Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Tears for you - Capítulo 18 - La locura (Parte I)






Capitulo 18


La locura.


Hacía tiempo que no veía a Paulo Wilde, sus intereses y los míos ocupaban nuestras agendas. Estaba seguro que él se sentía más relajado, pero supongo que me equivoqué. Nadie puede dejar de amar de un día para otro, se precisa de tiempo y a veces es lo que no tenemos. El amor es una cadena que si se sabe llevar es liviana, pero si se llena de trabas el camino es un suplicio. Él estaba comenzando a conocer a Helena, aunque ella era una nómada y jamás estaba mucho tiempo en un mismo lugar. El fantasma de su primer amor siempre le había perseguido, y el segundo dicen que es el más fuerte y eso fue para él Claudia.

Paulo jamás había amado de igual forma como lo hacía en estos momentos. Era un alma libre, un solitario, que decidió no anclarse a nada, y terminó siendo un idiota que regalaba flores a una mujer que deseaba diamantes. Un romántico estúpido muy diferente al hombre de letras, el misterioso y seductor escritor de novelas, que hacía delirar a hombres y mujeres. Uno de esos galanes experimentados que jamás aman, pero se había convertido en una sombra tan sólo. Helena le había devuelto la luz, pero el fósforo se apagaba por momentos. Pude comprobarlo una tarde lluviosa, muy lluviosa, en la cual me tropecé con él por casualidad.

Sabía que el frío para mis huesos, como para mi salud en general, no era bueno y sin embargo amaba caminar bajo la lluvia. Sentir el frío en mi cuerpo, mi piel helada y húmeda, me recordaba que estaba vivo y que podía seguir haciéndolo. Mi inspiración en los días de lluvia era mayor que en los días soleados, así como mi soledad se agudizaba cuando la lluvia caía. Me sentía desprotegido y el regresar después de un paseo bajo la lluvia me provocaba deseos irresistibles de abrazar a Kurou, de sentir que seguía ahí y que no lo había necesitado por unas horas. Por ello salí, lo hice sin paraguas pero bien resguardado por mi abrigo rojo y unas botas excelentes para los días como aquel.

Estuve fuera de casa por más de tres horas, llegando incluso al centro económico de la ciudad donde se encontraba La Bolsa y el Ayuntamiento. La tormenta se intensificaba, incluso estaba inundando ciertas zonas de la ciudad, e incluso podía escuchar de lejos las sirenas de los bomberos, y yo sin embargo me sentía como un niño frente a un enorme charco. Sonreía con cierta melancolía notando el frío en mi cuerpo, el cual me hacía tiritar y desear una taza de cacao bien caliente.

Sin ni siquiera proponérmelo choqué inesperadamente con Paulo, fue un golpe fortuito. Juro que vi lágrimas en sus ojos claros, aunque la lluvia lo difuminaba todo, si bien cuando me abrazó todo atisbo de duda se evaporó. Me pegaba hacia él con desesperación, como si fuera un ángel amoroso que hubiera bajado del cielo para liberarlo de su pesada carga. Pude escuchar sus sollozos por encima del sonido tintineante de la lluvia, los truenos y las sirenas así como los angustiosos claxon.

Cuando me atreví a dejar algunas pequeñas caricias sobre sus cabellos, hacia su nuca, noté como se desplomaba cayendo de rodillas. Sus gafas cayeron rompiéndose sin remedio, sus manos se quedaron aferradas a mi abrigo empapado y mis ojos se quedaron fijos en su cuerpo trémulo. Coloqué mis manos sobre sus hombros comenzando a llorar junto a él, porque su agonía me atrapaba y me hacía sentir inútil.

Llevaba una gabardina gris, un traje caro que había quedado arruinado como sus zapatos de mocasines clásicos. Todo en él estaba arruinado, supongo que también sus esperanzas. Uno siempre las mantiene, a pesar de saber que es una somera estupidez albergarlas y que no te evitaran un fuerte golpe.

-No hay vuelta atrás.-murmuró al fin casi sin aliento.-La he perdido, no hay vuelta atrás.-dijo antes de alzar su rostro, el cual me pareció totalmente distinto sin aquellas gafas de estúpido ególatra intelectual.-¡He perdido! ¡No me gusta saber que he perdido! ¡Odio perder una batalla cuando ni siquiera la he comenzado!

-Calma.-dije ayudandole a ponerse en pie.-¿Qué ocurre?

-Claudia ha experimentado nuevos brotes, ahora ni habla.-sus manos estaban aferradas a mis hombros, las mías a sus costados.-No reconoce nada, ni sus pinturas. Hace unos días entró en una crisis fuerte, se arrancó cabello y estuvo dándose cabezazos contra algunas de las paredes. Inclusive atacó a varias enfermeras y enfermas de su unidad.-murmuró casi sin aliento.-Se escapó de ellas hacia el jardín y la encontraron desnuda frotándose contra los rosales, tiene el cuerpo lleno de heridas y ni se queja cuando la curan. Está como si no estuviera.

-Igual que si se hubiera marchado un momento a caminar y hubiera dejado como prenda su cuerpo.-intervine provocando que él sollozara aún más.-Paulo, creí que poco a poco lo estabas aceptando y lo superarías. Inclusive has conocido a Helena.

-Es una buena mujer, no lo niego.-admitió separándose de mí, aunque temblaba y no sé si era por impotencia o por la hipotermia que ambos estábamos experimentando.-Pero mantenía una brizna de esperanza.

-Cuando la esperanza muere hay que buscar otra salida, olvídate de ella aunque sea duro y rehaz tu vida. Tu hija te necesita, tus amigos te necesitan también y por supuesto tu partido. Tu trabajo, los tuyos y tu orgullo no deberían dejarte caer.-dije antes de dar un paso hacia él.-¿Me invitas a un cacao caliente y hablamos con calma?

Un inmenso silencio se hizo entre los dos, nuestros ojos se cruzaron contemplándonos como dos idiotas en medio de una tormenta. Mi aspecto no era el mejor, estaba helado y comenzaba a sentirme débil. Él estaba hecho un revoltijo de ropas arruinadas y prácticamente no veía bien por culpa de haber perdido sus gafas. Me agaché para entregárselas, pero él simplemente las rechazo.

-Mi casa no está lejos, en sí salí del trabajo para refugiarme allí y llorar a solas.-confesó antes de tomar una de mis manos.-Tendrás que guiarme, veo todo borroso.

“Mariposas desnudas de hermosas sensaciones,
dolor que aniquila los latidos de nuestro mundo
y cuervos que renacen llevándonos poemas oscuros...
Somos dos extraños que se conceden una oportunidad.

La amistad más allá de las nubes,
de cualquier camino angustioso
y por encima de cualquier memoria vana.
Seré tu escudero siempre que me necesites.

Mariposas ciegas y luciérnagas sin luz
cargan a cuesta nuestros pecados
y caen de rodillas rezando en el huerto...
campos de sangre y lágrimas para ambos.

El destierro hubiera sido mucho mejor,
mejor que las falsas esperanzas.”

1 comentario:

Athenea dijo...

Echaba ya en falta a Paulo, hacía varios capítulos que no aparecía en escena. La verdad es que me da pena, porque ama a esa mujer y es lógico que no quiera aceptar que la ha perdido. Por otro lado, ¿Kurou no se enfadará cuando se entere de que Yosh ha estado en casa de Paulo, a solas? XDDD. Qué ganitas de leer el próximo, ¡un besito!

P.D. Yo también me inspiro más con la lluvia, supongo que es algo que nos pasa a todos los escritores :)

Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt