Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 20 de diciembre de 2011

Tenshi - Capitulo 4 - Luciérnaga nocturna de invierno - Parte III






Me miró confusa aceptando aquel pequeño sorbo, su temperatura bajó de inmediato y sus mejillas sólo quedaron sonrojadas por mi mirada. La observaba como si fuera un ángel, el ángel que me envió un Dios para ofrecerme la paz que no hallaba en la sangre. Mis dedos acariciaban sus cabellos, revolviéndolos y después acomodándolos. El silencio hablaba por nosotros, como si fuéramos viejos amantes que con una mirada nos decíamos todo.

-Tú eres Tenshi, eres el ángel que vi de pequeña y has vuelto a venir a mí para cuidarme.-murmuró tomando una de mis manos, llevándola a su corazón para que notara su pulso frenético. Cada bombeo de este me provocaba deseos de beber de ella hasta la última gota, para luego ofrecerle el cobijo de mis brazos y una nueva vida. Comprendí entonces que mis deseos no eran otros que convertirla en mi compañera, una compañera eterna.-¿Lo notas? ¿Puedes notarlo? Aceleras mi corazón, sólo por saber que eres real y que me quieres. Porque eso siento en tus ojos, aunque sean extraños, lo siento tan dentro que quema.

Quedé impresionado por sus palabras. Era tan joven e incauta que pensaba que era posible aquello, no había siquiera sopesado que sólo era un truco. Si bien, los vampiros para los humanos sólo somos simple leyenda. Somos monstruos en busca de sangre entre trozos de papel y charcos de tinta, invenciones para no dormir o simplemente pura especulación. En algunos países se tiene como algo real, incluso se clavan estacas al muerto cuando se entierra en campo santo o se desentierran los cuerpos para clavárselas ante la mínima duda. Pero ella era una chica criada en un colegio caro, con buenos estudios, lejos de leyendas o mitos que se toman por mera locura colectiva.

Guardé silencio sentándome en el borde de la cama, tomándole una de las manos para jugar con sus pequeños dedos. Una niña, estaba conquistando a una niña. Prácticamente aún no había terminado por florecer, mi presencia oscura podía ensombrecer o destrozar el brote. Ella acabó subiéndose sobre mis piernas y abrazándome como si fuéramos viejos amantes. Yo no controlé mis impulsos, acabé por rodear su marcada cintura y besé sus labios como respuesta.

El deseo volvió a llamar a mi puerta, lo hacía apurado y me recordaba que no había nada mejor que la sangre. Deseaba beber de ella. Quería conocer el sabor que ocultaba, pues su fragancia era intensa. Sin embargo, me propuse no dañar ni su alma ni su cuerpo. Continué con aquel beso como si calmara de esa forma mi tormento. Sus dedos suaves y cálidos acariciaban mi rostro duro y lechoso, pero no quedaron quietos y acabaron por jugar con mis cabellos enredándose en ellos.

-El destino siempre se cumple.-murmuré.-Como una condena.-dije recostándola en la cama, arropándola con mi cuerpo mientras mis ojos se hundían en su mirada sumisa, deseosa de sentir un nuevo beso.

-Las condenas pueden ser deseables si es contigo.-dijo mirándome fijamente.-Estabas ahí aquella noche, rescatándome de esa pesadilla.

-¿Pesadilla?-pregunté acariciando su rostro, dejando que ella me contara a su forma la historia que ya conocía.

-Sólo recuerdo unas fiebres fuertes, dolor en todo mi cuerpo, y lágrimas. Tenía miedo porque había un monstruo en la casa, aunque no recuerdo si era esta u otra. Una mujer lloraba, se escuchaban golpes, y tú apareciste tomándome en brazos susurrándome que todo iría bien. Aunque no sé si eso lo dijiste o simplemente infundiste en mí esa sensación.

Escuché sus palabras junto al leve chisporroteo de la chimenea, el murmullo del viento agitando un poco los copos de nieve que iban cayendo y el sonido siseante de mis manos contra sus sábanas. Las sensaciones y sonidos de aquella habitación se fundió en los recuerdos de ambos. Ella olvidaba la parte fundamental de la historia, pero quizás los años llenos de mentiras habían provocado cambios en sus recuerdos y estos habían cambiado hacia un lado más amable.

Aquella mujer que gritaba inconfundiblemente era su madre, el monstruo aquel asesino que jamás fue atrapado ni siquiera por mí y el departamento pequeño, frío y lleno de humedad, no era más que el rincón más sucio y pobre de una ciudad que iba creciendo a pasos gigantescos. El cadáver de su madre fue encontrado semanas después por la casera, nadie había echado en falta antes ni a la pequeña ni a ella. Ese desgraciado que la usó como una muñeca, un títere, y que se esfumó por las calles de la ciudad, murió poco después por una sobredosis de anfetaminas.

Su historia nadie podía narrarla salvo nosotros dos, sólo nosotros dos podíamos explicar con asombrosos detalles aquella noche. Si bien, ella parecía querer verlo todo como una pesadilla que tuvo quizás en la misma cama que en esos momentos la sostenía, no quería saber a ciencia cierta que todas sus creencias eran fábulas y las fábulas la realidad. Hija de una prostituta famélica y desorientada, una mujer que trabajaba duro para que su hija no tuviera que conocer con certeza la verdad. Una madre coraje, sin duda, pero que cometió grandes errores y uno fue no dejar pasar la oportunidad de un nuevo cliente, uno que parecía extraño y no le importó.

Su aroma infantil se había disuelto en mis ensoñaciones, en esos momentos olía a joven mujer en busca del ángel que la protegía cual príncipe azul. Aparté las sábanas hacia un lado, dejando su cuerpo cubierto únicamente por el camisón. Llevaba uno de esos camisones negros que llegaban hasta los muslos, era algo amplio salvo por el pequeño entalle en sus pechos, el cual se fruncía apretándolos gracias a un lazo bajo estos y otro sobre ellos. Una auténtica muñeca ante mis ojos, para nada la pequeña desorientada que una vez fue.

-Te contemplo y no puedo creer que seas tú.-dije absorto.-Tan pequeña y asustada, en estos momentos tan mujer.

Aquello hizo que sus ojos se abrieran cubiertos por la sorpresa, hundida en pensamientos muy extraños. Se arropó pegándose contra el cabezal de la cama. Su respiración se volvió agitada y finalmente balbuceó palabras sin sentido. Su expresión era de pánico, de no comprender absolutamente nada.

-Calma.-sonreí con cautela, mostrándome caballeroso y respetuoso.-Tu tío me mostró una fotografía de cuando eras una niña.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt