Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 2 de septiembre de 2011

El Show debe continuar



Otro de mis personajes... vuelve a la vida.
No quería que siguiera llorando, no merecía ese triste final.

El show debe continuar

El Show debe continuar, el espectáculo no debe cesar aunque el actor se sienta al borde de la muerte. Por ello no me rendí, jamás me rindo. Hice que el telón se alzara, me puse una máscara ocultando mis lágrimas y salí a recoger los aplausos. Todos decían que mantenía una entereza inexplicable. Nadie sabía realmente cuánto lloraba en las noches aferrado a su camisón.

Estuve casi un mes llorando la muerte de mi mujer. Un disparo justo en su corazón hizo que este dejara de latir, que explotara, y que el mío muriera con ella. Mi alma se hizo trizas, el dolor se hizo tan intenso que casi no podía respirar ni pensar con claridad. La muerte se veía tentadora, tan tentadora como una fantasía perfecta. Pero yo no era un cobarde, yo era un hombre hecho a sí mismo. Mis hijos me necesitaban, mis amigos también y por supuesto mi pequeño imperio.

Mis hijos no merecían a un padre derrumbado, aunque eran tan pequeños que no atinaban a saber porque ya no cantaba o no reía con ellos. Camil preguntaba por su madre a diario, yo simplemente respondía que era un ángel que nos cuidaba a los tres. En los negocios todo era más rutinario, no veía la belleza del arte ni mostraba interés alguno más allá de los tratos más turbios.

Me hice de hielo, me congelé ante cualquier emoción. Me retiré del sentimiento, de cualquier sentimiento, que me pudiera ofrecer felicidad. Unos se dan a la bebida, otros nos dedicados a desarrollar esa parte oscura y tétrica que jamás creerían. De ese modo los negocios turbios fueron mi consuelo. Quería encontrar a Dorian Lambert, ese maldito desgraciado que torció toda mi vida. Aunque el culpable era otro. No merecía estar vivo, no supe protegerla. Ella murió por mi culpa y aún el disparo retumbaba en mi cabeza. Buscaba culpables, pero al mirarme al espejo no podía dejar de culpar al hombre que estaba al otro lado.

Me sentía un hombre sin suerte. Durante meses creí ser un hombre afortunado, que nada ni nadie podría arrebatarle lo poco que había logrado en esta vida, lo poco bueno y decente. Parecía condenado a ver morir a mis parejas, también a ver como se iban de mi lado sin más y como compañía palabras de odio en la maleta.

Mi vida se había convertido en una gran mentira, un disparate. Era un monstruo cuando conocí a Rose, pero ella me transformó en príncipe azul. Durante el tiempo que viví a su lado me sentí puro y noble, no un asesino sino un hombre culto y entregado. Pero, como he dicho, el show continuaba una vez más. Había decidido apostar por seguir con mi mentira, aún más engrandecida, y dejarme llevar por las tinieblas.

Habían pasado dos meses, dos meses justos de su adiós. Llegaba el otoño y el frío se hacía presente cada vez con más fuerza. Septiembre había asomado sin previo aviso, como si no interesara que le hicieran una pequeña introducción en nuestras agitadas vidas. Sí, las vidas. La vida regresó con Septiembre. La universidad llenó de risas, prisas y deseos de cientos de soñadores; pero también los institutos y colegios. Los hombres de negocios llegaban con energías renovadas, con nuevas propuestas. El ciclo de arte y las fiestas de otoño estaba en boca de todos. No importaba que los árboles quedaran desnudos, que un pálido hombrecillo como yo caminara por las calles perdiendo la elegancia una vez tuve.

Aquel día estuve encerrado en mi oficina del gran Teatro Darkness. Confirmé durante horas los espectáculos, cerré contratos y mandé la impresión de los horarios finales. Desde primerísima hora de la mañana había hecho que mi ordenador se convirtiera en mi confidente, mi aliado. Mi secretaria estaba estresada, ella había entrado nueva en las oficinas porque retiré a Teru de allí.

Mi amigo Teru, otro que sólo me causó problemas y preocupaciones esos meses. Había destrozado la vida del hombre que decía amar. Le di vacaciones inesperadas e inexplicables, no lo quería frente a mí. Él podía ser feliz y se dignaba a destrozar lo que podía tener, una familia y alguien a quién abrazar amorosamente. Me hacía daño su presencia, lo quería lejos.

Eran prácticamente las doce del medio día, decidí salir a tomar un brunch, algo ligero antes de tener un almuerzo importante. Un nuevo cantante que vendría de gira a la ciudad, quería dar su pequeño concierto privado en una de las salas del teatro, la más amplia, y a la vez promocionar allí mismo su último proyecto... eso sería dinero para mí, promoción y sobretodo me implicaría en mi negocio olvidándome de Rose.

Nada más entrar en al cafetería noté que estaba repleta, la universidad estaba a punto de abrir sus puertas una vez más y todos los estudiantes comenzaban a llenar cualquier rincón de la ciudad... incluso la cafetería de Preciados... no era cara, con el carnet de estudiante valía como otra normal y allí servían buenos dulces y cafés. Seamos sinceros, ¿qué joven no ama la bollería? Todos se veían tentados como ratas frente al flautista, por los módicos precios que la señorita Mariette ofrecía.

Desentonaba allí. Un hombre de mi edad, con un traje de Armani de última temporada. Una presencia completamente oscura por las ropas, pálido y con los ojos azules enrojecidos. Mis rubios cabellos caían arremolinados sobre mi frente, el viento había revuelto mi peinado y de él no quedaba demasiado. El día estaba nublado, muy agitado, como todos allí. El único asiento libre estaba frente a un joven de orígenes asiáticos, el cual andaba muy disperso en sus pensamientos.

Entablamos pronto una conversación banal, después indagamos sobre arte y le invité a conocer mi teatro. Allí le mostré varias salas, quería que contemplara fascinado la belleza que albergaba. Estudiaba Historia del Arte, él comprendía bien mi amor por este y por conservarlo. Su presencia se hacía cada vez más próxima, más urgida, y pronto necesité saborear sus labios. Fue en mi despacho, sin importarme nada ni nadie.

Un joven de su edad, de recientes veinte años, me ofreció unos minutos de descanso a su lado. Mi boca no echó en falta la de Rose, fue como si ella jamás hubiera existido. En ese momento, sólo existíamos él, nuestros impulsos y yo. Era un juego de necesidad, de mutua atracción. Esos segundos, ese breve espacio de tiempo, dio a otro más entregado.

Mi secretaria no se encontraba en su despacho, cerré la puerta con llave y dejé que me desnudara. Mis manos iban rápidas sobre su tela, apartándola y arrojándola a un lado. Mis labios se contaminaban con los suyos, aún más, y de una forma tan intensa que me mareaba. Terminé por abrazarlo, desnudos ambos, sintiéndonos como si fuéramos los primeros hombres sobre un nuevo paraíso.

-No creo que esto esté bien.-murmuró confuso.

-Yo creo que sí lo está.-dije acariciando cada milímetro de su rostro.-Lo está, Arthur.

Aparté las carpetas que se encontraban sobre un lado de la mesa, al igual que el marco de fotos donde se encontraba mi difunta segunda esposa. Hice que su cuerpo cayera sobre el escritorio y allí mismo le hice mío. La fogosidad de su cuerpo aceptó la mía. El calor se hizo intenso, parecían las llamas del infierno que me condenaban. Sus gemidos eran deliciosos y mis jadeos bailaban junto a ellos en un vals pecaminoso.

No me arrepiento de nada, menos de ese instante en el cual llegamos al climax. Pude ver el cielo nuevamente como se abría ante mí. Una paz intensa recorrió cada molécula de mi cuerpo y mi alma sintió cierto sosiego. Mi mente ya se torturaría más adelante, pero en ese instante fui inmensamente feliz.

Hace dos semanas de aquello. Algo en mí me impulsaba a buscarlo entre tantos estudiantes. Por pudor, o tal vez por miedo, no me dijo demasiado de él. Ya que después de esos segundos de gloria mi secretaria abrió con su llave, olvidé que le había entregado una copia, nos vio desnudos aún saboreándonos y recorriendo nuestros cuerpos tras aquel acto tan impropio en mí.

-Kamijo, no esperaba que desearas volver a saber de mí.-dijo con cierta timidez en su timbre de voz cuando lo hallé, estaba sentado en uno de los bancos aledaños al jardín de la facultad de Historia.

-¿Por qué no iba a desearlo?-pregunté con un tono calmado.

-Cosas estúpidas que uno llega a pensar.-se levantó de su asiendo y me rodeó entre sus labios. Sus labios volvieron a rozar los míos y yo rodeé su cuerpo estrechándolo.

Ahora me dispongo a comenzar este aventura. Mi corazón aún sigue viudo, pero quiero darle una oportunidad. Necesito que la primavera regrese a mi lado y espero que esta vez no se vaya.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt