Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 23 de octubre de 2011

Tears for you - Capítulo 12 - Viejas vivencias, viejos recuerdos y demasiadas golfas. (Parte III)



Dedico esta canción a David, así como el texto. Él ha tenido que soportar a una Isabela hace unos días...

¿La verdad? Deseé ser Yoshiki y hacerle eso a esa estúpida.

¿Cómo se puede acosar a un chico de 20 teniendo 44 años y tan poca clase? ¿Cómo? ¿No le da vergüenza?



Paulo no dudó en acariciar mis cabellos, para soltarlos y besar mi frente. Todo lo hizo en silencio, pero sus profundos ojos azules me impactaron. Transmitía más que mil palabras y para mí él era un hombre que expresaba bien el sentimiento con frases ingeniosas. Tomó una de mis manos y la apretó con cierto cariño.

-Te agradezco que no hables, pero me des tu apoyo así.-susurré antes de abrazarlo como si fuera un niño.

Continué entonces contándole las desgracias que Kurou me había narrado, también que había escuchado de labios de Uta y de vecinos cercanos a la pareja. Pude incluso buscar a sus viejos amantes, todos me hablaron de aquella víbora con odio, un odio insano y destructivo.

Cuando prácticamente no eran nada Kurou pintaba un desnudo. Era una chica que había imaginado en su mente, ni siquiera había visto a otra mujer desnuda que no fuera Isabela. Aquella chica tenía los ojos de gato, la piel clara y rizos dorados que rozaban su espalda y sus hombros. Una preciosa Venus en medio de una selva, más salvaje que la concepción habitual. Una mujer diferente. Se veía hermosa, según mi esposo, porque danzaba junto a un tigre. Aquel cuadro lo destruyó ella tirándole un bote de pintura roja.

Ella era un volcán que sólo deseaba ser apagado. Después de aquello pidió que Kurou le hiciera el amor allí mismo, en el taller que alquiló para poder desarrollar su arte sin manchar su pequeño apartamento. Mi hermoso gigante aún era prácticamente un niño, tenía diecisiete años y ella rondaba casi los treinta. Era casi incapaz de hacer todo lo que pedía, se cohibía y terminaba llorando después del sexo. Sentía que era sólo eso lo que deseaba de él, cuando él necesitaba los abrazos que su madre en esos momentos le negaba.

Lloré narrando como ella se burlaba de él, le echaba el humo en la cara y le contaba como tenía relaciones con otros. Se burlaba de su sexo infantil y de su forma tonta de contemplarla mientras ella sólo deseaba sexo. Una maldita zorra que sólo quería que le abrieran las piernas y la llenaran. Sin embargo, fue tan ingenuo de creerse su palabrería barata una noche.

-Quiero hacerte sentir lo que es el amor de una mujer, amor entregado de una esposa. Estoy cansada de jugar contigo, quiero algo serio de verdad. Mi amor, mi niño... mi príncipe. Necesito que me quieras como quieren a las mujeres sus esposos. Quiero ser la única musa de tu mundo, tu princesa, y que tú seas mi eterno príncipe. Te haré cosas que jamás han soñado mis amantes, tengo una experiencia y un amor que quiero ofrecerte sólo a ti.-encendí uno de mis cigarrillos temblando, me tuvo que ayudar Paulo a prenderlo porque no era capaz.-Eso le dijo aquella fulana.-siseé soltando el humo con una rabia infinita.

Me recorrió una sensación de asco inmenso repitiendo esas palabras, las mismas que me pronunció Kurou en su día. Deseaba destrozar todo lo que estaba a mi paso, destruirlo porque ya no podía golpearla a ella. Una fulana cualquiera era el primer amor de mi gigante y yo tuve que sanar su corazón. Mi querido gigante había sufrido demasiado en manos de una golfa sin escrúpulos.

-De todo esto me enteré aquel día, me contó parte de sus desgracias. Aquel día en el cual me despertaba a su lado, después de un día cargado de sexo y caricias.-di una calada mirando a la nada, para luego ahogarme en el mar azul que vivía, en tinieblas desde hacía meses, en los ojos de Paulo.-Me morí por dentro.-aclaré echándome hacia atrás para mirar la cúpula de madera de roble de aquel merendero.

Al regresar mi vista hacia el frente lo vi a él. Mi esposo estaba allí de pie, casi rozando el techo de aquel lugar. Me miró con los ojos llenos de lágrimas, pero intentaba contenerlas en su frío glacial que era su apariencia habitual. Me estremecí y temblé igual que él hacía, como si hubiéramos sentido una ventisca entrar en nuestros huesos y tembláramos horrorizados por el frío. Me levanté tomándolo del rostro, mirándole fijamente mientras él me abrazaba como un niño perdido.

-Mi gigante, no llores.-susurré antes de hundir mis dedos en sus cabellos.-Mi gigante, no quiero que llores. No debes llorar.-mordisqueé sus labios y él rompió a llorar.

-Así que es eso, es eso.-balbuceó.-Le cuentas eso a él.

-Es mi amigo, amor.-dije deslizando mis dedos por sus mejillas, intentando apartar sus lágrimas.-Necesito contárselo porque él también lo está pasando mal.

-Un condenado le habla a otro condenado.-murmuró antes de sonreír de esa forma dulce que tanto me enternecía y gustaba.

-¿Quieres quedarte a mi lado?-asintió suspirando pesado.

-Sí, es como decías.-comentó Paulo antes de sonreír de forma más humana, no era el demonio canalla que solía reír de todo como si no doliera.-Ahora lo veo y lo creo. Ver para creer, supongo.-murmuró.-Debí tener más fe.-añadió antes de echarse a un lado.-Hacen una pareja encantadora, muy dulce y peligrosa.

-Thank's.-susurró Kurou antes de sentarse para permitir que yo lo hiciera sobre sus rodillas.-La niña está con Sebastian, están haciéndote dulces.

-Me lees el pensamiento.-susurré riendo antes de abrazarme a él.

Justo iba a preguntar por ella, no quería que se quedara sola. Pero estando Sebastian con ella, junto a otros empleados de confianza, me relajaba. Era como si ella siguiera a nuestro lado, bajo nuestra supervisión, ya que ellos eran como de la familia.

-¿Qué le has contado?-preguntó acariciando mis cabellos, pegándome hacia él haciéndome sentir muy pequeño.-Por favor, Yosh.

-Que te hizo dejar lo que amabas, hundirte en la miseria y te engañó para que te casaras con ella.-comenté.-Te hizo perder amigos, familia y cualquier cosa que te diera vida. Te hundió en su mundo como si no importarás nada, como si fueras un auténtico pelele. Tú no eras su muñeco, no eras su juguete.-murmuré alzando mi rostro para mirarle fijamente con los ojos llorosos.-Kurou, sufro mucho aún pensando en todo lo que te hizo. Has tenido una mala infancia por culpa de gente que se aprovechó de ti, luego una juventud nefasta y yo a veces no te trato como debería. No me siento orgulloso de muchas cosas que he hecho y que te han hecho sufrir. Mi amor...-balbuceé rompiendo en un llanto silencioso, pero que me prohibía hablar. Me quedé sin voz, porque era incapaz de soltar una sola palabra sin balbucear.

-Así es.-respondió Paulo.-Aunque, debo decirle algo a usted Mr. Clawson.-comentó antes que Kurou pudiera responder a todas mis palabras y quizás molestarse por mi estado de ánimo.-Ambos son perfectos como pareja, me dan sana envidia.-dijo con una sonrisa triste.-Daría lo que fuera por poder recuperar a Claudia de sus mundos llenos de locuras febriles, o poder olvidar y hallar alguien especial.

-No me gusta ver alterado a Yosh.-comentó pegándome más hacia él, casi cortando mi aliento.-Pido que se marche, por hoy ya ha tenido suficiente.

-No.-dije casi arañándole para que me mirara.-No, por favor.

-Lo único que debe saber es que mi esposa ahora está en el fondo del río entre varios bloques de cemento.-comentó levantándose conmigo en sus brazos.-Ahora necesita descansar, no seguir contando algo que le daña.

-Comprendo.

Fue lo último que escuché de labios de Paulo, no insistió. Paulo Wilde dejó de pronunciarse al respecto de aquella historia. Sin embargo, en mi mente estaba la risa de aquella imbécil que decía poseer aún el alma de mi esposo por un papel. Yo sólo deseaba formalizar nuestra relación, sentir que podía decir con orgullo que era mi esposo y vivir en paz al respecto. Sin embargo, ella seguía en mi mente condenándome.

Mientras Kurou me llevaba en brazos por el sendero vino a mi mente imágenes lúcidas, muy claras, de como engañé a esa mujer. Me hice pasar por un nuevo amante, uno de esos con los cuales contactaba por la red, y aparecí con mi aspecto más masculino y avasallador. Hice que cayera como zorra insatisfecha en mis brazos, rogaba que se lo hiciera incluso en los servicios.

“Si quieres puedo chupártela aquí, ahora mismo. No me importa hacerlo en los servicios, o en un parque cercano. Me pones tanto, siempre me han puesto los asiáticos y tú tienes el cabello como el trigo. Eres tan hermoso, como una muñequita de porcelana muy cara. Quiero romper tu porcelana y lamer tus heridas. Quiero ser esa furcia que te ponga cachondo como nunca, mi amor. Necesito a un hombre de verdad en mi vida, que me abra de piernas y me haga sentir mujer. Sí, quiero sentirme mujer en los brazos de mi príncipe asiático. Eres mi príncipe, mi dios, mi verdadero ángel. ¡Me vuelves loca!”

Su tono lascivo y sus miradas desesperadas me causaban asco, no me seducía una mujer de su edad. Yo prácticamente era un niño frente a ella. Una mujer de 36 años con su cuerpo visto por mil hombres, y me consta que también mujeres, no era lo que yo deseaba. Para mí las mujeres no debían ser lascivas, ni usar demasiado maquillaje. Ni aunque yo hubiera estado soltero habría caído en su trampa, sólo lo veía como un juego indeseable pero necesario.

Noté la fragancia de la ropa de cama limpia, igual que su cuerpo cayendo sobre mí, cuando llegué a la parte más apetitosa de mis recuerdos. Los besos en el cuello de Kurou me hicieron sonreír excitado, pero sobretodo el recuerdo de como destrocé aquel cuerpo de furcia de bajo costo. Una mujer que sólo quería sexo, que no se fijaba en las caricias seductoras que podía poseer mi esposo, o cualquier otro hombre.

-Te amo.-susurré antes de besar su boca perdiéndome en su sabor.-Kurou ¿lo recuerdas? ¿Recuerdas como hicimos el amor frente a ella? Amordazada y medio muerta. Ella pudo ver como te venías gritando mi nombre, como aceptaste ese momento lleno de demencia por mí.-palpé su espalda rodeándolo con mis brazos.-Kurou, te amo tanto.

-Recuerdo como la desnudaste diciéndole que pasarías una gran noche con ella, que la harías vibrar. Vino a mi mente como la engañaste diciéndole que aquel local era tu futura tienda.-murmuró.-¿Una joyería?

-Sí, le dije que ella sería mi diamante más valioso.-reí olvidando mis lágrimas por fin.-Después saqué la navaja que me regalaste y la amedranté. Pronto se vio atada y amordazada, golpeada con látigos con púas que cortaban su piel.-gemí alzando mi cadera hacia él.-Echamos sal y bicarbonato sobre cada una de ellas, luego un cubo de agua oxigenada. Podías ver su rostro lleno de dolor, pero la mordaza le impedía gritar.

-Y entonces aparecí yo, contemplándola con el mismo asco que la última vez que la vi.-susurró lamiendo mis labios mientras reía.-Me desnudaste, me hiciste su muñeco frente a ella. Un muñeco que desea que le acaricies y le ames.

-Sabes que te amo Kurou.-susurré serio desabrochando su corbata.

-Quiero aún más de ese amor, aún más.-susurró hundiendo su cabeza en mi cuello.-Yosh, odio a ese hombre. Odio que sea tu amigo.-balbuceó.-Tengo celos, sé que puede enamorarse de ti.

-Todo el mundo puede enamorarse de mí, son posibilidades, pero lo importante es que yo te amo a ti.-dije acariciando su rostro y sus cabellos.-Maté por ti.

-Y lo hice por ti, también.-murmuró buscando mis labios.-Por favor, necesito que me beses.

Siempre se veía tan dulce pidiendo esos besos, besos que no me importaba darle cada segundo. Me hundía en sus labios buceando en las sensaciones de aquella muerte. La sangre aún llegaba a mi nariz, junto al aroma de Kurou. Estábamos excitados recordando ese sexo desenfrenado frente a una mujer que estaba condenada.

Después de aquella tortura le pegué un tiro en la cabeza y la llevé al trastero de la tienda, en realidad era una carnicería que acababa de cerrar. Trituré su cuerpo y mezclé todo con cemento, creando una masa extraña. Al tirarla al Thamesis fue un acto poco ecologista, pero necesario.

Mientras nos besábamos recordé esa noche, así como el día de nuestra boda. Esos recuerdos me incitaron a girarlo sobre el colchón y caer sobre él. Comencé a desnudar su enorme cuerpo, quería sentirme dentro de él y que olvidara así sus tontos celos. Sin embargo, alguien nos interrumpió y me avergonzó como nunca.

-Papi Yosh.-escuché.-He hecho galletas, papi Yosh.-se subió a la cama dejándome estático, sin saber qué decir o hacer.-¿A qué jugáis?

-Jugamos a guerra de almohadas.-respondí sonriendo.-Es un juego distinto al de los niños, aquí si pierdes tienes que bailar en calzoncillos.-pestañeó girando su cabeza sin comprender.-Sí, verás. Kurou ha perdido, pero él no quería darme la ropa, por eso estamos así.

-Jugáis raro, regañáis raro.-comentó bajándose de la cama.-No quiero ser adulta, todos sois muy raros.

Ella entonces salió de la habitación corriendo y riendo. Reía sin comprender bien porqué lo hacía, quizás simplemente era feliz. Pero lo supe nada más girar mi rostro hacia Kurou y verlo hecho un ovillo. Estaba tan apenado que no era capaz de mover ni un pelo. Yo no dudé en reír como ella, justo antes de besar su frente y abrazarlo sin poder dejar de reír.

“Risas infantiles para pecados capitales,
risas infantiles para tus dulces labios.
Mi ángel con alas de demonio,
mi dulce gigante con ojos de niño.
Me haces sonreír cuando quiero llorar,
me haces llorar de emoción cuando te contemplo.
Quiero bailar contigo como luciérnaga,
sin dejar de ser mosquito.
Riamos como niños en mundos de fantasía,
recítame esas canciones y poesías...
hazme feliz mi dulce gigante.”

1 comentario:

Disidia Almadena dijo...

Esto es para leerlo con mucha calma. Gracias por la dedicatoria. Creo que ambos hemos sabido de primera mano (tú por partida doble además) lo que significa una Isabela en nuestras vidas.

Gracias, Lestat.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt