Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 10 de julio de 2009

Dark City - Fuera de control - Capítulo 7 (parte IX)


-Atsushi.-susurró mi nombre clavando sus ojos en los míos.-No.-balbuceó sin saber cómo decirlo de alguna forma que ambos comprendiéramos.-No actúes así.-susurró tomando un poco más de confianza, elevando el tono hasta uno más habitual en ella.-Un hijo jamás es una desgracia y ten en cuenta que tu hijo no es tan pequeño.-eso no podía decírmelo ella cuando aún los veía como sus polluelos, a pesar de que a veces no los creía y pensaba o presuponía que eran fuertes, sabía bien que veía igual que yo a Hizaki como un crío.-Si tuvo la madurez para meterse con alguien, la tendrá para criar a un hijo.-tenía razón en ello, pero no daría mi brazo a torcer en el asunto que eran demasiado jóvenes.-Felicidades supongo.-dijo observando con frialdad a Megumi.-No puedo creer que seré abuela, Hizaki.-comentó intentando centrar quizás su cabeza, aún estaba algo desubicada.-Sólo una cosa te digo, es tu responsabilidad, y como tal, aprenderás a responder por ese niño.-sus ojos estaban clavados en los de mi hijo.-No consentiré ni que tu padre o nadie te ponga todo en bandeja de plata.

-Pienso seguir empeñado en mi carrera, tendré tiempo para cuidarlo y papá me debe un piso. Se lo recuerdo ahora porque lo necesito.-lo miré casi sin aliento.

Durante mucho tiempo después de conocer a Miho me pregunté que hubiera hecho si hubiera sabido la existencia de mi hija. Miraba a mi hijo atónito como tomaba la responsabilidad sin pestañear, con miedo quizás a nuestras reacciones, pero no se dejaba aturdir por nada que dijéramos. Estaba convencido de ello, de tener el bebé en sus brazos y educarlo hasta que fuera un hombre. Me di cuenta que no crié tan mal a mi hijo, que lo hice un buen hombre y sensato. Sin embargo, temía por mi nieto. Aún al escribirlo siento ligera extrañeza. Era joven para ser abuelo, también lo fui para ser padre, ellos crecían rápido y yo me aferraba a que pararan su desarrollo.

-Sólo diré una cosa.-murmuré mientras abrazaba a Uta. Él tenía pánico de una recaída de las mías.-Ni se te ocurra dejar que esa mujer se largue con él.-es lo que yo hubiera hecho con Miho, hubiera obligado a Megumi a vivir próxima a mí y que mi hija me reconociera como tal.

-Papá se casa con otro, no me dijo que tenía novio y el novio no lo sabe. El novio está en Japón... yo.-se quedó callado porque no sabía como continuar, quizás le dolía aún el engaño que de la chica o tal vez porque era difícil explicar todo en un breve resumen.-Por una extraña razón cuando me lo dijo pensé que dejaría a su pareja, pero su idea era distinta. Quería abortar y no lo permití, ese niño es tan mío como suyo.-frunció el ceño de una forma que me hizo estremecer, al igual que esa apretada de dientes, intentaba concentrarse y envalentonarse como yo lo hacía frente a mi madre. Uta tenía razón, lo vi claro.-No controles mi vida, ya se lo dije a mamá... no quiero que ninguno se meta en mis decisiones.

-Por una vez hiciste algo sensato.-sentencié tras escucharlo.-Pero.-susurré tomando aire.-¡Existen los condones! ¡Joder!.-grité estallando de nuevo y Uta se aferró tanto a mí que me tranquilicé en una fracción de segundo.-¿Estás bien?-murmuré mirando a Megumi, para después hacerlo con Clarissa.-¿Estáis las dos bien?-

-Acchan.-Uta tan sólo se aferraba más a mí.

-Sí, estoy bien.-dijo antes de levantarse para encaminarse hacia nuestra hija. Megumi era fuerte, era una mujer que había vivido cosas peores igual que yo.-No voy a decirte nada como tu padre, simplemente espero que él este contigo para apoyarte, ayudarte y hacer lo que un hombre debe de hacer con la madre de sus hijos.-eso fue una puñalada trapera hacia mí, o al menos así lo sentí.

-Se que estará conmigo y sé que existen los condones, pero si te toca...-susurró mirándola a los ojos, aunque claramente lo de los condones fue una indirecta.-Te toca.-me miró a los ojos y yo tan sólo tomé aire.-Los niños no se planean. Llegan.-cerró sus ojos intentando mantenerse entera, tal vez.

-Seré abuela.-aquello era una afirmación para gravárselo bien a fuego.-Debes de dejarme cuidarte o al menos.-sonrió cuando decía aquello, podía ver su perfil.-Cuidar de mi nieta o nieto.-yo rogaba que fuera un chico, una chica daba demasiados problemas y yo lo estaba viendo en esos mismos instantes.-Quisiera que fueran dos.-al decir eso creo que mi hija puso la misma expresión que yo.-Déjame soñar Miho.

-Por dios Megumi no digas eso de broma.-dije recostado en el sofá.-Mierda de día. Primero el capullo en el aparcamiento, el idiota del camarero y ahora esto... ¿y mi jodido refresco?-tenía los ojos cerrados cuando llamaron a la puerta.

-Ya voy yo, tú calmado.-dijo Uta que saltó como gamo para ir a la puerta.

-Aquí tiene lo que pidió.-comentó aquel estilizado camarero que intentaba ojear la escena.

-Arigato, después pagamos.-le plantó la puerta en las narices.-Atsu...Atsu...-murmuró mientras me ofrecía el refresco.

-Hablando del rey de Roma.-susurré dándole un trago aún con los ojos entrecerrados, estaba algo mareado y cansado.

-Hizaki...me retiro, tengo miles de pendientes.-lo dijo de forma tan fría que creo que bajaron varios grados en la habitación.-Me gustaría hablar contigo en cuanto puedas, a solas.-recalcó.-Doy por hecho, que no me necesitas aquí para nada.-ya tenía colocado el bolso y se había levantado girándose hacia la puerta.

-Si te he llamado es porque te necesito.-lo dijo bien alto, tanto que lo miré fijamente intentando averiguar el porqué de su necesidad. Pero él no tardó en decirlo a todos, bien claro.-En este momento estoy cagado de miedo, y no es únicamente por lo que penséis de mí. ¿Te crees que no tengo miedo? ¿Que no tengo miedo a ser un desastre de padre? ¿Te crees que nací sabiendo cambiar pañales? Con Hero he aprendido un par de cosas, con Jun también. Pero no son mis hijos, no tengo que educarlos yo.-comenzó a llorar mientras hablaba sin que le temblara la voz, apretó los puños y agachó la mirada para volver a verlos a todos.-Es la primera vez que tengo miedo.

-No llores inútil, que por el embarazo estoy más sensible de lo normal y me harás llorar igual que tú.-sus instintos maternales afloraron con Hizaki, lo tomó como si fuera un niño estrechándolo entre sus brazos.-Y créeme, no eres el único que tiene miedo...

No, no era el único. Creo que todos lo teníamos. Unos por la responsabilidad que debían afrontar, otros porque seríamos abuelos y Uta tan sólo temía que me diera un infarto. Mi ex permanecía de pie observándole, quizás meditando qué decir.

-Si os hemos hecho llamar es por algo. No para que uno nos encañone prácticamente, otra casi despelleje el sofá y tú te largues como si no pasara nada. Carajo ¿ya olvidáis como os sentisteis vosotros?-rodeó a Miho con sus brazos y noté como ese lazo de afecto estaba forjado. Tan sólo hice que se conocieran, pero entre ellos habían urdido todo como si nada. Sin duda, ya estaba tranquilo en ese aspecto y eso me calmó en cierta medida. Si bien, pensar en que tendría nietos no era la noticia más feliz del mundo para alguien que se siente joven.-Yo no pedí ser padre, pero tengo los huevos suficientes para aceptarlo. Tan sólo quiero apoyo, ya tomé mi decisión.

-Dejen de portarse como si fuera el fin del mundo...todos.-dijo observándonos a nosotros, no a ellos. Clarissa era la más entera de los tres.

-Ella estará embarazada, pero al parecer ama a su pareja. Tampoco es que sea tan niña como para tener un hijo.-observó a Megumi y sonrió leve calculando su edad, de eso estaba seguro.-Con un leve cálculo rápido, si no fallo, no fue mucha la diferencia de edad a la cual tú tuviste a tu hija.-Uta sentía escalofríos podía notarlo, Megumi intentaba tranquilizarse aún más porque al sentarse a mi lado… temblaba todavía.

-Y a ti... si necesito repetirte que tienes mi apoyo, quizás no me conoces bien Hizaki.-le hizo una radiografía con la mirada y luego relajó el rostro.-Aun intento procesar e imaginar como será oír que alguien me llame abuela...

-No es el fin del mundo Clarissa.-dije levantándome.-No soporto a su novio, es un descarado que no tiene los suficientes huevos de plantarme cara. Y nuestro hijo.-hice un inciso para aproximarme a él y respirar profundamente.-Aún no tiene ni diecinueve años.-

-¿Y qué? a caso no he cuidado bien de Hero ¿no es así? ¿A caso no cambio los pañales de tu hijo cuando me lo pides? Más de una vez te he hecho de canguro, Miho también. No veo ningún problema en que no sepamos tratar a ...-tenía que interponerme en su respuesta, no era bueno apelando responsabilidades.

-Eso ha sido una visita, no es el día a día. No es igual a cuando llora y no sabes qué tiene. No es todo pañales, nanas y comida. Recuerdo aún los primeros meses tuyos. Era un caos, no parabas de llorar. Siempre tenía miedo y angustia porque te ocurriera cualquier cosa.-aquello no lo sabía.-Tu madre se llevaba despierta horas acunándote... no estabas enfermo, no tenías hambre, no tenías el pañal sucio... pero llorabas. Pensábamos que era del calor del verano... pero ahí estabas llorando y después descubrí que eran sólo intentos tuyos de chantaje desde que tenías pañales. Intentos de que siempre estuviéramos a tu alrededor.

-Tan egocéntrico como tú Atsu ¿qué querías? Además el niño tiene razón.-intervino Uta.-Por favor Atsu. Tú siempre serás un greñudo busca pleitos ¿acusas a tu hijo de ser un idiota que solo busca peleas? ¿Quién se pegó el otro día con otro madurito por culpa de una pelea tonta? Por favor...-dijo encogiéndose de hombros con media sonrisa dibujada en su rostro.

-Uta...-mi padre estaba por despellejarlo al dar aquella información.

-¿Sí?-preguntó.

-Cállate y deja de ponerme en evidencia.-susurré y Uta me palmeó la cabeza.

-Es la verdad, trágatela.-respondió y pasó frente a mi ex mujer.-Felicidades, piénselo como un pequeño regalo. A vuestra edad no es lógico tener ya más hijos, por lo tanto esto es un regalo. Podéis vivir la maternidad y la paternidad de nuevo sin tantas complicaciones.-se giró antes de salir de la habitación.-¡Miho! nos vemos en casa... tengo que contarle todo esto a tu otro tío.

Clarissa salió de la habitación tras él, yo simplemente fui hasta mi hija y besé su mejilla para mirar receloso a mi hijo. Si bien, era mi hijo. Yo tenía que perdonarle todo, aceptar cualquier cosa que hiciera aunque le reprendiera.

-Vamos Megumi te acompaño a tu habitación.-dije extendiendo mi mano hacia ella y la tomó. Dejé a ellos dos con sus problemas, con sus nervios.

-¿Qué piensas hacer?-preguntó cuando estábamos algo alejados.

-Le regalaré el piso y algunos muebles, los otros seguro que ponen algo de su parte para los dos. Ten en cuenta que son mis hijos y ellos mis mejores amigos.-me sentía algo mejor, libre de tensiones a pesar de que todo aquello era una preocupación y lo sería hasta que cumplieran la mayoría de edad. No sólo era un rompecabezas para los padres, también para los abuelos y nosotros ya entrábamos en esa categoría.

Al llegar a su habitación besé su mejilla y ella se metió rápidamente para descansar. Yo regresé a casa y casi me como a Phoenix con la mirada.

-¿Qué?-interrogó mientras daba el biberón al niño.

-Lo sabías.-respondí y él estaba confuso.-Dijiste lo de los nietos, lo sabías.

-¿Qué? Sólo fue un comentario…¿por qué dices eso? ¿Miho está embarazada?-no lo sabía, eso podía leerlo en sus ojos. Pero, odiaba que tuviera razón y que hubiera dado en el clavo.

-Miho está embarazada y el inútil dejó preñada a una chica… no preguntes, necesito un baño y dormir todo el día.

Tal como dije, dormí. No me sentía cómodo con la noticia. No sentía que Eduart pudiera hacer feliz por completo a mi hija, lo veía demasiado traumado por todo lo que le había sucedido en su vida. Hizaki no era capaz de cuidar de él, menos de un bebé. Todo era demasiado precipitado y yo sabía que Phoenix quizás me mentía. Me desperté con el sonido del móvil que se agitaba sobre la mesa cercana a la cama. Lo atrapé algo dormido, pero no demasiado. Vi bien el número y contesté.

-Acchan.-esa voz dulce de Uta me calmaba y a la vez me preocupaba. Estaba entregando demasiado a él, nada a Phoenix. No sabía bien que rumbos tomar, pero si me hubieran dado a elegir lo hubiera tomado a él.-¿Estás?

-Yutaka.-susurré algo adormilado.-¿Qué sucede?-interrogué y él rió bajo.

-Pensé que querrías venir a tomar unas copas conmigo.-de dulce pasó a un tono risueño. Él era así, cualquier palabra mía le hacía llenar su voz con ilusión.

-No puedo, tengo que cuidar de…-antes de que acabara cortó la comunicación.

Seguramente se molestó por lo que había dicho, sin embargo no supe si llamarlo o no. me quedé pensativo unos minutos. Me di cuenta que quisiera o no estaba haciendo daño a dos personas, de nuevo. Él terminó llamando, lo hizo de una forma más melosa que de costumbre y me rogó que le acompañara a comprar un regalo para Miho. Sopesé si decir que no o que sí, pero al final accedí. Me levanté, me puse ropa cómoda y le comenté a Phoenix donde iba, pero no con quien.

Al llegar al centro comercial él me esperaba con un enorme conejo rosa entre sus manos. Parecía un chiquillo cualquiera, uno de tantos que van al lugar para pasar todo el día. Sus pantalones algo caídos y rasgados, su camiseta de tirantas gris con un corazón en el lado junto a sus cabellos siempre perfectos. Era extraño, pues nada más verlo cualquier remordimiento se evaporaba.

-¡Mira!-gritó cuando me vio a lo lejos, lo movía de un lado a otro.-¡Compra otro para Hizaki!-camino hacia mi y me dio un beso en la mejilla.

-Estás muy guapo.-nada más eso lo puso nervioso, sonrojado y sin saber que hacer o dónde mirar.

-¿Tú crees? Vine de compras con Megumi, no pude parar de probarme ropa de la zona juvenil. Me gustaba toda.-tiró de mi brazo y me llevó a la tienda de peluches.-Anda compra otro para el bebé de Hizaki.-dijo sonriendo emocionado, completamente ilusionado con aquellos bebés.-No me quedaba suficiente para otro.

-Está bien, está bien.-comenté con una sonrisa leve. Tomé el conejo del estante y lo llevé hacia la caja.-Me llevo este.-era como el que llevaba él.

-Seguro que quedará bien en la habitación del bebé.-comentó observándome de reojo.

-Sí, siempre queda bien.-respondí.-Aunque deberías hacer algunos de tamaño medio, como los que haces usalmente para regalo.-agachó la mirada con una sonrisa tímida en sus labios.

-¿Te diste cuenta que lo hice yo? Digo el de Jun…-murmuró.

-Sí, me di cuenta.-la chica me cobraba con la visa y me hacía firmar mientras.

-¿No te lo dijo Miho verdad?-dijo tirando levemente de mi manga.

-No.-tomé el muñeco y me despedí con un movimiento de cabeza de la chica del comercio.-Te conozco muy bien.-susurré y él se puso nervioso.

-Llevemos los peluches al piso alquilado que tiene Anii.-se paró frente a una tienda de golosinas, como si aún fuera un crío, y las observaba acariciando el cristal.

-¿Por qué no compras?-pregunté y él rió.

-¿No te acuerdas ya? Me pongo hiperactivo… por eso siempre intento no tomar tanto dulce.-notaba en sus ojos que deseaba besarme, que todos nos vieran y se acabara el teatro.

-Aquí no, Uta.-susurré y él echó a caminar hacia el estacionamiento.-¿Te ofendiste?

-Me conformo con poco, lo sabes, pero después de lo del otro día quiero más y más. No me reconozco, me siento como si fuera un ambicioso que no tiene límites. Desearía que todo fuera diferente, que él ya no te quisiera y poder ser yo tu novio. Poder gritarle a todo el mundo que…-susurraba aquellas palabras, notaba perfectamente que había algún que otro periodista entre los jóvenes que había en un bar cercano. A pesar de que hablábamos siempre en japonés, incluso él tomaba esas medidas de susurros cuando pasábamos por algo como aquello.

-Lo sé.-dije serio y él también puso la misma seriedad.

Sin embargo, nada más llegar a mi coche y notar que nos alejábamos de todos y todo noté su mano. Esa delicada mano pequeña que acariciaba mi entrepierna. Aceleré deseando dejar todo en casa de su hermano e ir a las afueras, disfrutar de unos minutos juntos para llevarlo a su casa junto a Miho. Así hicimos, no había nadie en el departamento y a la salida bajamos hacia el coche casi corriendo. Parecía una competición a ver quien llegaba antes, al motarnos terminamos estallando en carcajadas.

Fuimos a un motel de carretera, uno de esos donde a penas llegan emisoras de televisión y los periódicos se compran en la gasolinera más cercana a más o menos media hora en coche. Pedimos una habitación donde iniciamos un sutil tonteo. Sabíamos que sólo teníamos unos minutos, unos minutos cómplices para besarnos y perdernos el uno en el otro.

-Te echaba de menos.-le decía, mientras acariciaba su cinturón jugueteando con el borde de su pantalón.

-Atsu no dará tiempo a uno completo.-dijo arrodillándose.-Pero quiero que tú disfrutes.-mordisqueó mi entrepierna entonces, algo que me descolocó. Tanta iniciativa por su parte no era habitual.-Siento que te pierdo, no sé porqué, sin embargo quiero que te quede claro que soy la mejor opción.-no se detuvo a bajarlos, sólo abrió la bragueta y hurgó hasta conseguirlo.

-No me pierdes, ni lo harás nunca.-llevaba su colgante, por supuesto, pero eso parecía no bastarle.

Su lengua comenzó a realizar delicias sobre mi piel, su humedad y calor era desquiciante. Lo hacía con cuidado y temor. Quizás temía que no me gustara lo que hacía. Si bien, era mejor que la maestría de Phoenix. Más de una vez lo he dicho, pero me gusta recalcarlo. Era erótico saber que, si no era el único, debía ser de los pocos que él había tenido entre sus labios.

-Uta.-dije cuando todo había acabado, él tan sólo estaba temblando esperando que le dijera un te amo. Así que simplemente lo alcé, lo abracé y susurré lo que deseaba oír.-Te amo, mi corazón es tuyo. No tengo que elegir nada.-sus piernas temblaban y él comenzó a llorar.

-Cásate conmigo.-repitió como aquella agónica vez.-Cásate conmigo… por favor. No te cases con él, te juro que yo sólo quiero verme contigo en el altar… no quiero fiesta, ni quiero regalos, ni que todo el mundo nos mire. Yo sólo quiero tener la seguridad de que eres mío, sólo mío.-besé su cuello sin decir nada, no quería darle esperanzas de algo así.

-Sabes bien que por ahora no.-faltaban días, ya era nada. Estaba ahí la boda, no podía arruinar el sueño de Phoenix por una chiquillada de dos maduros que echaban de menos los suyos.

-Te amo, yo te amo más que él y durante más tiempo.-sabía que decía la verdad, que me amaba y que hacía mucho desde que lo hacía.-Yo he cuidado a tu hija, es mi hija también. Miho no termina de sentirse cómoda con la idea de Phoenix, no desea conocerlo, pero sé que le haría feliz que fuéramos tú y yo quien se casara. ¿No sería perfecto?-preguntó casi llorando.

-Me gustaría que todo fuera distinto…-susurré acariciando sus cabellos.

-¿Por qué no dormimos hoy juntos?-preguntó.-Como si la realidad fuera otra ¿sí? Dime que sí, por favor.

-Otro día, te lo prometo.-él sonrió algo consolado al escuchar aquello.

Sequé sus lágrimas y subí mi cremallera. Lo llevé a su casa y durante el camino estuvimos cantando viejas canciones, él parecía animado ante la idea de que pudiéramos dormir abrazados. Nos paramos en una carretera secundaria y nos besamos de forma que él perdió el aliento, yo estuve a punto de hacerlo también. Temblaba en mis brazos, era como un adolescente y quizás era lo que tanto me gustó siempre.

Nada más dejarlo en su apartamento me sentí vacío, el coche no era lo mismo y deseé volver para dormir como él había pedido. Al llegar tuve más gritos de Phoenix, era de noche y él decía que se sentía solo. Únicamente me marché al despacho y me serví una copa de whisky. Me sentía mal al llegar a casa, últimamente era siempre así. Desde que comenzamos a vivir nunca estaba contento, con una cosa u otra me buscaba para molestarme. Eso me hacía sentirme aún más confuso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre escucho a LDC cuando me siento mal. Es una de las canciones mas llenas de sentimientos.
Y es porque me encanta.

Si, estoy bien, manana ire a Madrid^^
Y tu? Que tal?

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt