Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 25 de junio de 2009

Dark City - Fuera de control - Capítulo 7 (parte VI)


Por supuesto, como prometí, fuimos. Al día siguiente estábamos en la dichosa peluquería. Claro que antes de salir escuché una fuerte discusión entre Jasmine y Phoenix. Todo era por mi culpa, según Jasmine yo sólo era un maldito patán que no tenía en cuenta sus sentimientos. En realidad, no era cierto aunque me escociera escucharlo. Yo tenía en cuenta sus sentimientos, si no los hubiera tenido no estaría con él.

-No deberíais de discutir.-sentencié mirándole fijamente.-Si a él le hacía ilusión ir contigo no hay problema.

-No, Atsu.-se abrazó a mí en plenas escaleras hacia la puerta del hall.-Me hace ilusión ir contigo, que todos nos vean pasear y sobretodo que todas sientan envidia porque estoy colgado de tu brazo.-tiró de mí mientras atrapaba las llaves de uno de mis coches.-Ya verás Lilian hará maravillas con este estropicio de pelo.-llevaba una gorra y todo recogido, ocultando que tinte se había ido.

-Está bien.-suspiré marchando hasta el garaje tras sortear a la perra.

-Me gustas así, tan guapo.-murmuró colgándose de mi cuello.-Últimamente te pones ropa más ceñida, juvenil y sobretodo esa colonia que tanto me gusta.-pegó su nariz a mi cuello y mi corazón se quebraba. Si hacía todo aquello no era para él, era para Uta.-Tú te pones guapo para mí y yo no. No es justo, así que hoy me pondré atractivo para deslumbrarte.-me guiñó un ojo con cierto aire de coquetería, yo únicamente suspiré.

Cuando conducía en el coche él no paraba de mirar revistas de moda, quería peinados algo andróginos y en tendencia en Japón. Deseaba ser el único que llevara ese peinado, el único. Pero estando en el ojo del huracán eso sería imposible.

-Creo que me pondré moreno.-rió bajo y jugueteó con su gorra.-Ya se fue el tinte rubio, así que mejor moreno.-bajó la visera para evitar el sol, lo hizo para mirarse en el pequeño espejo que había en el dorso de esta.-¿Crees que me quedaría bien media melena? Quizás no hasta la cintura, sino hasta un poco más allá de los hombros.

Parloteaba y a mi me estaba empezando a dar dolor de cabeza. Llevaba las gafas de sol, me alegré de ello. Si me hubiera visto los ojos seguramente hubiera dicho que no le escuchaba, que más bien parecía aburrido. Simplemente no lo soportaba. Que me hablara sobre su pelo era algo que no me importaba en lo más mínimo, necesitaba una conversación más nutritiva y lejos de la coquetería habitual en él.

-Da igual como te lo cortes.-respondí.-En serio, da igual.-dije aparcando frente a la peluquería donde me decía que iba siempre.

-No conoces a Lili.-murmuró con una sonrisa bajando del coche.-Tenía ganas de que la conocieras, entenderás el porqué lo dejo todo en sus manos.-salió una mujer de la peluquería y él corrió hacia ella.-¡Lili!

-¡Phoenix! ¡Mi niño! Estaba algo preocupada porque no venías a tu hora.-se abrazaron y después comenzaron a cuchichear.

Yo no sabía si bajar o irme. La realidad es que no me apetecía entrar en aquel lugar lleno de cacatúas insufribles, de mujeres que únicamente creían que la belleza externa era todo y también hombres. Bajé y pasé frente a ellos sonriendo levemente.

-Este es Atsu.-comentó tirando de mí, agarrándome del brazo y haciendo que me quedara parado frente a la tienda.

-Vaya, es más guapo que en las revistas.-respondió ella con una enorme sonrisa, seguramente tendría ante ella el mayor cotilleo de la ciudad. Estaría meses hablando de mí, de cómo tenía Phoenix su cabello, también de mi coche y por supuesto si podía de la talla de calzoncillos que usaba.

-Di gracias, te acaban de hacer un halago.-eso me hizo recordar a mi madre, cuando íbamos caminando por la calle y alguien decía que era un niño bastante bonito. Me sentía un prototipo de vivienda para mostrar, lo cómodo o confortable que podía ser y las hermosas vistas que regalaba al propietario.

-Arigato.-murmuré con la boca pequeña y ella sonrió aún más. Dejé de pensar en mi madre, las viejas brujas de las calles colindantes y empecé a rememorar anuncios de dentrífico.

-Pasad.-indicó ella abriendo la puerta para que Phoenix pasara, yo me abstuve y tan sólo me introduje en ese mundo, de laca y tinte, después de la mujer.

-Ven cariño, ven que te cuide ese cabello.-volteé los ojos al escuchar aquello, él simplemente la siguió como un niño ilusionado.

Hablando de niños… me hubiera entretenido bastante escuchando lo bueno que era el pepino para el cutis, lo ideal que era ir de vacaciones a la costa o lo fantástica que estaba la presentadora del canal seis, si un niño no hubiera empezado a molestarme.

-Mamá ese señor tiene los ojos raros.-comentó señalándome.

-¡Jorge!-dijo su madre algo asustada por la mirada que mostré por encima del periódico.

-¡Qué! ¡Tiene los ojos entrecerrados! ¡Seguro que está estreñido!-al oír aquello casi me enveneno.

-¿Estreñido? Cuando tu cultura de pacotilla se inició la mía tenía los guerreros más sotisficados y perfectos.-sonreí de forma maliciosa apartando mi lectura.-¿Quieres saber como es morir troceado? Puedo explicártelo…-su madre lo agarró con firmeza y el niño estuvo a punto de orinarse en los pantalones. Mi toque de Yakuza no se había diluido, es más parecía aumentar con aquel olor de amoniaco.

-Lo lamento, lamento demasiado la poca educación de mi hijo.-respondió su madre.

-Poca ¿o nula? Debería de aprender bien que hay distintos pueblos, cada uno con sus rasgos, y no criarlo en la intolerancia.-abrí de nuevo el periódico y entonces, ahí estaba.

-¡Yo lo mato!-grité y el niño se escondió tras su madre.

No era hacia él, sino hacia una noticia que se filtró sin poder hacer yo nada. Se había pegado en el circuito, mi hijo mayor no paraba de hacer el inútil y el gallito. Era la pelea que tuvo días atrás de aquella cita conjunta con su hermana. Me molestaba que se golpeara y más frente a las cámaras como si nada. Ese niño no tenía decencia, parecía importarle poco el honor y el orgullo de ser un Sakurai.

Las letras impresas narraban con pelos y señales cada detalle del altercado. Cada letra me alteraba más y más. Mi corazón parecía estallar, bombeaba tan rápido y hacía que mi respiración se volviera extraña. Salí del local encendiendo el móvil, leyendo de nuevo bien el titular mientras esperaba que contestara.

-¡Se puede saber porqué demonios te pegas con otro tipo en medio de las pistas de motos!-grité sin esperar a que respondiera nada.

-Papá, por favor me acabo de recostar.-gruñó con la voz adormilada.

-¡Te juro que te desheredaré! ¡Lo juro! ¡Como vuelvas a dar un disgusto así te mato!-grité aún más alto, no podía más. Me sentía explotar. Mi cabeza comenzó a doler, la presión arterial a crecer y mi pulso se dislocó.

-Papá por favor, tranquilízate. Ya eso pasó, ya sabías que me pegué.-respondió intentando calmarme.-Respira lentamente.-susurró algo preocupado, pero yo únicamente veía la imagen del gancho de izquierda que le había dado a ese crío.

Me veía a mí, veía todos mis errores puestos en una pequeña calcomanía. Era mi hijo, sin duda era idéntico a mí. Rezaba porque Hero jamás fuera como él, que no tuviera esa mala costumbre. Sus ojos llenos de furia en otra imagen tomada más próxima. Era increíble ver su odio, el odio desde los ojos de otro que no era yo. Acomodé mis cabellos mientras él me seguía confesando el suceso.

-El chico vino de parte de Lexter.-murmuró.-No sé como lo supe, pero lo pude percibir, que habían estado juntos. Para colmo me decía que le perdonara, que él me amaba. Yo, estaba furioso y lo golpeé. Papá, eso fue todo.-aquellos susurros no me calmaron. Ese chico tendría su merecido por haber hecho aquello. Trajo malos recuerdos a mi hijo, entendí porqué su furia y su rabia.

-Entiendo.-comenté.-Entiendo bien, pero no quiero que te expongas de esa forma.-recalqué cada palabra para que le quedara bien claro.

-Papá, simplemente me duele que alguien venga a recordarme que estuve con ese idiota.-me alegré de escuchar aquello, ya se pasó el enamoramiento del cretino y ahora tenía otro chico. Un chico que me agradaba, una persona dulce y amable.

-Cuida bien de Yue.-dije con un tono serio.-No lo dejes escapar.

-Papá, lo voy a dejar. Tarde o temprano lo voy a dejar.-respondió en un tono bajo.-Papá es dulce, es adorable, puedo tratarlo mal y él viene con una sonrisa. Pero, no es lo que quiero. Necesito proteger a alguien realmente indefenso, sentir a un hombre en la cama y no a un maniquí de porcelana. Quiero alguien maduro, no un crío.-entendía en parte eso, quería algo que no fuera dulzura y color de rosa.-No quiero un niño rico.

-Quieres un chico cualquiera, con un trabajo normal o unos estudios corrientes.-murmuré cerrando los ojos, descansando al fin de ese nerviosismo pero el pecho me dolía.

-Me gustan los chicos mayores que yo, también que sean delgados, europeos y si puede ser ingleses o franceses. No me agradan los asiáticos, he terminado por no tolerarlos. Quiero alguien que me aporte algo distinto, no lo cotidiano al mirarme al espejo.-casi estallo en carcajadas cuando escuché esas palabras de sus labios. Precisamente eso hizo que cayera en brazos de su madre, pero no lo diría y tan sólo guardaría silencio.-Papá, quiero un chico que sepa lo que quiere.

-Te comprendo, comprendo lo que quieres decir.-miraba por la ventana de la peluquería como terminaban con Phoenix, se podía ver desde la posición en la que estaba.

-Me tengo que ir, quedé con el grupo.-dijo rompiendo la conversación.

-Está bien, hablaremos otro día.-murmuré antes de que colgáramos casi al unísono.

A mi regreso al local él ya estaba listo. Le habían cortado el pelo, bastante diría yo. El corte era algo extraño en él, jamás le había vuelto a ver moreno desde hacía demasiados años. Las puntas estaban rubias, era el resto del tinte que aún quedaba en su cabellera. Sonreía observándome, esperando algún simple halago. Yo únicamente lo inspeccionaba sin saber qué decir.

-Es extraño.-murmuré tomándolo por la cintura.-Pero me gustas más así que antes.-besé su frente con cierto paternalismo y él me miró extrañado. Nunca lo había besado así, ya no había lívido.

-¿De verdad?-preguntó temeroso.

-Sí, te queda muy bien.-entonces tomé sus labios entre los míos y con cierta fogosidad le hice creer que todo era perfecto.

-Nunca me habría imaginado que dejaría mi tono rubio.-rió bajo y acarició mis mejillas.-Pero a ti te gusta más así ¿verdad?-preguntó de nuevo para concienciarse de que lo que había hecho era lo correcto.

-Sí, me gustas más así.-recalqué y él sonrió como hacía meses que no hacía.

-Ya pagué.-odiaba que pagara, no tenía suficiente dinero ya que su herencia aún la disfrutaba su hermana.

-Perfecto, pero sabes que no soporto que pagues tú.-dije tomándole de la cintura para salir de la peluquería. Ese antro del demonio me mareaba con tanto hedor a tinte.

-¿Paseamos?-esos ojos llenos de ilusión me gustaban, no quería decepcionarlo más aunque yo ya estaba decepcionándome a mí mismo.

-Sí, claro.-estaba pensativo y él lo notaba, quizás era una estratagema para que confesara todo lo que tenía en la mente. Sin embargo, si decía todo lo vivido y todo lo que daba vueltas en mi cabeza sería cruel. No quería dañarlo, no me lo permitiría.

No dimos ni cuatro pasos cuando un fotógrafo comenzó a tirar fotografías. El flash me molestaba en los ojos, me puse las gafas de sol y él proseguía tomando instantánea de algo tan común como ir agarrados por la calle. Le miré con cara de pocos amigos, aunque tras las gafas se veía disminuido el poder de mis ojos. Unos ojos que hablaban de tortura y asesinato, de que era capaz de cualquier cosa. Él se abrazó a mí, se colgó de mi cuello y comenzó a besarme. Yo seguí el juego, pensé que no hacerlo acarrearía dudas en él y en cualquiera. Fui fogoso, más que en privado, y al desprenderse de mi boca él gimió pestañeando.

-Vamos a casa, no se puede caminar en libertad.-fuimos hasta el coche, retrocediendo nuestros pasos, para volver a casa en menos de media hora.

Mientras conducía él parloteaba. Decía que había sido increíble mirarse al espejo y ver el nuevo look. También dijo algo interesante, que deseaba tomar un aperitivo en el jardín con el pequeño y conmigo. Comentó que ya que éramos una perfecta familia y teníamos un perfecto jardín… debíamos tener una perfecta cena. Eso me recordó tanto a Clarissa que me dieron leves escalofríos.

Quise cumplir su deseo y acepté tomar algo en el jardín. Él preparó todo y yo simplemente me cambié de ropa. Dejé la que llevaba y me puse unos jeans desgastados con una camisa blanca abierta. Volví donde ellos y el pequeño Jun ya se distraía jugando con las mariposas. Balbuceaba riendo y aplaudiendo el baile de colores que había junto a las luciérnagas. Phoenix parecía más atractivo que antes en el coche, una camiseta suelta y un pantalón bastante corto. Estaba descalzo y colocaba todo sobre un pequeño mantel.

-Ven aquí cariño.-dijo tomando al niño en sus brazos.-¿Te gustan? Cuando seas mayor te compraré gusanos de seda, para que tengas cientos de ellas.-besó su sien y yo por una extraña razón me sentí un idiota.

Deseaba tanto a Uta, quería volver a los años aquellos donde era libre. No tenía responsabilidades, no tenía nada más que ver pasar una larga vida ante mí. Quería ser el líder de una banda gracias a mi talento y al de mi mejor amigo, Imai Yamada. Sacaría a mi madre de aquella situación, viviría sin golpes y sin el aliento del alcohólico déspota de mi padre. Quería volver a esos días y Uta era la puerta al desorden, la locura y sobretodo la pasión. Lo he repetido mil veces, pero creo que eso me confundía. Phoenix era el sosiego de mi madurez, la belleza delicada y el aroma que transportaba a una vida relajada. No quería relax, aunque lo necesitaba. Deseaba agitación, nervios y tanta emoción como pudiera.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt