Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 19 de noviembre de 2011

Tears for you - Capítulo 16 - Mentes diáfanas. (Parte IX)



Tirité cuando noté sus manos acariciando mis nalgas, las cuales llevaban un largo rato moviéndose al ritmo de su calmado corazón. Sus ojos café me calentaban mejor que nunca, como si pudiera hacerme hervir en una fiebre propia de una enfermedad tropical. Coloqué mis manos en el borde de su cinturón, abriéndolo con los ojos clavados en la hebilla. Me sentía más pudoroso que nunca, como si fuera mi primera vez y él fuera a impartir una lección que jamás olvidaría.

Cuando logré desabrochar el cinturón, y bajar con nerviosismo la bragueta, paré notando su lengua invadir una de mis orejas. Me mordisqueaba y lamía la oreja derecha, lo hacía de forma provocativa. Sabía que quería escucharme gemir y no dudé en regalarle esos gemidos que quería. Sin embargo, lo hacía cada vez más rojo y aterrado por ese sentimiento de pudor extremo.

-¿Lo deseas?-preguntó en un murmullo al cual sólo supe asentir.-¿Por qué tienes miedo entonces?

-No es miedo, nunca he tenido miedo a esto.-respondí con la respiración agitada.-Kurou ¿por qué?-pregunté antes de mordisquear sus labios.-Dime.

-¿Por qué deberías tener miedo?-susurró bajándome de su regazo, para dejarme frente a su imponente cuerpo.

-¿Por qué ahora sacas este lado tuyo?-dije confuso antes de notar como sus dedos acariciaban mis mejillas, provocando entonces que el rubor aumentara un poco más.-Kurou...

Temblaba cuando cruzábamos las miradas, como si sus ojos pudieron atravesar mi alma y tocarla. Podía sentir sus dedos recorrer todo mi cuerpo, electrizantes caricias, que me hacían jadear. Tomó su miembro aproximando mi boca. Pronto, sin pensar siquiera, estaba rodeándolo con mis labios dejando mi mente en blanco. Sólo sentía como estimulaba y erizaba mi piel. Desconecté cualquier pensamiento racional y cuando pude percatarme estaba sobre su mesa, sus manos me hacían gemir junto a sus embestidas. Me movía a ciegas, ya que no podía siquiera abrir los ojos. Estaba tan borracho por el placer que únicamente movía mis caderas, buscando tener un poco más.

Terminé mucho antes que él, generando en él insatisfacción pues prosiguió con el mismo ritmo sensual, masculino y dominante. Me trataba como a un muñeco, pero uno preciado del cual no se desea desligar. Gritaba con los ojos cerrados, daba cada vez en el punto exacto que me provocaba el gemir desesperado. Tenía la sensación de no poderme agarrar ni al borde de la mesa, pues eran tan violentas sus embestidas que me movía por completo. No eran calmadas, eran golpes duros y exactos.

Cuando sus dedos pellizcaban mis pezones, azotaba mis nalgas o tiraba de mis cabellos, me hacía sentir hundido en un paraíso cargado de dulce tortura. Su cuerpo cubría por completo al mío, y no se había quitado ni la corbata. Si bien, cuando se la quitó fue para atar mis manos. Cambió la posición y no me permitía moverme. Sólo deseaba dominar él y que yo me olvidara por completo de su rubor, su dulce sonrisa o su forma de temblar ante mis palabras.

Llegamos al final los dos, esta vez sí, y yo lo hice sofocado sobre su mesa. Todos los papeles y carpetas estaban pulcramente colocados en el suelo. No había notado cuando fue aquello, estaba tan cegado ante su forma de hacerme el sexo que no me percaté. Sus labios rozaron los míos, para terminar dominándolos, mientras se alejaba de mí dejándome recuperar mi aliento y la conciencia.

-Ángeles sin alas con aspecto de gato, recorren estos infiernos llenos de pecado y placer. Ángeles de tormentosos ojos de aguas revueltas, sonrisas de porcelana y labios de nenúfar. Dos claveles son tus mejillas, tu pecho nieve en polvo esparcida sobre un paraíso florido. Ángel que es dragón, que es el guardián de un mundo ajeno a este, lejos de la realidad, donde nos hallamos y nos perdemos.-dijo aquello en murmullos, estaba algo agitado aún, para después besar mi cuello abrazándome.-Te amo, te amo... no lo dudes nunca.

Creo que me desplomé por el cansancio, jamás había tenido un sexo como aquel ni siquiera en aquellos días oscuros donde fui de todos y de nadie a la vez. Cuando desperté estaba limpio, con mi pijama, y a mi lado estaba la pequeña. Miré a mi alrededor encontrándolo pegado a la ventana, fumando un cigarrillo contemplando el jardín en plena madrugada. Sólo podía ver parte de su silueta, únicamente entraba luz por aquellos cristales a prueba de balas. Eran gruesos y algo opacos, pero la luz penetraba acariciando su rostro.

-Kurou.-balbuceé.-¿Qué hora es?

-Tarde.-respondió.-Casi las cuatro.

-Ven conmigo, necesito que me abraces.-mi voz sonó rasgada, estaba afónico.

Cinco minutos después noté su cuerpo pegado al mío, acariciando mi cintura y besando mi cuello. Su aroma a tabaco mezclado con whisky y su gel de baño me calmó. Había tomado una copa y fumado un cigarrillo para completar aquella noche, esa donde me demostró que podía ser mejor amante sin dejar de ser tierno y sensible.

No podía dejar de pensar en sus palabras, sus acciones y todo lo ocurrido. Era un animal territorial. Incapaz de moverse en círculos abiertos, entre la multitud o en mi mundo. Se sentía frágil, atormentado o simplemente se rendía a mi forma de ver el mundo. Si bien, en su pequeño despacho era capaz de ser el gigante que únicamente era en apariencia. Me había dominado como jamás lo había hecho yo con él.

Me desperté a eso de las tres de la tarde, la pequeña ya había regresado de clases, y él había hecho todos mis trabajos de oficina junto a los suyos. Se había tumbado a mi lado, acariciando mis cabellos, y cuando abrí los ojos se sonrojó apartando sus ojos de mí, como si después de mostrarse tal cual era tuviera vergüenza.

-¿Por qué te pones rojo?-pregunté con una leve sonrisa.-Mi voz está hecha polvo.

-No puedo controlar mis sonrojos, eso es todo.-eso me hizo reír bajo.

Él seguía siendo el mismo, a pesar que tenía otro lado, y eso me hacía ver que seguía con sus misterios. Amaba y amo esa parte suya, la que oculta. Jamás sabes qué puede estar pensando, y sin embargo tengo plena confianza y fe en sus acciones. Él jamás me haría daño a propósito, siempre buscaría la forma de hacerme sentir amado y completo.

“Jamás he amado tanto,
como ahora lo hago.
El aleteo de una mariposa,
eso es el latido de tu corazón.
Y tus labios son dos pétalos
de cerezos en flor.
Mírame una vez más,
como hiciste la otra noche,
y deja que mis sentidos mueran.”

1 comentario:

Athenea dijo...

Jajaja, pobret, después de lo sucedido la noche anterior se sonroja... Cada día me gusta más Kurou. Eso de que tenga un lado oculto es normal. Todos lo tenemos. Una parte de nosotros que no mostramos a nadie, o sólo a las personas a las que queremos o que nos importan de verdad. Muy buen capítulo, te felicito. ¡Un abrazo!

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt