él en mis manos. Amaba a Phoenix, de eso no tenía dudas, pero había sentido demasiado placer con él. Mi pareja seguía desquiciado por la lujuria que sentía por mis acciones.

-Atsu te amo.-no contestaría a eso, no sabía si lo quería realmente. Tenía demasiadas dudas.

Seguía los movimientos rudos, tiraba de sus cabellos y tan sólo gruñía. Estaba tratándolo como al principio de nuestra relación. Quería desfogarme por completo, darme cuenta que él me podía dar todo sin tener que recurrir a otros.

-Vamos.-susurré mordiendo su cuello con salvajismo y me vine en su interior. No grité su nombre, tenía parte de él en mi boca y seguí moviéndome hasta tranquilizar un poco mis ansias. Verlo pegado de esa forma al cristal me excitaba. Me aparté de él y lo puse de rodillas.-Limpia

-Eres un maldito pervertido Atsushi Sakurai.-se posó de rodillas ante mí e inició las lamidas sin apartar sus ojos de gato de los míos.

Antes de venirme me mordí bien la lengua porque estuve a punto de gritar el nombre de Uta. Agarré a Phoenix por los hombros y lo aparté.

-Bañémonos.-susurré levantándome para meterlo en el agua y secundarle.-Perdóname.-murmuré.-Yo.-cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás.-Yo te estoy dejando de lado por culpa de todo.

-Tienes muchas ocupaciones y cosas encima amor, lo entiendo. Sólo quisiera que confiaras en mi, no tienes que llevar tu todo encima. Déjame ayudarte.-¿confiar yo en él? Claro ¿y él en mí? Él no tenía confianza en mí ¿por qué dársela yo a él? Simplemente besé su mejilla, el único trato de cariño que le había dado en todo el día.

-¿Sigues pensando que tengo un amante?-no quería decir su nombre, me ardía la lengua y quería soltarlo...pero no debía más bien decirlo. Acaricié su pecho y lo abracé.-Dime.-me miró de reojo quizás elaborando la respuesta, me impacientaba eso.

-No, no lo creo.-sonrió aún más y se dejó caer sobre mi pecho.-Te amo y te adoro Atsu.-susurró.-Por favor, te lo ruego cariño, no peleemos de nuevo.-se acomodó bien entre mis piernas suspirando y cerrando los ojos tranquilo. Parecía feliz con aquella sonrisa en su rostro, a pesar que lo trataba como en los inicios de nuestra relación.

-¿Por qué lo pensaste?-pregunté sin más.-¿Por qué si lo pensabas no me dejaste?-quería redimir mis pecados, no se lo diría y tendría que hacer algo con Uta. Al verlo de esa forma y con esa sonrisa me desquiciaba, quería tenerlo y lo besaba.

Supuse que esa pregunta lo desconcertó, ya que se separó y giró bien su rostro para observarme. Temía, sí sus ojos estaban llenos de temor. Él era orgulloso y sabía que jamás hubiera tolerado algo así de nadie, pero lo había hecho.

-Porque te amo.-respondió y sonrió tras casi un minuto de dudas y miradas.-No puedo vivir sin ti. Tú y Jun sois mi felicidad, lo único que necesito para poder seguir vivo.-pasó sus brazos sobre mis hombros, rodeándome, y besándome el rostro lentamente. Dejaba besos escuetos en mi frente y mejilla, para luego hacerlo de forma algo intensa en mis labios.

Era una respuesta estúpida y convincente. Es decir, estúpida por su parte en quedarse a mi lado tras lo que había hecho. Le amaba, le necesitaba y no sabía vivir sin él. Pero su enfermedad, todos los líos en los que nos habíamos metido, la presión y Uta rogándome que lo tuviera entre mis brazos me arrojaron a desearlo y tenerlo. Estaba al alcance de mi mano ¿por qué no? Lo quería, lo tendría. Siempre había sido así, no era difícil conseguirlo si me esforzaba... cualquier cosa... pero con él no hacía falta.

-¿Y si te he sido infiel? Yo no te lo perdonaría, pero tú a mí sí ¿no es así?-tras esa pregunta noté su nerviosismo y como su corazón se paró para bombear a punto del infarto.

-¿Lo has sido?-su temor no lo sabía disimular, titubeó al hacer aquella pregunta. Era mi confesión, podía tomarlo como un desahogo haberlo hecho.

Acaricié sus cabellos y rodé mis dedos por su espalda. No tuvo nada de mí, tan sólo silencio y eso obtendría durante más de unos largos, y quizás para él, angustiosos minutos.

-Estoy aquí contigo, eso debería ser suficiente respuesta.-murmuré besando su frente. Me di cuenta que durante el sexo no le dije que le amaba, en realidad hacía días que no lo decía cuando era constante en mí. Sí, se volvió un vicio decirlo y demostrarlo. Habíamos dado un giro hacia el Atsushi que comenzó a tratar en ese aspecto.

-Sí, debería ser suficiente.-su voz sonaba casi inaudible.-Debería bastarme.- dijo de nuevo como para creer que yo era fiel, que todo fue una pregunta que podía venir en cualquier momento íntimo. Pegó su rostro a mi pecho y sonrió.-Mañana iré a cortarme el cabello. Deseo nivelarlo y darme un nuevo aspecto.-dijo sonriendo un poco. Sus cabellos ahora eran mitad negros mitad rubios, había dejado de teñirse y el cabello le crecía rápido.-¿Vienes conmigo o le digo a Jasmine?-preguntando con miedo de que le dijera lo de siempre: no puedo.

-Sí, iré contigo.-en realidad quería ir al lado de Uta y verlo de nuevo. Quería no sentir nada mientras me sonreía y acariciaba. No sabía que era esa sensación de juventud que me daba, que me otorgaba. Su forma de hablarme me daba la sensación de perderme en un mundo pacífico. Creo que era eso con Phoenix eran tantos problemas y con él ninguno.

-¡Bien! ¡Luego si quieres te acompaño a hacer lo que tú quieras!-parecía que un simple “te acompaño” era para él como si le hubiera regalado una joya tan cara o más como la de su dedo.

Seguimos conversando, el baño duró casi una hora. Calentaba un poco el agua y lo enjabonaba, para dejar que se fuera un poco la que contenía y rellenarla con otra caliente. Al salir estaba la piel algo arrugada, pero nos vino bien para dormir casi dos horas. Nos despertó el timbre, era Jasmine con Kamijo. Abrí yo, él descansaba.

-Buenas tardes.-dije con una sonrisa mientras tomaba a Jun.-Gracias por todo.

-Desgraciado.-balbuceó Jasmine.

-Muérdete la lengua y envenénate, porque no llevas razón.-susurró Kamijo, estaba tras él tomándolo de los hombros y sonriendo levemente.

-¿Por qué desgraciado?-interrogué.

-¡Cómo te atreviste a hacerle algo así a Phoenix!-el niño comenzó a llorar por el griterío, venía dormido y acabó con un mal despertar.

-Ya, cariño.-dije meciéndole sin comprender nada.-No entiendo nada.

-Encima de ser exhibicionista eres desmemoriado.-frunció su ceño y Kamijo se puso delante de él o me arañaba como gato panza arriba.

-Perdónalo, piensa que no fue cortés por tu parte decirle no a tu pareja. Ya sabes cómo es, pero a veces los hombres de negocio estamos demasiado cansados.-sus gafas de sol oscuras evitaban poder apreciar sus ojos azules, seguro que procedentes de su padre. Antes pensaba que eran simples lentillas, pero descubrí que sus ojos cafés eran realmente apliques para cambiar el color a esos ojos tan desconcertantes.

-No, no importa.-dije con una sonrisa.-Tiene razón, pero estaba agotado.

-Nosotros nos vamos ya, no molestaremos.-se giró y vio como Jasmine caminaba altanero hacia la puerta. Estaba seguramente odiándome, echándome maleficios y jurando venganza.

-No molestáis, me agradan vuestras visitas.-comenté mientras él se marchaba junto a su pareja, lo tomaba de la cintura y besaba su rostro haciendo que su molesta se fuera al cubo de la basura.

Cerré la puerta y me dediqué a calmar al pequeño, esos dientes lo estaban acribillando. Comía mal, dormía mal y a veces sus ojos se enrojecían por culpa de las lágrimas. Besé sus mejillas y canté durante más de una hora, hasta que al llevarse la oreja del conejo a la boca mordisqueándola se calmó. Terminó durmiendo, y lo recosté en la cuna, sin importar que llevara aún la ropa de paseo, ya se la quitaríamos.

El resto del día fue tranquilo. Vimos la televisión, conversamos sobre mis proyectos y sobre los suyos respecto a montar una web de noticias. Quería hacer algo entretenido y cercano a todo el mundo, donde hubiera sección infantil y también un foro dedicado a las opiniones de todo tipo. Era un proyecto laborioso sin duda, pero sumamente interesante. Yo simplemente escuchaba, me aburría en ocasiones si bien no lo notaba.

Después de la cena estuvimos dos horas con el pequeño, no podía dormir por el dolor y tampoco comer. Teníamos que cuidarlo con esmero esos días, estaba irritable. Deseaba que tuviera toda la dentadura de una buena vez. Lo besé en la frente tras quedarse dormido en mis brazos.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt