Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 3 de octubre de 2011

Tears for you - Capítulo 7 - Un viernes más. (Parte V)




Decidió recostarse junto a mí, a pesar que aún iba con su traje y ni siquiera se había desanudado la corbata. Me cubrió con la manta y besó mi frente haciéndome sentir vulnerable. Los celos no los vivía únicamente él, también yo y podían ser mucho peores que los suyos. Sólo nos diferenciábamos en algo esencial, él los expresaba al momento y yo los iba acumulando.

Aspiré el aroma de su loción con los ojos cerrados mientras me pegaba a él, comencé a rozarme de forma sensual y el jadeó. Tomé una de sus manos y la llevé a mi cadera, deseaba sentir sus dedos apretar mi cuerpo al estremecerse. Su respiración empezó a ser agitada y sólo eran leves roces contra él, cuando aún estaba vestido y ni siquiera podía sentir mi piel sobre la suya.

-Se mi muñeco.-murmuré antes de lamer sus labios.-Deja que te desnude, mi gigante.

Quité su corbata con sensualidad, lo hacía lentamente mientras le miraba con una sonrisa perversa. Mis manos pasaron por su torso y comencé a desabrochar su camisa. Iba botón por botón. Sus manos sin embargo acariciaban mi rostro, aunque yo intentaba que me empeñara que estuvieran en mi cadera.

-My darling.-jadeó con los ojos cerrados después de aceptar un fogoso beso, eso le hizo endurecerse un poco.

Disfrutábamos de esos segundos como si no tuvieran fin. No quería hacerlo rápido, estábamos en casa y teníamos tiempo. Quería verle ruborizarse y entregarse a mí con esa ternura que parecía imposible en un hombre como él, en un asesino de aspecto imponente y mirada llena de frialdad. Sus ojos eran cálidos únicamente cuando yo los contemplaba, sé que para el resto eran cuchillas.

Logré dejar su torso desnudo para besarlo, mis labios se pegaban a su cuello y a sus pezones endurecidos. Su cuerpo estaba cálido esperando a ser acariciado y adorado como si fuera un dios. El mío se veía como el de un demonio a punto de cometer el peor de los pecados, estaba enroscado en él como serpiente buscando el conquistar sus sentidos.

Pero aquello tuvo que parar, mi móvil comenzó a sonar insistentemente y aunque estuve tentado de no aceptar la llamada, lo hice por respeto y porque vi que era Kamijo. Kurou jadeaba pegado a mí, besando con timidez mi cuello y acariciando mi cintura con cierto cuidado. Tomé aire y acepté la llamada pulsando al manos libres.

-Hola.-dije intentando controlar mis ganas de mandarlo al demonio.-¿Sucede algo importante?

-Hemos dado con Taylor Swan.-respondió con un tono que denotaba tensión.

-Eso es bueno, pero pareces tenso ¿por qué amor?-pregunté dejando que me rodeara de forma posesiva, sabía que incluso por teléfono le molestaba mi hermano.

-Adivina.-escuché como daba una calada profunda a su cigarrillo y la dejaba ir intentando calmar sus nervios.-Jasmine se está prostituyendo prácticamente para uno de sus negocios de cabareteras.

-Pero él ya no es nadie, ya no es tu pareja.-respondí esperando que no se molestara aún más.

-Me decepciona. Me contó lo mal que lo pasó con su ex a cuenta que lo trataba como a una puta, que incluso le obligó a trabajar en uno de esos locales, y todo lo que me lloró para ablandarme. Me cautivaban sus lágrimas a la vez que me quemaban, era hermoso cuando lloraba y me suplicaba consuelo. Ese maldito cobarde me engañó, me tuvo engañado desde el primer día, y ahora es el espectáculo favorito para una bola de tarados que sólo quieren que se ponga de nalgas. Me da asco, rabia y me provocan unas repentinas ganas de abofetearlo.

Comprendía que estuviera así. Era normal que se sintiera engañado, pero yo de su antigua pareja me podía esperar eso y más. Poco era lo que podía descubrir de ese miserable, se bañaba de gloria cada vez que dábamos con algo nuevo de su pasado o presente. Me parecía indigno que pudiera relacionarse aún a Kamijo con ese estúpido. Quería matarlo, pero sabía que Kamijo lo impediría porque junto a él tuvo un atisbo de felicidad y no quería destrozar jamás esos recuerdos. Era un romántico chapado a la antigua, caballero incluso con sus antiguos amantes.

-¿Llamas para quejarte de Jasmine o para que vayamos a matar a Taylor?-pregunté intentando volver a la conversación original.-No pienses en ese idiota, es un maldito estúpido. Desprecias tu tiempo gastándolo en recordar cualquier mentira que te contara. Te pierdes por unos ojos bonitos y una boca sensual.-los brazos de Kurou se volvían más tensos entorno a mi cintura.-Dime ¿podemos ir nosotros? Mi esposo necesita bañar sus manos en sangre con mucha frecuencia.

-Por eso os llamo.-comentó.-No quiero que ellos se manchen las manos, no están tan acostumbrados como nosotros. Además prefiero que no se vean involucrados tan directamente.-sonreí escuchando aquello mientras acariciaba con la punta de mis dedos sus labios.

-Os enviaré por fax el mapa y la dirección de donde se encuentran. Están en Las Vegas, muy típico incluso para ellos.-comentó algo cansado, aunque yo diría que más bien derrotado.

-¿Quieres que salgamos esta noche?-pregunté recostándome mejor sobre Kurou, se veía tan posesivo que me hacía sonrojarme.

-Ahora mismo, nada más llegue el fax. En el aeropuerto tendréis un avión esperándoos.

-¿Algo más?-pregunté esperando que sus ordenes las concretaran.

-No mates a Jasmine, tampoco a Phoenix. No quiero que esos desgraciados estén muertos, aquí quien importa es Taylor Swan. Si malgastáis tiempo y balas en esos dos os arrepentiréis. No voy a permitir más salidas de plan.

La última salida de sus planes, un error mío y de mis celos, fue demasiado escandalosa. Sabía que se refería a ello, y no a otra que habría sucedido antes. Un muerto o dos puedes ocultarlo, una explosión y más de diez cuerpos no. Me perdí en mi furia, como no tenía el piano decidí dejarme llevar por la sangre.

Colgó antes que pudiera replicar o preguntar, aunque todo estaba claro. Kamijo a veces era frío, muy cortante, y parecía de hielo. Sin embargo, para mí era aquel hombre pulcro con la mirada triste y la sonrisa dulce. Ese hombre que me hizo sentir lo que era el amor nada más verlo. Con los años, y sus golpes duros, había ido convirtiéndose en un ser más oscuro y temible.

Kurou seguía abrazado a mí a medio desvestir. Acariciaba mi cuerpo lentamente y yo sentía escalofríos. Cerré los ojos y dejé que mi respiración se agitara. Sus dedos se dejaban sentir sobre mi ombligo, para luego notar como subía hasta mis caderas. Deseaba poseerme sólo para quitarse esos celos que seguro que le estaban matando.

-Voy a darme una ducha.-dije antes de girarme para besar leve sus labios.-Prepárame la maleta con algunos trajes, algo de ropa informal. No nos quedaremos muchos días, tal vez un par. Debemos investigar un poco sus pasos y después atacar.-él me miraba con ojos de cachorro, pero no podía atenderle.-Amor, prepara también la tuya y mete en ella un neceser para los dos.

-¿Tenemos que irnos ahora? Ni siquiera hemos almorzado y será un vuelo largo.-sabía que lo que deseaba era otra cosa, después de ese momento de rabia y tensión era lógico.

Mi esposo sólo desistía de su deber cuando los celos le explotaban en la cara, así que no podía negar que lo sentía. Comencé a reír a carcajadas mientras me pegaba a él acariciando su torso. Mordí sus labios y después su cuello, pero no hice nada más.

-Anda, ve abajo a por el fax y haz las maletas.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt