Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 10 de diciembre de 2011

Tenshi - Capitulo 2 - Sangre, nieve y sentimientos muertos - Parte III




Decidí irme nada más notar los pasos de su padre por la escalera, alcé mis brazos al cielo y comencé a volar como si tuviera alas. La lluvia no era impedimento para mí, tampoco el frío glaciar que había congelado la fuente y sus aguas, sólo era un aliciente para sentirme en contacto conmigo. La sangre se borró al fin de mi rostro, tanto la suya como las pequeñas gotas que aún quedaba de aquel idiota. Pude sentir como aquella tromba de agua me regalaba caricias, y bofetadas por culpa de corrientes de aire que volvían violentas las lágrimas de los ángeles.

Mi presencia dejaba un rastro de muerte y sangre, allá donde mis pies tocaban la tierra. Si bien, cuando llegaba a la vieja mansión sentía que era vulnerable, allí podía calmar mi corazón herido y la furia que me regalaba la sangre contaminada de mis víctimas. Por ello, siempre regresaba pulsando el interruptor de la cancela. Me sentía como un niño perdido en medio de una ventisca aguardando a un buen samaritano.

Frederick salió con una linterna para abrirme paso, a pesar que podía haber saltado hacia el interior y entrar sin ser oído. Sus ojos se clavaron en mí, sus labios se posaron sobre los míos y mis manos tomaron su rostro cálido de aspecto de hielo. Podía confiar en él, pero sabía que él en mí no debía apostar ni siquiera un nuevo amanecer.

-La niña despertó hace horas.-dijo al apartarse, aferrándose a mí buscando resguardo ante el viento helado que mecía las quejumbrosas ramas desnudas de los árboles del jardín.-He hecho todo lo posible, la he cuidado como tú habrías deseado.-noté como sus frágiles brazos se apretaban más, me rodeaban ansiosos.

-Estaré en la capilla.-murmuré apartándolo con cierta brusquedad.

Caminé por el pedregoso camino que daba hacia la capilla, la cual estaba construida en el centro del jardín y era una de esas pequeñas maravillas arquitectónicas que pocos conocen. Una desconocida, una diminuta joya, que conservaba porque allí sentía paz. Extrañamente podía notar las manos de los ángeles dibujados en su diminuta bóveda, todos acariciando mis cabellos, rostro y hombros, consolando mis heridas presentes y pasadas. Mis ojos se quedaban fijos en el desnudo crucifijo mientras imaginaba el tormento de aquellos ajusticiados por sus iguales, los cuales creían que era el merecedor castigo por errores que muchos de sus altos cargos cometían a diario. El hombre siempre fue atroz, pero hacía maravillas si eran artesanos o artistas especializados en rememorar el sufrimiento propio y ajeno.

Coloqué mis manos sobre el portón, el cual era tan alto como la propia capilla, abriéndolo con cuidado para cerrarlo apurado nada más entrar. Las velas se prendieran gracias al poder que yo ejercía sobre ellas, hice que todo se iluminara como si fuera de día. Las pinturas me dieron la bienvenida con sus expresiones cálidas sobrecogidos por el dolor de las almas que yacen sobre la Tierra, esta que fue antes un paraíso donde todo fue posible. Mis pasos se volvieron cortos, igual que los de una novia frente al altar, mientras me desnudaba cayendo finalmente de rodillas frente a la cruz.

Mis rodillas se clavaron en el suelo de madera, mis manos se apoyaron en mis muslos, y dos ríos de lágrimas rojas recorrían mis mejillas níveas como las estatuas de mármol representadas en las esquinas. Mis labios se cerraron evitando que escapara un sollozo o una palabra de piedad. Era algo habitual, como si un ritual mágico me llevara a la locura y después a disculparme ante un Dios inexistente.

Permanecí en aquella postura varios minutos, dejando que mis lágrimas sanguinolentas llegaran a mi cuello y terminaran sobre mi pecho. Alcé mis ojos saliendo de mi mutismo, susurrando palabras que Frederick no comprendería por mucho que deseara conocer mi idioma. Eran palabras inventadas, las mismas que repetía justo después del campo de batalla, y que eran mi forma de rogar a los espíritus del mundo el perdón por la sangre derramada. A pesar de odiar tanto en lo que se había convertido el ser humano, del asco y las náuseas que me provocaban, algo en mí me recordaba que los seguía amando de alguna forma inexplicable y dramática.

Los vampiros éramos demonios, humanos que habíamos caído al vacío de los infiernos eternos. Veíamos como se destruían los que una vez fueron hermanos, como el mundo caía hecho añicos sin importarle a otro que no fuera aquel que cobraría recompensa por ello, y a la vez los relojes seguían marcando nuevos minutos y nosotros no añadíamos ni un sólo segundo a nuestras vidas. El tiempo se congelaba, vivíamos en un mundo congelado y oscuro. Parece una fantasía, pero es una realidad cruel. Vivimos matando, sentimos placer y paz cuando enterramos nuestros colmillos en nuestras víctimas mientras las despreciamos. Si bien, cuando la locura acaba y el silencio se hace presente todo pesa. Pesa el tiempo en silencio, pesa las mentiras, y por supuesto la losa más pesada es la soledad. No nos llevamos bien unos con otros, somos seres antisociales en ese sentido. Los cazadores, los demonios de la sangre, no pueden convivir juntos mucho tiempo y con humanos es un suplicio, aunque tentador, ya que siempre deseas beber su sangre y luego llorar por su alma.

-Sé que existes.-dije tras un largo rato.-Sé que existes porque si yo existo tú debes existir, debe ser cierto.-murmuré mirando la cúpula y respondiendo a cada mirada, como si cada uno de esos ángeles estuvieran juzgándome.-Tú y todos ellos, todos deben existir. Todos somos ángeles y demonios, somos los hijos de los infiernos y los cielos, y a ti que te han puesto mil nombres debes existir. Los ángeles más puros y los demonios más tentadores deben existir. Eres la perfección imperfecta, ya que si nos hiciste a imagen y semejanzas tienes los mismos defectos que nosotros. Y sin embargo, todos te aman orando que los salves, ames o simplemente que escuches.-apoyé mis manos sobre el primer escalón hacia el altar.-Daría lo que fuera por un milagro, incluso mi propia vida. Mi vida es eterna, podría ofrecértela para que la juzgaras como bien quisieras.-dije alzando la voz.-¡Ofrece un milagro a este esclavo! ¡Ofrece un milagro para volver al redil! ¡Seré tu ángel misericordioso si así lo deseas! ¡Pero dame un milagro!

Regresé al silencio al escuchar el llanto de la pequeña. Me levanté de aquel lugar y salí abriendo la capilla con urgencia, cerré las puertas y corrí por el jardín hasta entrar en la mansión. Mi cuerpo desnudo la rodeó y mis labios besaron sus mejillas. Estaba en su cuarto, recostada entre las mantas que Frederick creyó convenientes. De inmediato dejó de llorar y yo salí de aquel extraño trance. Me había comportado como un padre enloquecido, no como un vampiro centenario que carga con la cruz de la inmortalidad.

-Tenshi.-dijo con cierta dulzura rota por sus lágrimas, las cuales aún se verían rodando por sus mejillas.-Tenshi, no te vayas.-murmuró.-¿Y mamá? Quiero ir con mamá, Tenshi.

-Tu madre.-susurré buscando mil excusas, recordando mis palabras en la capilla y terminé con una explicación que únicamente un niño podría aceptar.-Ahora es un ángel.-dije recostándola en la cama.-Tu madre te vigila desde las estrellas, la más brillante es ella y desde allí espera que no vuelvas a llorar.-mis ojos se fijaron en los suyos, en aquella triste penumbra, mientras que me ahogaba su mirada tierna llena de amargura.-Frederick cuidará de ti en las mañana, en las noches vendré a buscarte para cuidar tus sueños.

No dijo nada más. Se quedó dormida y arropada. Pensó que sus sueños serían maravillosos, así como asombrosos, si un ángel la cuidaba. Desconocía el significado de mi nombre, pero ella me había dado el mismo cargo que este tenía por traducción. Tenshi, mi nombre, significa ángel y eso comencé a ser para ella.

1 comentario:

MuTrA dijo...

Me ha recordado un poco a Crying Freeman... Me gusta. Vas encauzando poco a poco al lector en el camino en el que quieres que el personaje se dirija, dándole así la ilusión de conocerlo, pero conociéndote, sé que sorprenderás a medida que avance la historia. ^^

Besotes. :******

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt