Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 15 de diciembre de 2011

Tenshi - Capitulo 3 - Sombras chinescas - Parte IV




Durante largas horas se hizo el silencio, únicamente se podía escuchar su respiración pegada a mi torso. Mis manos deambulaban por sus hombros y su espalda, sintiendo cada curva bajo su fina y sensual ropa de cama. Tan sólo un pequeño camisón cubría su cuerpo de luciérnaga nocturna, y era tan oscuro que su piel parecía de mármol bajo este. Si bien, era cálida y esa calidez me atraía irremediablemente hacia ella. Me sentía mosca atrapada por la luz de una lamparilla. Sus sedosos cabellos caían sobre mi torso, acariciándolo y dejando un leve perfume que me incitaba a enredar mis dedos en ellos, incluso a tirar de estos para demostrarme a mí mismo que eran reales.

Recordé entonces la leyenda de Psique y Eros, una verdadera prueba de amor de la cual habían surgido cuentos para niños y novelas románticas como óperas. Aquel mito me devolvió a la aterradora realidad, en la cual yo era un monstruo y ella la mujer perdida en el bosque esperando ser devorada. Fruncí el ceño mientras las imágenes de aquel relato se hundían en mi cabeza, reproduciéndose y regalándome varios finales, a cual más terrible.

No quería seducirla, mi plan era mucho más sencillo. Sólo quería cuidarla para contemplarla. Deseaba conocer sus secretos, adentrarme en sus ojos profundos y agónicos. Necesitaba comprender cada rasgo de su personalidad, guardar en mi memoria sus expresiones más naturales y sentir su calor en las noches en la cual me sentía tan monstruoso como cualquier otro hombre. Extrañaba la reconfortante sensación de un abrazo, sincero y sin búsqueda de algo romántico.

En una época como la actual, en la cual vivimos o más bien sobrevivimos, los sentimientos más básicos están relegados a un tercer plano. Continuamente los publicistas, y grandes fabricantes, lanzan mensajes publicitarios donde la necesidad se agudiza hacia objetos que jamás existieron ni quisimos, pero sin embargo terminamos deseándolos. Alguna vez me descubrí a mí mismo en unos grandes almacenes, miraba fijamente la estantería donde se venían unos horribles objetos decorativos. Adquirí algunos y estuve observándolos durante horas, jamás comprendí porque me ilusionó tanto aquellas bolas que chocaban unas con otras y de apariencia tan estúpida.

Admito que mi curiosidad a veces es desconcertante, paso las noches examinando cada ser humano y en ocasiones mirando la programación nocturna. Me gusta conocer los intereses que poseen, los sueños cubiertos con billetes que únicamente son trozos de papel y las almas huecas de esperanza que únicamente parecen brillar cuando la envidia los corroe. Consumismo, mentiras y ambición venden y compran los hombres de hoy en día.

Sin embargo, los verdaderos sentimientos no se adquieren en tiendas y muchas veces ocultamos la soledad tras lujosos, extraños, e inútiles objetos que no nos dan nada, sólo estatus y a veces ni siquiera eso. Creo que llenamos nuestros hogares, seamos quienes seamos, de objetos para no sentir el vacío de nuestros refugios. Cuando eres un inmortal no sólo coleccionas objetos, también personas. Ellos, Frederick y ella, eran parte de mi colección más especial.

Deseaba las caricias que ella me ofrecía, su calor y el extraño sentimiento que en mí generaba su aliento contra mi helada piel. Esos fragmentos de tiempo, tan corto para mí y tan intensos para ella, me hicieron pensar en la vida que había llevado hasta ese preciso instante. Había esperado más de una década para que regresara, todo para unos abrazos regalados a cambio de la sensación gélida y dura de mi cuerpo.

Envolví su frágil figura entre las mantas de su cama, lo hice con cuidado porque ella se había quedado dormida aferrada a mí. La magia de su fantasía me hacía ver hermoso, como un ángel que acababa de caer del cielo para cuidarla en silencio, y sin embargo era el monstruo que podía dejarla seca en cualquier instante. No deseaba romper esa magia, necesitaba creer como si fuera un niño que no desea crecer.

La noche finalizó pronto, el amanecer avanzaba y la luz comenzaba a iluminar el cielo algo grisáceo, por culpa de enormes nubarrones que aún podían descargar contra la maltrecha ciudad. Ella seguía en mis brazos y mis dedos se deslizaban sobre su mejilla, jugando con su suave piel. Debía marcharme, cuando sentí los pasos de Frederick deslizándose por el pasillo. Cuando abrió la puerta me halló aferrado a ella, produciendo entre ambos un conflicto de miradas y un silencio tan intenso que pude sentirlo como una bofetada.

-Lo siento.-dijo bajando sus párpados, aquellos ojos gélidos se habían descongelado y convertido en mares en plena tormenta. Lloraba, sufría y se maldecía.-Lo siento, no volveré a entrar sin llamar.

1 comentario:

MuTrA dijo...

Frederick me da pena... Aunque ya debería haberse hecho a la idea después de tantos años. Todo indicaba que nada cambiaría entre ellos.

Me gusta. ¿Qué hará Frederick ahora? Espero ya la siguiente parte. :)

Besotes. :***********

Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt