Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 21 de junio de 2009

Dark City - Fuera de control - Capítulo 7 (parte III)


-¿No? ¿Por qué no vienes a verme? No vienes, te dedicas a poner excusas y darme regalos. Papá no quiero regalos, quiero hablar contigo todos los días sin teléfono de por medio.-eso que pedía también lo deseaba yo, pero era imposible.

-No puedo, no podemos.-respondí intentando que su mirada se cruzara con la mía.

-Podemos, vuelve a casa y todo arreglado. Seguro que mamá también quiere, yo sé que quiere.-su madre pediría mi cabeza en bandeja de plata, pero él creía que todo era posible. Sin duda aún no le quedaba claro que sus deseos no eran los nuestros. Siempre le concedimos todo, como a Hizaki. Hasta ese momento no me di cuenta cómo lo habíamos malcriado.

-Mamá y yo ya no estaremos juntos bajo una misma casa, acéptalo. Cuanto antes lo aceptes mejor. No son tus deseos, sino los nuestros.-dije acariciando sus cabellos, revolviéndolos para luego colocarlos bien.

-No, eso es mentira.-aquello lo tomé como una pataleta, no como algo real. Si algo éramos los Sakurai era cabezotas, los peores. No dábamos nuestro brazo a torcer, era imposible para nosotros admitir una derrota.

-Es cierto.-me levanté del asiento y regresé al del conductor.-Es algo que ambos decidimos.-dije arrancando al fin.

-No, es algo que tú decidiste.-en eso sí tenía razón, lo decidí yo.-Mamá aún te quiere.-susurró y yo quedé confuso. Ella no podía quererme, ya no. No se pasaba del amor al odio en días, pero sí en meses. Sus sentimientos ya no eran los mismos puesto que estaba con ese pretencioso.

-No, créeme. Ni ella ni yo nos queremos ya, es algo que ya no existe.-no había amor por ninguno de los bandos.

-¿Se lo has preguntado a ella?-dijo mientras paraba en un semáforo.-¿Eh? Quizás tú no la quieres, pero ella sí a ti. ¿Se pondría alguien con los ojos melancólicos cuando piensa en otro? No, eso sólo sucede cuando se quiere.-era el único en ver los estados de Clarissa, en realidad pocos sabían vislumbrar bien qué sentía. Él era mejor que Hizaki, yo antes era un experto pero dejé de hacerlo cuando dejé de amarla. No la comprendía, porque nunca llegué hacerlo de forma completa.

-No, no hace falta.-suspiré tamborileando mis dedos sobre el volante.

-Sabes que es cierto.-dijo incorporándose de su asiento para apoyar sus manos sobre el asiento del copiloto.-No quieres verlo, no quieres ver que hiciste daño a mamá. Eres un egoísta, papá.-aquello lo hizo a regañadientes, algo molesto.

-No es así, las cosas no son o blanco o negro. Si no la quería, si ya era una mentira, no estaba bien estirarlo todo como chicle. Eso si hubiera sido egoísta, tener su cariño a cambio de nada. Yo ya no la amaba, quería ya a Phoenix.-dije lo último casi sin aliento. Me estaba dando cuenta qué había quebrado con Uta, quebrado lo que había comenzado como un sueño y una necesidad.

-Sé que no son blanco o negro, pero debiste de hacerlo de otra forma.-tras escuchar aquello comenzó a darme dolor de cabeza.

-Lo sé, admito que no fueron las mejores formas.-respondí parando el vehículo al fin frente a una de las heladerías más céntricas.-Pero ya no hay vuelta atrás, ya no se cambia el pasado y no se puede hacer nada.-dije saliendo antes de que replicara.

-Pide perdón a mamá.-respondió nada más abrir la puerta.-Seguro que mamá se sentirá bien si lo haces.-le quité el cinturón de seguridad y esperé a que saliera.-¿Lo harás?-me miraba con esos ojos cautivadores, esa mirada que ponía cuando quería enternecerme de alguna forma.

-Eres un maldito gato zalamero, pero intentaré hacer algo.-sonrió cuando escuchó eso de mis labios, era un avance quizás para él y para mí un enorme paso.

Ese paso sería quizás sobre una cuerda fina, tan fina que pudiera hacerme caer. Temía a mi ex, la temía más que a nadie en este mundo. Sabía que un paso en falso podía hacer que esa mujer de hielo, que sólo era apariencias, terminara explotando y convirtiéndose en un volcán. Me sentía extraño frente a ella, diminuto y vapuleado. Ella podía conseguir cualquier cosa con sólo pestañear. Era poderosa, y lo será aunque quede sin un céntimo. Su poder no radica en su dinero, en su nombre, sino en su carácter.

-Papá.-me dijo llamándome la atención con mi móvil en la mano. Me había quedado pensativo. Me debatía interiormente, sabía que mi actitud no fue la mejor de todas y ella tomaría revancha por ello, al menos así lo temía.-Papá.-me puso el móvil frente a mi rostro mientras lo movía.

-Sí, dame.-miré quién era y era Uta. Terminé descolgándolo sin saber bien cómo iniciar conversación.

-Hola amor.-su tono era algo preocupado.-Desde que volvimos no me has llamado, te echo de menos y ya no podía más. Quiero verte, pero no en los ensayos de mañana. Quiero verte hoy, quiero que vuelvas a estar conmigo y me beses. Necesito que me beses.-estaba frío con mi hijo tomándome de la mano.

-Papá, vamos quiero ese batido.-gruñó jalándome.

-¿Atsu?-preguntó Uta desde el otro lado del teléfono.

-Sí, pero no puede ser. Hoy estoy con mi hijo, con el pequeño, deseo pasar el día con él como le prometí hace mucho.-mi hijo sonrió al escuchar lo que decía y me abrazó.

-Entiendo.-susurró algo confuso.-Pero ¿no te arrepientes? Por favor, dime que no te arrepientes.-en realidad no lo hacía, me había sentido libre estando con él pero sí me arrepentía en parte por el daño que había causado.

-No me arrepiento, no del todo. Sin embargo, este no es el momento.-colgué y apagué el móvil.

-¡Eres el mejor!-Hero brincaba a mi alrededor.-¡Anda! ¡Quiero batido de fresa!-gritó tirando de mí con fuerza y a duras penas cerré el coche, además de poner la alarma.

-Espera, Hero.-dije con una sonrisa en mis labios, me sentía bien al lado de aquel pequeño. Era como si volviera a ver a Hizaki, repetir todo de nuevo pero sin tantos errores. No fui el mejor padre con él cuando llego a su edad, pues estaba Hero demasiado pequeño y él no disfrutó de este lapsus de tiempo que es hacia la pubertad.

Cuando uno ni es niño ni es adolescente, cuando cabalga entre dos mundos, puede sentirse solo. Yo lo sentía. Mi padre era un desgraciado, comencé a fumar joven, me metía en peleas, intentaba no pensar demasiado y cuando me di cuenta estaba en otro continente intentando iniciar una vida más asentada. Mi hijo no debía de cometer mis errores, ni de sentirse como yo. Jamás me hubiera perdonado dejar atrás a mis hijos, hacerles sentir mal o dañarlos sin motivo. Era y soy sobreprotector con ellos.

Nada más entrar en la heladería se pidió un enorme batido de fresa, yo tan sólo me pedí un vaso de agua. No me apetecía, además después de la llamada únicamente tenía la boca reseca. Las cosas se estaban complicando cada vez más, demasiado. Ya no podía abarcarlo todo, se iba de mi control y perdía el contacto con la realidad.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt