Paré de tocar pasados unos minutos, al menos a mí me parecieron minutos y no una prolongada hora. Mientras tocaba cantaba viejas canciones, entre ellas la que dediqué a mi madre. Cantaba sin pensar, simplemente dejaba que mi alma se expresara con el dolor y la tristeza que solía ocultar. Mis canciones, de apariencia infantiles, guardaban tenebrosos pasadizos hacia miserias humanas y castigos peores caer en manos de ogros de cuentos de hadas.
-Me has dado un hermoso recital.-escuché su voz al fin desde el ordenador.-Más de una hora sin despegar tus dedos del piano.
-¿Más de una hora?-murmuré mirando las teclas.
Acariciaba el piano con cariño, como si se tratara de una mascota. Para mí, el piano era una parte importante de mi alma y lo seguirá siendo hasta el mismo día que me muera. Cada tecla, y trozo de madera que estos poseen, son como plumas que se van uniendo en unas alas que únicamente puedo sentir yo. El piano me libera, me da la felicidad que no logro encontrar en mis noches.
-Tienes una expresión diferente cuando tocas.-comentó haciéndome girar hacia la pantalla.-Te veo relajado, sin máscaras, y perdido en un sutil encanto que pareces emanar tú mismo.
-Kurou odia que toque el piano para alguien más que para él, pocas veces lo he tocado en público o para alguien más que para mí mismo.-dije pulsando varias teclas, jugando con el sonido mágico que poseían.
-¿Por qué es así?-interrogó.-Es egoísta.
-Es mi gigante egoísta.-repliqué levantándome del piano para tomar el portátil.
El aspecto del señor Wilde no había cambiado demasiado. La habitación que se veía era la del bebé. Estaba algo revuelta, seguro que para calmarla había buscado mil sonajeros y habría rezado cientos de plegarias. Sin embargo, sólo el eco del piano la había llevado a la calma.
-¿Puedo hacerte un halago sin que lo tomes a mal?-preguntó mientras yo me movía por la habitación buscando el sillón cercano a los ventanales.
Era un enorme sillón en el cual solía sentarse mi esposo. Allí leía el periódico mientras yo tocaba, hace unos meses que tuvimos que tirarlo por culpa de una horrible mancha. Me senté allí escuchando de fondo el sonido de la lluvia, deseando fundirme con ella y alegrarme el día.
-Hazlo, no creo que lo tome a mal.-respondí acomodándome.
-Eres demasiado hermoso para ser ocultado.-murmuró.-Si fueras mi pareja te mostraría al mundo, me sentía tan orgulloso que no pararía de hablar de ti. Tu arte, tu belleza, tu voz y sobretodo tu alma oscura, pero a la vez clara, es demasiado sensual como para no ser admirado y deseado por todos los que te rodean. Sé que eso puede causar conflictos en tu esposo, pero si yo fuera él me sentiría orgulloso y dejaría que otros te contemplaran. Ellos podrían verte, pero únicamente yo te tendría entre mis brazos.
Reconozco que me sorprendió. Yo había leído alguna de sus obras, sobretodo sus poemas. Siempre admiré su descaro, pero jamás pensé que fuera así en persona. Parecía de esos hombres calculadores, esos que daban al público lo que quieren oír y para nada les otorga ni un trozo de su personalidad. Sin embargo, me equivoqué y aquello hizo que me sonrojara. Mis mejillas se volvieron tímidamente rojas y mis ojos se desviaron hacia las gotas de lluvias que se estampaban contra los cristales.
-Debo parecer muy atrevido.-comentó remarcando su acento londinense, haciéndome temblar sólo por escuchar como marcaba cada palabra.
-Eres un caradura.-respondí antes de lanzar una de mis típicas miradas, clavé mis ojos en él con cierta furia pasional.-Soy un hombre casado y tú deberías respetar eso. Parece que estás coqueteando descaradamente conmigo.
-Será porque lo que parece es y lo que es parece.-jugó con las palabras antes de soltar una buena risotada.-Lo siento, pero cuando admiro o contemplo artes tan extremos como el tuyo termino hablando de más. Personas como tú hacen falta en este mundo, no deberían de acapararte.
-Me gusta sentirme acaparado.-dije con rapidez, para que dejara su diálogo de “hermoso ángel de belleza infinita”. Yo sabía que a veces aparentaba serlo, pero las apariencias engañan.
-Entonces, no podrías grabar para mí unas cuantas de esas canciones. Prometo que las usaría sólo con ella.-comentó colocando una mano en su pecho.-De todo corazón, es lo poco que ha hecho que se calme. Hacías que no deja de llorar y pensé que estaba enferma, sin embargo se ha calmado muy pronto con tu voz. Tienes una voz dulce Yoshiki.-hizo un inciso y sonrió.-¿Puedo llamarte Yosh?
Me quedé callado. No sabía qué responder. Si él se enteraba que yo me ofrecía a tocarle a otros sería la guerra, explotaría en quejas y no sabía como hacer que mi gigante parara de sentirse vendido. Sin embargo, el señor Wilde me pedía que fuera para la pequeña y de una forma inocente. A pesar de sus palabras de antes, de sus halagos algo indecentes, no iban encaminadas en ese momento hacia el mismo término indecoroso.
Aquel hombrecillo delgado, y de apariencia desordenada, me rogaba que calmara a su hija. Yo deseaba tomar a esa niña en brazos, me moría de ganas de ser padre o al menos poder contribuir en la educación de un niño. Me vi entre la espada y la pared, sin embargo ganó la espada.
-De acuerdo.-susurré antes de escuchar como la puerta se abría.
Cerré el portátil nada más sentir que caminaba apurado hacia mí. Sólo una persona podía interrumpir así en cualquier habitación de la casa, ese era mi esposo. Extendió su mano hacia mis faldas, donde se encontraba el dichoso ordenador y yo me mordí el labio inferior.
-¿Con quién hablabas?-preguntó serio antes de tomar el portátil.-¡Dímelo!
-Con un amigo, quería que mirara una página para su trabajo de diseñador.-mentí, descaradamente además.-Nada malo.
-Ya.-dijo apretando entre sus dedos el ordenador.-Lo requisaré algunos días hasta que me digas la verdad.
-Kurou, por favor.-lo tomé de la muñeca y con brusquedad apartó mis manos.-Me mientes, sé cuando me mientes, y estabas rojo Yoshiki. Tienes un amante, yo lograré saber quien es él y lo mataré. No voy a permitir que te quiten de mi lado, pienso compartir a la única persona que he amado.
¿Cómo podía rebatir todo aquello? Fue demasiado precipitado, sobretodo porque se marchó antes que yo pudiera decir una palabra. Me quedé callado y atormentado. Si sabía que era Paulo Wilde intentaría matarlo, sin escuchar a nada ni a nadie. Me quedé allí pensando una solución, pero mi cerebro no daba más de sí.
Tenía miedo a decir la verdad, también a seguir con la mentira. Había caído en un verdadero callejón sin salida. De esos donde la única escapatoria es ser un gamo y saltar los tres metros de valla. Comencé a llorar frustrado porque de mi mente sólo salían palabras de disculpa para ambos.
“Me amas, pero me encierras en torres.
Si me amaras de forma menos violenta,
menos cruel y más libre...
Tú y yo seríamos más felices.”
Si me amaras de forma menos violenta,
menos cruel y más libre...
Tú y yo seríamos más felices.”
2 comentarios:
Buff... que problema >_< Es que Kurou es demasiado impulsivo... Cómo se le puede pasar por la cabeza que Yosh tiene un amante?? Le quiere de una manera tan obsesiva y tiene tanto miedo de perderle que se ciega u.u
Espero que Yosh pueda calmar a la bestia de Kurou XD
Doble dosis hoy! Te has portado, jaja!
Besos~! <3
Yo creo que Kurou es demasiado posesivo, obsesivo y egoísta. Si quieres a una persona, confías en ella y no la agobias ni la atormentas. Tiene que aceptar que su pareja tiene amigos y que tiene derecho a relacionarse con ellos. Que no es el dueño de esa persona, sólo comparte parte de tu vida con ella. Su actitud, cuando le ha "requisado" el ordenador me ha parecido exagerada y fuera de lugar. Si yo fuera Yosh le pondría las cosas en su sitio. Porque él se ha ido a practicar solo al campo de tiro después de que la noche anterior Yosh había sufrido las pesadillas y él no le ha recriminado nada. Está claro que Kurou quiere a Yosh, pero debería calmarse y darse cuenta de que Yosh es una persona libre, no un objeto de su propiedad.
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