Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 14 de octubre de 2011

Tears for you - Capítulo 10 - You are my disease


Por si no se dieron cuenta Kaya es la persona que describo como Yura... el mismo de esta foto en sus dos conceptos.




Capítulo 10

You're my disease


Nada más pisar suelo británico, mejor dicho londinense, aprecié el cambio agradable de temperatura. Londres poseía un clima más fresco, no tan tibio como en la ciudad de las sombras y la crueldad hecha realidad, mientras dejaba que mis pies caminaran pesadamente por la terminal. Pensé en comprar dulces, pero no quería detenerme, y sólo deseaba llegar al hotel para poder ir a buscarlos.

Sabía que en unas horas la pequeña saldría de ballet, según mi sobrino, y también conocía su nombre. No quise saber ni su edad ni su aspecto. Pro supuesto sospechaba que tantas averiguaciones no provenían únicamente de él, un estudiante prácticamente fuera del ambiente en el cual me desenvolvía. Mi hermano sabía que él me empujaría a buscar a mi familia, olvidándome así de los lamentos absurdos y de las rabietas.

Pedí un taxi y me dediqué a contemplar la ciudad mientras. Veía aquellos barrios donde habían inspirado a músicos de todo tipo, poetas, pintores, escritores y a tantos, además de variados, artistas como estrellas posee el firmamento. Unos lograron la fama, otros lograron simplemente liberarse y quedar seducido por las peculiaridades de aquella delirante ciudad.

Las periferias contrastaban con los altos rascacielos, así como todos sus habitantes contrastaban entre sí. Era una de las ciudades más grandes del mundo. Un enorme gigante, un coloso, que se dejaba acariciar por su neblina tan característica. Londres me recordaba mucho a él no por su tan característico acento británico, y por supuesto su amor al té, más bien era por su belleza enigmática llena de contraste y por su magnificencia. Era un coloso en una colosal jungla de asfalto. Y allí, en ese enorme pajar, debía encontrar mi dulce aguja.

-Señor, llegaremos al destino en cinco minutos.-comentó.

-Perfecto.

El hotel era impresionante. Poseía unos jardines increíbles, pero no era momento para embelesarme y perderme entre plantas. El hall era increíblemente luminoso y lleno de hermosas alfombras a juego con las cortinas y tapizados. Los sofá se veían cómodos, los revisteros estaban repletos de periódicos de relevancia, y en el fondo se hallaba un pianista tocando extremadamente concentrado una animosa melodía. Los uniformes de las chicas de recepción eran sobrios y elegantes, todas poseían el mismo peinado. Debo admitir que pensé que eran ángeles, sus voces eran agradables y su eficiencia se igualaba a sus hermosas sonrisas. Me sentí en el paraíso.

-Buenas tardes.-dije acariciando la madera de roble de la recepción.-Sarah.-comenté tras ver su letrero.-¿Podrías darme la llave de la reservación a nombre de Yoshiki Clawson?

-Sí, estábamos esperándole señor.-comentó con una enorme sonrisa.

-Tienes una voz preciosa.-murmuré asombrado.-Podrías cantar o ser estrella del cine. Amaría escuchar tu voz en la radio.-ella se sonrojó de una forma muy dulce.

Era una joven de cabellos castaños con reflejos dorados, algo ondulados, y ojos verde lima. Sus labios eran pequeños y algo gruesos, parecía una hermosa muñeca. Su cuerpo se veía diminuto, no medía más de un metro y medio. Sus enormes tacones sonaban algo nerviosos, igual que sus delgadas manos jugueteaban con la tarjeta de mi habitación.
-Te sonrojas igual que mi esposo ¿es costumbre entre los británicos?-ella rió al escuchar mis palabras.-Oye, aquí entre nosotros ¿cuál es el mejor restaurante de esta ciudad? Quiero comida internacional ¿el del hotel es bueno?

-Sí, tenemos además un alto surtido de vinos y postres. Además, se lo podemos llevar a la habitación si así desea.-comentó con una leve sonrisa muy agradable.

-¿Y podría tener otra clase de servicios si pudierais prepararlos? Desearía que me encontrarais música jazz y blues, mayormente blues. Todo para esta noche.-dije mordisqueándome el labio inferior.-Pero antes debería arreglar unos detalles.

-Sí, por supuesto.-dijo atenta mientras anotaba.-Llame al servicio, yo le tendré preparado un cd con música para la ocasión y si lo necesita se lo haré llevar. Me ha caído usted muy bien, normalmente son muy secos.

-Los japoneses tenemos fama de fríos, pero es falso.-dije antes de regalarle una de mis pulseras.-Las hace mi sobrino, te la regalo.

Me pasó la tarjeta y sonrió como si fuera una niña. Era una pulsera con mariposas de colores. Estaba hecha a mano, incluso las figuras que tenía colgadas. Me marché subiendo cargado con las bolsas, no hacía falta que un botones me ayudara.

Nada más entrar en la lujosa habitación solté la ropa y me llevé únicamente el peluche. Haría una locura y esperaba que saliera bien. Porque lo que tenía planeado era un todo o nada.

Estaba aún vestido como me había dicho Hidehiko, mis cabellos estaban intactos y de peluquería, mis manos perfectas y aún así mi nerviosismo me delataba. Al pedir el taxi tuve que pasar la dirección con una nota. Iría directamente donde la pequeña tenía clases de ballet. Quería verla antes de abrazarla y golpear a su padre por idiota.

El recorrido se me hizo eterno. Veía a niños con sus padres en los jardines de sus casas, también en parques correteando de aquí para allá. Mi instinto paternal estaba más a flor de piel que nunca. Siempre quise tener hijos, desde que era pequeño, porque jamás me quisieron dar un hermano y deseaba tener a alguien a mi lado. Cuidar a un niño era un sacrificio, pero sabía que me podía dar un cariño único y puro.

Cuando el taxi paró frente al edificio me quedé muy quieto, aunque mis piernas temblaban y era incapaz de dar un sólo paso. Logré salir animado por el taxista, ya que empezó a preocuparse. Caminé hacia la puerta con cierta entereza recordando que nada debía salir mal. Recordé mi alocado plan antes de entrar a la enorme recepción.

Aquel lugar era una casa estilo típicamente londinense, tanto por dentro como por fuera, y me sentí algo abrumado. De fondo se escuchaban risas de niñas, algo de música clásica y mucha vida. La mujer que se encontraba en la recepción era de mediana edad, estaba leyendo una novela romántica que había leído unas cien veces.

-Disculpe.-dije mostrando mi aspecto más masculino, así como serio y calmado.-Busco a la pequeña Anne Clawson.-coloqué el peluche en el mostrador y sonreí breve.-Soy socio de Richard Clawson. Él no podrá recogerla hoy, me dijo que viniera a buscarla y esperáramos en el jardín que está a unas calles.

-Oh.-se quedó quieta mirándome de forma algo despectiva.-No va a poder ser.

-Bueno, puedo esperarlo aquí también mientras vigilo a la pequeña.-colocó bien sus gafas de bibliotecaria y alzó una de sus cejas.-Le diré la verdad.-murmuré mordisqueándome el labio inferior.-Richard Clawson es mi esposo, esa niña es su hija y el motivo por el cual me ha pedido el divorcio. Sólo quiero verla, nunca la he conocido, y deseo abrazarla. Quiero que sepa que yo amo a su padre y que la quiero a ella. Parezco un idiota contándole todo eso, como si fuera a creerme o no pareciera un psicópata. Estoy seguro que parezco un neurótico, un idiota, y un gran gilipollas. También estoy seguro que ahora sí que no me va a dejar ver a la nena.-acaricié el peluche con una sonrisa amarga.-Al menos, no sé si podría.-lo extendí hacia aquella señora como ruego.-Es un peluche que he comprado, no sé cuando cumpleaños y bueno pensé que sería bonito que tuviera un recuerdo de este día.

Aquella mujer que podría ser mi madre, por su edad, se levantó de la silla comenzando a llorar. Me abrazó, casi ahogándome, y comenzó a besarme. Chillaba como un cochino en plena matanza. Yo no comprendía nada, me estaba dejando atónito su reacción. Estaba seguro que aquella mujer de rostro serio no tenía sentimientos.

-Es como en los libros y en esas películas. Mi esposo dice que no existe este tipo de cosas en la vida real.-comentó sorbiéndose los mocos.-Además, ustedes hacen buena pareja.

-Entonces, por favor.-comenté pasándole un paquete pañuelos de papel.-Séquese las lágrimas y llámela, sólo quiero verla un rato.

-Sí.-dijo apartándose para ir flechada por el pasillo.

Sus zapatos bajos hacían cierto ruido, correteaba como una niña. Yo sonreí asombrado aún por su reacción, a veces uno logra grandes cosas si dice la verdad. Me asombró ese hecho, aunque supongo que pudo leer en mis ojos la sinceridad con la cual le hablaba.

“Lágrimas para el ángel,
dedicadas por la mariposa.
Lágrimas para el bohemio,
dedicado por la musa.
Sinceridad ebria recorre mi cuerpo,
en mis ojos podrás leer mis sueños.”

Después de un par de minutos apareció con la niña de la mano. Tenía los cabellos rubios, los ojos tan rasgados como Kurou y enormes. Su piel era clara, como la nieve más pura, y su cuerpo era frágil como el de cualquier niña. Eché cuentas y supuse que tenía unos seis años. Su ropa de ballet no era rosa, iba de negro y tenía un gatito blanco dibujado en el body.

-Hola.-dijo quedando frente a mí.-Konichiwa.-hizo una leve reverencia sonriendo mostrando la carencia de sus paletas.

-Hola cielo.-me incliné para dejar mi rostro frente al suyo.-Soy amigo de papá.-comenté antes de acariciar una de sus mejillas.-Sabía que eras bonita, pero no sabía que lo eras tanto.

-Tú también eres muy guapo, eres rubio como yo.-dijo mirando el peluche que tenía aún abrazado.-Tu peluche es también bonito.

-Cariño, este no es mi peluche.-dije arrodillándome para poder hablar frente a frente con ella.-Este peluche es para ti, no sé cuando es tu cumpleaños así que he decidido dártelo. Aunque sea meses antes o después.

-Cumplo años en septiembre, fue hace unas semanas. Pero a mí me gusta este mes, me gusta porque es halloween.-sonrió antes de tomar el peluche entre sus brazos.-¿Es mío de verdad?

-Así es.-comenté antes de notar como aquella mujer volvía a llorar.-Oiga, tome un poco de agua y relájese.-ella asintió y yo seguí mirando a la niña.-¿Cuántos añitos tienes?

-Ya tengo cinco años.-respondió.-Papá dice que ya soy toda una mujer. No debo llorar por cosas tontas, pero él siempre esta llorando ahora.

-Los adultos nunca hacemos caso a nuestros consejos.-arrugué la nariz y ella sonrió.-No crezcas jamás, así estás preciosa. Eres del tamaño justo para bailar sobre una caja de música.-se meció aferrada al peluche con sus mejillas rojas.

-Aún estoy aprendiendo, papá dice que debo aprender algo artístico para que no pierda la imaginación. Yo no entiendo esas cosas.

Su voz era dulce, así como su sonrisa. Kurou lo había hecho bien, no se parecía en nada a esa estúpida y sí bastante a él. Me parecía adorable, a pesar que era algo alta para su edad.

-Cielo, ¿puedo darte un abrazo?-no respondió con palabras, pero sí abrazándome.

Su colonia infantil me recordó al chocolate. Olía a chocolatinas sus cabellos. Eso me hizo sonreír antes de ponerme a llorar mientras la alzaba del suelo. Mi esposo era un tremendo imbécil pensando que todo podría ser malo si nos conocíamos.

-Lloras como papá.-comentó tocando mi rostro.-Pero eres más bajito.

“Hermosa y carismática bailarina,
tienes sueños de cristal.
Mi bonita sirena,
te he visto brillar.
Eres dulce y sincera,
hueles a chocolatinas
con una brizna de menta.
Hermosa y conquistadora bailarina,
haré que tus sueños se cumplan
mientras nos reímos de las pesadillas...
ja... ja... ja... ya lo verás.
Hermosa y orgullosa bailarina,
quiero que bailes este vals.
Sé que te gusta estar en tu caja,
pero las sirenas sueñan con la libertad.
Alas de mariposa, para que puedas volar.
Besos de amapola, para poder a duendes conquistar.
Te quiero sin conocerte,
porque eres un enigma...
mi dulce princesa de porcelana y coral.
Te invito a tomar helados en las estrellas...
Serán de arcoíris y diamantes ¿podrás? ”

3 comentarios:

MuTrA dijo...

¡Quiero una niña así en mi vida! >.< ¡Qué dulzura! ¡Qué monada! Encima con Yoshiki ya es que tiene que ser para derretirse y comérselos. :D ¡Me encanta! :DDDD

¿Qué día de Septiembre cumple la niña? (Curiosidad malsana, me temo, pero no puedo evitarlo ^^U)

¡Besotes precioso! :******

Athenea dijo...

El encuentro ha sido precioso, y la londinense estirada... ¡Qué mona! Se ha emocionado con la escena, normal. A ver si el tonto de kurou reacciona y se da cuenta de que Yosh querrá a su hija como si fuera suya. Me ha encantado el capítulo. ¡Un beso!

Lin Sekiei dijo...

Qué bonito! >////< Me ha emocionado un montón el encuentro!
Y la niña es un amor, ya la cogí cariño.
Ojalá todo acabe bien, sería maravilloso que ellos tres pudieran vivir juntos <3
Besos!

Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt