Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 17 de octubre de 2011

Tears for you - Capítulo 10 - You are my disease IV





Sólo alguien que tiene hijos, supongo, puede comprender como me sentí en ese momento. Mis piernas temblaban, así como mis manos, estaba tan emocionado que prácticamente lloraba. Miré a Kurou con aquella expresión perdida en medio del más puro amor. Él sólo sonrió orgulloso, no era una sonrisa falsa sino una de esas escasas sonrisas que podía contemplar en él.

-Tiene mucha imaginación. Siempre me ha recordado a ti, creo que por eso os quiero tanto.-dijo con su voz imponente, pero con el aspecto de un enorme gigante bonachón que deseaba un abrazo.

Por extraño que parezca sentí como si esa niña fuera un trozo de mí, que todos mis deseos se hubieran convertido en una diminuta hada de ojos café. Sus ojos me miraban sumergidos en ese nerviosismo infantil. No dudé en palpar nuevamente cada tirabuzón de su cabello, cada ondula y mechón lacio que caía a ambos lados de su nuca. Tenía un cabello rebelde, tan salvaje como el mío.

Me sentí como Gepetto frente a su maravillosa obra. Aquellos brazos cálidos rodeándome me causaban tal ternura que me abrumaban. Besé su sien mirando a Kurou. Él permanecía serio y perdido en sus pensamientos. Sin embargo, podía notar el brillo de sus ojos parecido al los de Anne. Mi niña y mi gigante, dos seres perfectos haciéndome perder el contacto con la realidad. Temí que fuera un cuento y despertara aferrado a un muñeco. Tanto deseé ser padre que terminé creyendo que sería imposible.

Se levantó a pagar todo mientras yo seguía jugando con los dedos de la pequeña. Me gustaban sus manos, como las movía y su forma de tomarme del rostro. Una niña tan dulce era lo que yo necesitaba en mi vida, así como él en la suya. Sin embargo, comenzó a dormirse y yo no dudé en abrigarla con mi chaqueta. Caminé hasta la puerta, sin esperar a Kurou, para poder llamar a un taxi y tenerlo listo cuando él saliera.

“Gorrión que naciste de un almendro,
te convertiste en flor de invierno.
Gorrión que te cubriste de amapolas,
de esas que deshojas a solas.
Tus sueños los velaré,
les daré buenas noches y un beso.
Tus pesadillas las destruiré,
para luego abrazarte con un beso.
Mis alas negras de cuervo te cubrirán,
serán plumas que se enredarán en tus dorados cabellos.
Y yo seré ese ángel guardián...
yo seré el bohemio que vela tus sueños.
Te amo, te necesito...
besos de nube y rayos de luna para cubrir tu cuerpo...
Gorrión, en tu nido te buscaré de nuevo.”

-Yosh.-le escuché a mis espaldas mientras él me acariciaba la cintura, me tomaba pegándome a su torso.-Yosh, gracias por todo.

-¿Por no matarte a golpes?-pregunté meciendo lentamente a la pequeña.-No quiero mostrarme violento delante de nuestra hija.

-La has aceptado como si fuera tuya.-murmuró.-Eso me sorprende.

-¿Te sorprende? Es mi hija Kurou.-dije serio antes de girarme y mirarle.-Te has casado conmigo, es mía por lo tanto y voy a cuidarla.-me puse a la defensiva, sin tener motivos y tampoco sabía bien porqué.-Lo siento, ha sido demasiado estrés.

-No pienso quitártela, ni hacer que te vea con otros ojos. Sin embargo, parece más tuya que mía.

-No quiero hablar más de esto.-respondí.-Es nuestra, da igual si tiene mi sangre o no.

-Te amo.

Aquellas palabras sonaron más sinceras que nunca, además fueron pronunciadas con una dulzura poco habitual. Su sonrisa tímida apareció junto a un fuerte sonrojo, así como un nerviosismo que le hizo temblar segundos después. Dio un par de pasos hacia mí, mostrándose como un enorme gigante rendido a mis pies, para terminar besando mi frente.

-¿Sólo me vas a dar ese beso?-pregunté mirándole a los ojos sin temor alguno, buscando una reacción más tierna y nerviosa.-¿Sólo eso?

Se inclinó entonces, para permitir que le besara en los labios. Mi boca se hizo con la suya sin dejar de mecer a la pequeña. Él me tomó del rostro acariciando mis mejillas, haciéndome sentir en un mundo fantástico donde todo era posible y perfecto. Sin embargo, detrás de nosotros llegaba el taxi que había pedido, sonando su ruidoso claxon.

Montamos atrás, yo quería tenerlo a mi lado junto a ella. Mis dedos recorrían sus mejillas y sonreía orgulloso. Me sentía realmente padre, casi de la noche a la mañana. Kurou acariciaba mis cabellos, aunque parecía no estar muy satisfecho del peinado que llevaba. Si bien, él no era capaz de replicar algo en contra de mi estilismo.

-No te gusta.-murmuré.

-Me gusta más cuando no te peinas.-susurró cerca de mi mejilla, para terminar besándola.

Observé el paisaje cuando llegué a Londres, pero ahora no me importaba. Kurou dio la dirección de mis suegros, mientras yo me dedicaba a contemplar a la pequeña. Dormía como duermen los ángeles, con una dulce sonrisa y una calma tan agradable como su colonia infantil. El tiempo pasó volando, aunque estuvimos casi una hora encerrados en aquel vehículo. Ellos vivían en las afueras, donde todo era más calmado que en aquel bullicioso centro y sus barrios periféricos.

Mi esposo bajó para abrirme la puerta, como todo caballero ante una damisela. La damisela, nuestra damisela, seguía dormida y tal vez jugando con hadas en sus sueños. Bajé con cuidado mientras él pagaba. No quería separarme de ella ni siquiera para los trámites más habituales en mí.

Kurou suspiró pesado quedando frente a la puerta de aquella casa. Tenía un estilo encantador, muy clásico, con un enorme jardín y en un barrio residencial que parecía de personas con alto nivel adquisitivo. Algunos niños jugaban con cometas en una casa cercana, un par de adolescentes paseaban de la mano y el tráfico era escaso. Supuse que vivirían en un lugar tan cálido como inglés.

-¡Kurou!-escuché decir a su madre saliendo tras unos arbustos.-¡No llames que tu padre descansa de un terrible dolor de cabeza!

-Hola madre.-dijo serio mirando hacia la nada, ella tuvo que abrirle los brazos.-Lo siento, no te vi.

-Con lo enorme que eres nunca ves nada, siempre tan despistado.-comentó apartándose, para quedarse mirándome o más bien mirándonos.-¿Quién es la pequeña? ¿Una sobrina tuya Yosh?

-No.-sonreí mientras negaba.-Es nuestra hija.

Se quedó quieta, muy seria. Creí que se desplomaría por la impresión. Sin embargo, sólo vino hacia mí para ver como dormía en mis brazos. Acarició sus mejillas y me miró a mí, después a su hijo y nuevamente a la niña.

-¿Es tuya?-preguntó girándose hacia su hijo.-Dime.-le gruñó antes de tomarlo por sus orejas y hacer que la mirara.-¡Kurou!

-Mamá, todo tiene una explicación.

-Kurou tenía miedo de contarnos que tenía una niña, pero yo la he aceptado como hija mía y creo que deberíais aceptarla vosotros. No preguntéis mucho sobre cómo o porqué, tan sólo amadla. ¿No querías contarle cuentos y cantar nanas? Ya tienes una pequeña princesa para adorar. Tu esposo igual.-dije interviniendo.-Mamá, por favor.

-A veces pienso que eres tú mi hijo, no él.

Escuché un largo y hondo suspiro por parte de mi esposo, justo antes de aquel beso tan tierno de parte de mi suegra hacia mi pequeña. Besó su frente, así como besó la mía y la mejilla de su hijo. Aquella mujer era tan dulce y comprensiva como Kurou serio y pudoroso.

-¡Cariño!-gritó comenzando a correr hacia la puerta trasera.-¡Cariño! ¡Están aquí los chicos! ¡Traen a nuestra nieta! ¡Tenemos una nieta!

Eché a reír tan fuerte que ella se despertó. Sonrió abrazándome aún algo adormilada. No dudé en ponerla en el suelo tomándola de la mano. Acomodé su ropa y sus cabellos, inclusive me quedé de rodillas observándola. Quería que tuviera el mejor aspecto frente a su abuelo, él que tanto había pedido tener algo así en el final de su vida.

1 comentario:

MuTrA dijo...

Me gusta la madre de Kurou... ¿Cómo reaccionará su padre? Quiero pensar que tan bien o mejor que su esposa pero siempre cabe la posibilidad de que, en un extraño giro argumental, repudie a la niña por ser hija de la mujer que es... >.< ¡Qué intriga!

¡Besos principito! :******

Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt