Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 17 de noviembre de 2011

Tears for you - Capítulo 16 - Mentes diáfanas. (Parte VII)



Esta canción va dedicada a mi Louise.

Reparto mi personalidad entre varios personajes, la rompo como si fuera una tarta y reparto las porciones... Kurou, Yoshiki, Atsushi y Mario se llevan buenos trozos junto a Paulo y mi propia imagen en Kuroi.

Este trozo se lo regalo a mi bella Louise.




Mientras dibujábamos cantaba una canción que había escuchado en la radio, era del señor Sakurai y su grupo. Era movida, bastante divertida, y a la pequeña le hacía reír. Ambos reíamos mientras dibujábamos como si aquello fuera nuestro momento, el momento de olvidarnos del mundo y ser felices. Olvidaba la tarde del día anterior, todas mis preocupaciones y el sentimiento de impotencia. Sólo pensaba en lo preciosa que era, en lo perfecta que parecía, y en los colores a usar para esas cartas.

“Un gato flor que baila tango
en los jardines de las Hespérides.
El dragón de Kyushu escupe mariposas
que una vez naufragaron en tu estómago.

Love, se ha cansado de latir
para que tu reloj no se pare.
Hate, ha decidido venir
sin que nadie le guarde.

Magia extraída de los ojos de un niño
mientras las notas musicales bailan,
y todo eso cuando tú y yo lloramos
mientras reñimos en un beso.

Poema, poema para el recuerdo.”


Estábamos tan ensimismados que no nos dimos cuenta de la hora, cuando pude darme cuenta eran casi las tres de la tarde. Aún andábamos en pijama y con el pelo revuelto, parecía que acabábamos de despertar. Bajamos para almorzar, mientras Kurou seguía en el despacho. Había almorzado allí, lo sabía por la bandeja vacía en su puerta.

Después del almuerzo tuvimos visita, más bien, terminaba mi café con ella dormida en mi regazo cuando él se presentó. Era Mario, vestido de la forma más informal posible. Sus pantalones de cuero, sus botas de rockero alcoholizado y su chupa que apestaba a whisky barato. Tenía los cabellos revueltos, barba de varios días y los ojos llenos de dudas. Sabía que después de haberse quedado sin futura esposa, sin su hijo y sin su padre todo de un plumazo le afectaba.

-¿Puedo pasar?-preguntó desde la puerta del salón.-Yosh, te necesito.

-Necesitas un maldito baño.-dije mirándolo fijamente.-¿Dónde demonios has estado?

-En el infierno, así se llamaba el bar.-dijo palpando su frente.-Tengo algo en mi mente que me ahoga, bueno no sé si me ahoga o sólo me da más dolor que esta maldita resaca.-murmuró antes de quedar de rodillas, para sentarse allí mismo apoyando la espalda en el marco de la puerta.-Yosh, tienes que ayudarme.

-Kamijo es quien mejor te conoce, yo sólo sirvo para burlarme de tus desgracias.-dije soltando la taza en la mesilla auxiliar.-Recuerda, que me burlé de ti cuando dijiste amar a esa estúpida. También me reí bien de ella imitando mi mejor sonrisa, intentando que no supiera cuanto la despreciaba y como quería matarla con mis propias manos.-murmuré acomodando mejor a la pequeña entre mis brazos, arropándola con una pequeña manta que había pedido a Sebastian.

-Si le digo todo lo que me pasa me manda a echar, ya tiene bastante con su.-se quedó pensando las palabras exactas. Aún le costaba ese idioma, su pronunciado acento italiano y su desmemoriada cabeza le hacía quedarse en silencios largos, intentando ordenar todo en su cabeza.-Con su vida cargada de problemos.

-Problemas.-indiqué.

-Eso.-se arrastró prácticamente hasta la mitad del salón, para quedarse tirado con los brazos en cruz.-Necesito consejo.

-Repito que necesitas una ducha, un café cargado y no regresar a ese bar. Mario, tienes casi cuarenta y cinco años.-fruncí el ceño.-No es para que te comportes así.

Puso su dedo índice sobre sus labios y susurró, mandándome a callar claramente. Ni él ni nadie quería recordar los años que tenían a sus espaldas. Era un hombre adulto, no un niño. Tenía una gran responsabilidad con sus hombres.

-He conocido a una chica.-dijo al fin.

-Dirás a una mujer, las chicas son adolescentes y las de tu edad son mujeres.-murmuré sonriendo de lado, simplemente amaba molestarle.

-Tiene diecinueve recién.-se llevó una mano a la frente.-Recién cumplidos.

Siempre había sido un irresponsable y enamoradizo. Había conocido mujeres muy diversas, todas unas frescas que buscaban lo de siempre. En cuanto sabían que tenía dinero caían en sus brazos, y esa maldita estúpida de Megumi no fue muy distinta. Sin embargo, nada más saber de dónde venía el dinero terminó atormentada y salió por patas. Mujeres que no aguantaban los peligros de estar con uno de los mafiosos más importantes de Italia, aunque pareciera un viejo rockero que se dejaba asesinar con trajes caros.

-Felicidades, has vuelto a las andadas.-respondí.-¿Quieres un premio?

-No puedo.-dijo incorporándose para mirarme.-No puedo tocarla, no puedo ya sabes.

-¿Ahora tienes miedo escénico?-negó con la cabeza, aunque se llevó las manos a ambos lados.-¿Entonces?

-No es impo.-murmuró.-Impo.-se rascó la mejilla y luego suspiró largo.-Impotencia.-me miró fijamente a los ojos y sonrió como un maldito idiota.-Quiero cuidarla, quiero amarla, quiero entregarme pero el miedo me puede y siempre termino marchándome cuando vamos a empezar a.-dijo levantándose como pudo.-Cuando vamos a empezar a tener sexo.

-¿Cómo es?-pregunté con cierta curiosidad en mi tono de voz, así como en mi rostro. Estaba deseando que me dijera qué clase de quimera había conocido ahora.

-Sus labios son gruesos, siempre están rojos porque suele morderlos. Sus ojos son pequeños zafiros, mira muy intensamente, y sus pestañas son largas y rizadas. No usa maquillaje, sólo para ocultar las pecas que tan poco le gusta y que yo.-susurró nervioso buscando la palabra.-aprecio.-añadió esbozando una sonrisa triunfante.-Su cuerpo es pequeño, diminuto. Sus cabellos son largos, sedosos y castaños. Se llama Louise, se llama así.-se puso en pose de tocar el violín.-La conocí tocando, en plena calle, bajo un toldo.-hacía gesto de uno de esos toldos amplios donde la gente se resguardaba.-Su violín y la lluvia intensa era increíble... magia.

Imaginé la escena que él me ofrecía, igual que una chica de tamaño menudo y rostro de ángel. Él siempre tenía buen gusto en cuanto a físico, pero después eran unas víboras cuando conocías sus almas. A mis sentidos vinieron el aroma a lluvia, la tierra mojada y el asfalto tenían un perfume sutil, así como el frío que suele acompañarla mientras el violín gemía el “Trino del Diablo”. Camisa blanca, abrigo negro largo, botas enormes para sus pequeños pies y una falda larga mal remangada para que no se mojara su borde con los charcos. Sus guantes no tenían funda en los dedos, para así tocar. Su cabello estaba mal recogido, mientras sus ojos cerrados expresaban más que cualquier mirada intensa. Una pequeña hada iluminando una calle desierta, sólo recorrida por un loco y algún que otro idiota que corretea a buscar refugio.

-¿Y qué deseas entonces? Tómala, hazle el amor y olvídate de todo.

-¿Y si la daño? ¿Y si se va?-preguntó golpeando el suelo.-No quiero que se vaya.

-Si no te arriesgas no ganas, eso tenlo claro.-murmuré antes de mirar a Anne, dormía ajena a todo.

-Es como una luciérnaga, ilumina mi camino sin deslumbrarme y con cierta.-chasqueó los dedos.-nitidez, calor, dulzura, magia... no.-se llevó la mano a los labios y después sonrió.-belleza, con cierta belleza. Porque es muy bonita, muy bonita.

-Y tú estás muy borracho, pero que muy borracho.-indiqué.-Llamaré a Kamijo, para que venga alguien a por ti y te lleve a tu apartamento.-me levanté con la pequeña entre mis brazos.-Hablamos mejor otro día ¿de acuerdo?-dije quedando frente a él.-Cuando estés fresco, ahora todo lo que digas puedo usarlo en tu contra.

-¿Cómo hizo Kurou?-preguntó mirándome con esos ojos llenos de ruego.-¿Cómo?

-¿Has olvidado cómo enamorar a las chicas?-respondí.

-Distinta.-balbuceó.-Es distinta.

-Él me enamoró siendo él, no necesitó trucos. ¿Quieres que te ame de verdad? Se tú. No necesitas ser demasiado galante o un experto en música clásica, sólo tienes que ser tú. Si eres tú y termina amándote felicidades, porque has encontrado el verdadero significado del amor. El amor viene y no se va si uno es sincero, si miente desde el principio puede perder todo.-suspiré pesado, antes de abrigar más a la pequeña con aquella manta.-Olvídate de sus años, de lo hermosa que es, y no temas. Sólo ten en mente cuánto la quieres y tu deseo de cuidarla, si ella nota eso y no tu fascinación por su belleza te amará. Pero antes tienes que desnudarte, aunque no hablo de manera física sino tu alma.-me incliné mirándolo.-Es complicado, porque todas las furcias con las que has estado ha sido por tu dinero y no porque realmente te amaban. Aunque te diré, Sofía te amó como nunca.-abrió los ojos grande, tan grande que creía que los echaría de sus cuencas.

Sofía era una amiga que tenía como una prima, una chica que cuidó toda su vida, y que él mismo llevó al altar. Una chica diez años más joven que él, una rosa con aroma a clavel y azahar. Increíblemente salvaje y hermosa. Ella se enamoró como una idiota, pero él jamás se dio cuenta. Yo no era quién para meterme en sus líos. Poco a poco pasaron los años y ella se enamoró de otro chico, el cual la hace muy feliz y la ha llenado de hijos.

-No lo sabía.

-Tú qué vas a saber, si eres un idiota que siempre la vio como una prima o hermana. Si incluso decidiste ser el padrino de su boda, aunque ya no te amaba.-entrecerré los ojos.-Eres un torpe borracho que en pocos años cumplirá cincuenta, con una ex-pareja estúpida y un niño que no te dejan ver. Has elegido siempre mal, muy mal, esta vez permite a la chica que te elija a ti. Si es tan bohemia, tan encantadora, no se acercará a ti con motivos ocultos sino más bien pasionales.-me quedé mirándolo con cierta ternura.-Y si llega el momento de darle algo más que besos y canciones de rock, tras cada trago de whisky que te eches.-susurré antes de girarme y echarme a caminar.-No importa la edad, aunque te saque tantos, sino las emociones.

-Grazie.-balbuceó.

-Ahora por favor, levántate de mi suelo y vete a tu casa para que te den una ducha. Y no vuelvas a presentarte así delante mía, menos cuando tengo a la niña en mis brazos o junto a mí. No quiero que le des mal ejemplo, quiero que piense que su tito Mario es un hombre decente, no un borracho.-sonreí suavizando mis palabras, para que no sonaran tan bruscas.-Aunque seas un borracho adorable y enamorado, eso no quita que me moleste. Buenas tardes, señorito Fiorelli.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt