Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 16 de septiembre de 2011

Tears for you - Capítulo 3 - Lágrimas, pólvora y sangre (Parte IV)



Habríamos llegado en menos de media hora al muelle, sin embargo debido al tráfico de primeros de septiembre nos encontramos atrapados durante una hora tras un camión de hortalizas. Yo decidí cantar bajo las canciones que iba regalándonos la radio, él simplemente refunfuñaba y jugueteaba con sus dedos sobre el volante. Podía leer su mente con claridad, odiaba esperar y más encerrado en un vehículo por muy de alta gama que fuera.

-Debí traerme una revista.-dije colocando los pies sobre el salpicadero.

-No pongas así los pies.-respondió bajándolos el mismo.-No quiero problemas con la policía de carretera, así que por favor abstente de comportarte como un niño.

-Entonces sacaré la cabeza por la ventana y ladraré, porque otra cosa no me queda por hacer.-fruncí el ceño y torcí los labios, quería divertirme al menos allí dentro y acomodarme de una forma que fuera agradable.

-Yosh, no estoy para tonterías.

Amaba a Kurou, pero cuando se ponía en fase paternal restrictiva deseaba agarrarle del cuello y apretar hasta que le faltara aire. Quería romper reglas, todas si podía, y él iba poniéndolas unas tras otras. Un día haría que cayeran todas esas fichas y vallas que iba acumulando, formaría un estropicio terrible y me reiría de su estirado comportamiento que a la vez amaba. Su estilo inglés de caballero educado y calmado era algo que admiraba, si bien odiaba cuando me lo aplicaba a mí.

“La inocencia se desvanece junto a los sentidos de la hipocresía.
No quieras encontrarle sentido a tu vida buscando respuestas en la mía
Piérdete, muérete, olvídame y por favor que esta vez sea para siempre.
Veo tu sombra caminar por los tejados del ayer.
¿No dijiste que me te irías? ¿Por qué vuelves a mi lado?
La inocencia se perturba frente a tu hipocresía.
Jamás me amaste, jamás fuiste mía.”

Sonó una melodía desconocida para mí, pero la voz era la de aquel muchacho. Esa canción era distinta a todas las que le había oído. No era de odio a la sociedad, tampoco de aquel dulce ángel que decía amar con intensidad, sino una desesperada canción a una vieja amante. Recordé entonces a Isabela, esa maldita desgraciada y sus hipocresías tatuadas con labial rojo. Miré a Kurou fíjamente y suspiré cerrando los ojos, para luego apagar la radio molesto.

Estuve en silencio casi media hora, cosa rara en mí, y cuando bajé lo hice con ganas de liberar la tensión que parecía azotar mi cuerpo. Caminé decidido olvidando a mi esposo, no importaba ahora mismo si él me seguía o no. Los planes habían cambiado, necesitaba destrozar algo antes que me destrozara a mí mismo.

Entré en almacén y disparé a quemarropa a uno de los empleados, después al siguiente que se puso frente a mí, así hasta llegar a contar más de diez cuerpos a mis pies. Tan rápido se vació el cargador saqué otro con la misma valentía y rabia con la que me disponía a deshacerme de aquella lacra.

-¿Dónde está tu jefe?-dije a uno de los pocos supervivientes, tomándolo del mono de trabajo.-¡¿Dónde?!-grité molesto esperando que me diera indicaciones.-Dime de una vez.-puse la pistola en su sien y noté como se orinaba encima.

-Está en su oficina con la secretaria, en la oficina de la nave contigua.-susurró esperando que bajara la pistola, pero sólo hice sonar un nuevo disparo directo a su repugnante cerebro.

Miré a mi alrededor y únicamente quedaba un par de supervivientes, a uno lo maté de tres disparos seguidos en su cabeza, quedó con el rostro deformado, y el que se había librado de la masacre lo hice salir de detrás de unos bidones vacíos. Temblaba y rezaba por su alma cuando mis dedos se enredaron en su grasiento pelo.

-Yosh, esto no era lo planeado.-escuché la voz de Kurou.-Kamijo se molestará.

-Me importa muy poco lo que diga el simple de mi hermano, y tú mejor cállate.-le miré a los ojos fijamente.-O te envío de vuelta con Isabela, justo a las profundidades del río Thamesis.

-¿Qué tiene que ver ahora ella?-preguntó dudoso de haber escuchado bien su nombre.-Yosh, por favor reacciona.

-¡Reacciona tú!-dije mirándolo a los ojos.

-Por favor, no me mate.-escuché aquellas palabras cobardes y lo encañoné.-No, por favor.

-Kurou, prende fuego a esta nave ahora mismo pero saca antes las balas de cada uno de los cuernos, no quiero que mi pistola quede registrada.-él asintió preocupado, pero a la vez se mostraba como aquel demonio sádico.-Podrás llevarte el trofeo que quieras, te lo prometo.-ahí sonrió olvidando por completo mi reacción y se centró en sus macabros juegos.

Caminé a paso ligero agarrando a ese pobre infeliz del pelo, casi se lo arrancaba. Mis ojos se quedaron fijos en la nave alejada unas calles del tiroteo. Todo estaba bastante silencioso debido a la crisis económica, había dejado el muelle un tanto vacío y todos preferían el nuevo punto de llegada de los bienes por tren o avión, más rápidos y más baratos.

Al llegar a ese lujoso complejo de oficinas, sonreí de forma macabra levantando bien al holgazán que jalonaba desde hacía un par de minutos. Mis pasos se hicieron más huecos, pero no entré sino que le hice llegar el recado por medio de aquel imbécil. No iba a quedar registrado por las cámaras de seguridad, no era tan idiota.

-Dile a tu jefe que baje que el señor Hayashi quiere hablar con él.

Aquel imbécil salió corriendo hacia las oficinas, tropezó en varias ocasiones, pero sabía que enviaría el recado lo antes posible y se refugiaría en alguna de las oficinas cerradas a cal y canto. Su jefe bajaría esperando una respuesta a mis acciones, sobretodo porque sus hombres eran personas cercanas a su familia y a sus negocios turbios. Si bien, por eso estaba allí.

Hacía unas semanas era persona de confianza, ambos nos tratábamos con cordialidad. Si bien, desde que Dorian Lambert regresó a la ciudad triunfante de haberse hecho con el clan Kensike, nosotros habíamos visto disminuidos nuestros suministros. Aquel imbécil de las oficinas era Christopher Stone. Se suponía que esa cucaracha y mi clan teníamos un trato. Nosotros dejábamos que su licor putrefacto entrara en el país a cambio de una suma cuantiosa de dinero, así como permitir que el cargamento de armas y municiones pesadas viajaran en las bodegas de sus barcos.

¿Qué ocurrió? Ocurrió que su estupidez le llevó a trazar pactos con el enemigo, con Dorian Lambert, y en ese momento crítico nuestras armas estaban en manos de aquel desgraciado. Nosotros habíamos cumplido el trato, él no. íbamos a extorsionarlo para que cambiara de opinión, pero preferí hacerlo a mi modo. Mi “hermano” Kamijo me había dado instrucciones, pero yo había ido por lo salvaje.

Aquel insecto bajó mientras yo me apoyaba en el edificio contiguo. Miraba fijamente hacia la puerta para abordarlo nada más saliera. Cuando lo hizo me aproximé a él con una sonrisa conciliadora en el rostro y el arma en el bolsillo de mi gabán.

-Hola, traidor.-susurré antes de besar su mejilla.-Le he estado esperando por más de media hora.-miré su bragueta bajada y reí antes de mirarle a los ojos.-¿Estaba ocupado?

-¿Por qué traidor?-respondió nervioso.

-Digamos que ha entregado nuestras armas a Dorian Lambert, nuestro enemigo, y claro eso es de traidores y de ratas asquerosas.-entonces se escuchó una fuerte explosión y yo simplemente lo miré a los ojos.-Ese es mi regalo, para que le quede claro una cosa... el clan Yuuji no admite a perros traidores como usted.-susurré antes de quedar frente a frente.-¿Por qué le dejo vivo? Porque quiero que se las ingenie para devolvernos el dinero o las armas, lo que usted vea mejor.

-Dios, en ese local estaba mi hijo.-dijo con los ojos llenos de lágrimas.-¡Samuel!-echó a correr y yo reí como una hiena, estaba encantado por ese dolor clavado en su mirada.

-¡Su hijo no existe! ¡Al igual que usted!-y mi pistola volvió a sonar matándolo antes que pudiera darse cuenta que iba a morir de todas formas.

No tardaron ni un minuto en bajar la secretaria y aquel cobarde, ambos aterrorizados y esperando que la policía, o los bomberos, llegaran a la zona para explicarles lo ocurrido. La pólvora volvió a sonar en el aire, para después escucharse el rugido del Mercedes aproximándose hacia mí.

-Sube, my darling.-la voz de Kurou se escuchaba excitada nuevamente.

-Yes.-dije antes de meterme en el vehículo para besarle hasta quedarme prácticamente ahogado.

Salimos disparados de allí rumbo a nuestro hogar y darle las explicaciones convenientes a nuestro líder, Kamijo Yuuji, por videoconferencia. Mi “hermano” aceptaría mi informe y por supuesto no atentaría contra mí, eso lo tenía claro, pero quería mentirme a mí mismo y decir que todo era por el bien del clan, no por un arrebato lleno de cólera que no supe controlar. Y todo aquello fue producto de aquella canción, de esas horribles palabras que me agriaron.

1 comentario:

Athenea dijo...

Siento no haber podido leer esta parte anoche, pero es que estaba agotada después de madrugar, ir la uni, ir a comprar el material y otras torturas por el estilo.

Estos dos son bastante sádicos. En especial Kurou. Primero, parece un tío responsable y el cuerdo de la pareja, pero luego, resulta que le pone matar gente y jugar con los cadáveres. En cuanto a Yosh, ¿quién será esa tal Isabela, que o hace perder el control? ¿Será una antigua amante? ¿Su antigua jefa? ¿La mujer que le jodió la vida?

Buena parte. Espero pronto la siguiente :)

Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt