Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 18 de octubre de 2011

Tears for you - Capítulo 10 - You are my disease VI


Reconozco que he sido bastante malo hoy... He interpretado desde ayer a esta hora a Yoshiki en mi Twitter... junto a un amigo que hacía de Kurou. Todo para hacer que una estúpida dejara de acosarle sexualmente... me lo asustaba.

Yo por mis amigos hago lo que sea, sobretodo porque son personas que me han hecho muy feliz.

Así que hoy reconozco que estoy más Yoshiki que nunca.




Eché a reír tan fuerte que ella se despertó. Sonrió abrazándome aún algo adormilada. No dudé en ponerla en el suelo tomándola de la mano. Acomodé su ropa y sus cabellos, inclusive me quedé de rodillas observándola. Quería que tuviera el mejor aspecto frente a su abuelo, él que tanto había pedido tener algo así en el final de su vida.

David, aquel imponente coloso, apareció ante nosotros acomodándose sus gafas y colocando bajo su bazo el periódico de la mañana. Miró fijamente a su hijo emitiendo un breve, pero bien sonoro, gruñido desaprobando su comportamiento. Al quedar frente a la pequeña la contempló largamente, ella se aferró a su pierna sonriendo fascinada por la altura de aquella mole con canas.

-Es bonita, tiene una sonrisa muy bonita.-dijo sonriendo de forma bastante encantadora, respondiendo a la pequeña.

Alzó a la niña del suelo, cayendo así el periódico. Ella rió moviendo sus piernas, sintiendo quizás que flotaba, después la pegó contra él besando sus mejillas. Sin embargo, echaba miradas eléctricas a Kurou. Mi esposo simplemente contemplaba la escena, como si fuera un cuatro, aunque bien sabía que se sentía arrepentido.

-David.-dije acariciando sus cabellos con cierta ternura.-¿Me dejas que te abrace?

-¡Por supuesto!-exclamó antes de abrazarme de forma enérgica.-¡Estás más guapo cada día! ¿Has adelgazado?

-He estado muy nervioso estas semanas, porque Kurou se marchó para dejarme pensar tranquilo y me sentí muy solo.-comenté tomándolo del rostro.-Me encanta tu sonrisa, deberías de hacer que él aprendiera.-besé su mejilla mientras se apartaba.

-Kurou ¿eso es cierto?-preguntó algo molesto.-¿Le dejaste solo?

-Papá también estuvo llorando.-murmuró acercándose a su abuelo.-¿Me das un abrazo?

-¡Claro! ¡Cientos te voy a dar!-dijo alzándola del suelo.-Uta, quiero que compres esos dulces de la tienda que hay al final de la calle. Yo iré haciendo té.

-No, gracias.-dije sonriendo.-Ya merendamos. Con el té tendremos de sobra, así podremos hablar de algo que tengo planeado.

Mi esposo me miró largamente, estaba serio y se sentía muy preocupado. Yo únicamente me acerqué a él tomándole de la mano, apreté leve sus dedos y sonreí. Así provoqué una tímida sonrisa, sabía que habíamos pasado por cientos de trances más peligrosos y desesperados. En ese momento estábamos más unidos que semanas atrás, teníamos un vínculo más fuerte.

Entramos dentro y pude sentir la calidez de los muebles, así como la dulzura que poseía Uta y su talento. Era una amante de la pintura, más bien una apasionada. Tenía lienzos de bodegones de flores, paisajes asiáticos y leyendas japonesas por toda la casa. Ella había pintado cada uno de los lienzos, podía ver su firma en cada esquina.

-Sentaos en los sofá del centro, son los más cómodos.-comentó con una leve sonrisa.-Ven cielo, ven con la abuela.-dijo tomando a la niña en brazos.

La pequeña se quedó mirándola anonadada. Parecía fascinada por los dulces rasgos de Uta. Ambas parecían encantadas de conocerse, como si existiera una conexión especial. Me di cuenta al instante que la pequeña estaba enamorada de los rasgos asiáticos.

-Hola abuela.-dijo antes de rodear su cuello.-Hueles muy rico.

-La llevaré a la cocina, tal vez quiere un zumo o un refresco.

No tenían servicio, a pesar de ser personas con un alto nivel adquisitivo. Sabía que la madre de Kurou detestaba tener personas a su cargo, puesto que terminaba tomándoles cariño y odiaba tener que verlos irse a mejores destinos. Una vez tuvo una mujer cuidando a Kurou, estuvo en la casa hasta que cumplió dieciocho años porque era incapaz de echarla. Es de esas mujeres que toman cariño rápidamente a las personas, y por supuesto todos a ella.

Uta significa canción. Un nombre muy apropiado para una mujer con la voz tan aterciopelada. Jamás levantaba la voz, salvo cuando reía porque lo hacía como si el mundo se fuera a hundir en ese preciso instante. Aún hoy me imagino su voz susurrada a los pequeños oídos de Kurou, meciéndolo dulcemente e intentando que todo saliera bien para su pequeño. En ocasiones, me recuerda a mi madre y deseo abrazarme a ella rogando perdón por todo el daño que hice.

Mi suegro se sentó en su silla, tomó su pipa y comenzó a fumar mirándonos atentamente. Señaló a Kurou un par de veces, para luego dar una honda calada a su pipa mientras clavaba sus ojos en los suyos. Yo tenía mis manos entrelazadas a una de sus gigantescas manos.

-Es de Isabela.-comentó.-Es la única mujer con la que te he visto.

-Sí.-dijo con la voz tomada.-Fue un error volver con ella durante unos días, lo hice desesperado.

-Claro, claro.-dijo suspirando pesado.

-Estaba celoso, asustado y tenía ganas de evadirme. Padre, no tengo porque darte explicaciones a ti.-dijo aferrándose a mis manos con las suyas.-Sólo a mi esposo, pero él lo ha aceptado todo sin...

-Sin saber siquiera toda la verdad.-comentó con fastidio.

-No hace falta.-dije con una leve sonrisa.-¿Sabe lo feliz que soy? He querido ser padre desde que era un niño. No podía tener hermanos, mis padres no querían darme un hermano.-comenté apoyando mi cabeza en el hombro de mi esposo.-Él me lo ha dado, me ha hecho padre. Ella será muy distinta, con amor y buenos modales será más hija mía que de esa estúpida.

-En eso tienes razón.

La pequeña entró riendo con sus manos ocupadas en una pequeña caja de zumo. Mi suegra llevaba una tetera con té para todos. Dentro de aquel salón se sentía uno en paz, envuelto en una dulzura espiritual no muy común. Todos parecíamos felices, salvo mi gigante que tenía la mirada dispersa en otros asuntos.

-Luego, cuando vayamos hacia el hotel.-dije acomodando sus cabellos tras la oreja.-Me cuentas qué ocurre.-susurré justo antes de abandonar un beso en su cuello.

Estuvimos con ellos unas horas, después dejamos a la pequeña para que la cuidaran. Estaban encantados. Los dos pensaron que la vieja habitación de Kurou sería perfecta. Anne disfrutaba de sus atenciones, siempre quiso conocer a sus abuelos y también tener una familia prácticamente normal. Se notaba en su mirada la ilusión de ser querida por más de una persona, más allá de los brazos de su padre.

Nosotros pedimos un taxi. Kurou seguía serio y parecía tener atorada en la garganta palabras amargas. No dije nada, tan sólo le miraba fijamente y él jugaba con el último botón de su americana. Parecía tan aturdido, como si un mal presentimiento sobrevolara su cabeza. Besó mi frente antes de tomarme entre sus brazos y finalmente suspiró aliviado. No era algo muy común en él, sólo lo hacía cuando estaba mal.

-Estaba casado cuando te conocí, huía de todo. Había tenido malas experiencias a pesar de mi edad.-acariciaba mis cabellos contándome aquello.-Tú estabas saliendo con aquella pretenciosa mujer de negocios, esa con nombre imposible.

-Eudoxia.-respondí recordándola.

-Sí, ella.-comenté.-En uno de esos días volvió mi ex, pidiéndome dinero como siempre. Había dado conmigo porque mi abogado se puso en contacto con ella. Quería que me diera el divorcio, pero logré tener sexo con ella y un no de su parte. Decía que era más divertido así, más emocionante para ella.

-Era muy golfa.-susurré.

-Sé que piensas algo más que todo eso, lo sé.-balbuceó.-No sé porqué regresé durante unos meses con ella, cada día tenía sexo de una forma brusca y desesperada. Unas semanas más tarde me dijo que estaba gestando, pero que abortaría. Yo no quería nada de ella, siempre me he visto como un monstruo y a ella como una viuda negra.

-Pero la tuvo.-dije con una leve sonrisa.-Es lo único bueno que ha dado ella a este mundo.

-No hubiera existido esa niña si tú no me hubieras puesto tan celoso, cada vez que la mencionabas me ardía.-susurró estrechándome aún más, haciéndome sentir como un muñeco entre sus brazos.

-Entonces, esa niña es hija nuestra por derecho.-le tomé del rostro y sonreí como si fuera un niño ilusionado.-Kurou, ella ya no está y no nos hará daño. Tenemos una hija que cuidar.

Aceptó mis palabras con cierta dulzura. Sus ojos me hablaban más que sus palabras, me contaban historias que por pudor se callaba. Esa expresión doliente se disipó con rapidez y quedó sólo la calma. Besé sus labios lentamente, perdiéndome en su boca mientras el taxi nos llevaba cómodamente al hotel donde me hospedaba.


1 comentario:

MuTrA dijo...

¡Qué familia tan hermosa! Dan ganas de tener una así... ^^ Me gusta. Cuando escribes sobre ellos y la niña se siente como mucha paz casi notas el amor a tu alrededor. :)

¡Besotes principillo!

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt