Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 22 de diciembre de 2011

Tenshi - Capitulo 4 - Luciérnaga nocturna de invierno - Parte V



Ahora que aprobé mi curso me siento más relajado, podré visitarlos en sus blog y al fin responder vuestros comentarios en el mío. También podré estar junto a mi pequeña luciérnaga...



Mi cuerpo descansó finalmente en el ataúd nada más escribir el último renglón. Aquello fue como el relato de mis creencias, la caída del imperio de las emociones y el contraste con los sueños que anhelaba gracias a ella. Deseaba sentir su cuerpo cálido sobre mi torso, acariciar sus mejillas y su cintura hasta llegar a sus muslos. Quería que floreciera por completo en mis brazos y mostrarme quizás como el monstruo que no deseaba ver.

Recordé cada lágrima que surgió de sus ojos, una pena imposible de controlar, así como la ternura que desprendía cada mechón de sus cabellos. Pude ver como crecía a lo lejos, en aquella institución tan selecta para su correcta educación. Quería alejarla de mí, porque me enamoró su alma al sentir que su sufrimiento me aplastaba y languidecía. Sus ojos eran un misterio que aún en ese momento me torturaba, pero era una tortura deseable sin duda. Frágil y fuerte a la vez, una mezcla única.

Siglos atrás había conocido a una mujer así, una mariposa en medio de un jardín nevado. Hice que fuera mi esposa, pedí su mano en matrimonio nada más conocer cuál era su nombre. Durante semanas la contemplé cantar y bailar, como si nadie pudiera oírla o verla, en su pequeño jardín cercano a mi casa. Su kimono oscuro con pétalos de cerezo me tentaba, así como sus cabellos extremadamente largos y sueltos para que la vida también la sintieran ellos. Sus ojos rasgados y profundos, tan grandes como inquietantes, se posaron en mí dejando un leve sonrojo en su lechosa piel. Era un ángel, sin duda un ángel.

Aquel hermoso ángel, flor de cerezo nacida en invierno, murió en mis brazos tras un parto duro y difícil. El pequeño terminó marchándose también a las horas. Sólo pude disfrutar de ella unos meses, los únicos de mi vida que me alegra haber vivido con intensidad. Después estuve deambulando por ciudades colindantes, decidí que debía marcharme al extranjero y olvidar todo como si hubiera sido un sueño. Las distancias antes eran demasiado grandes, un ejemplo eran las cartas entre ciudades cercanas tardaban casi un mes.

Terminé en un barco que hacía breves escalas por diferentes países, continentes y lugares que parecían llamarme con los brazos abiertos. Si bien, terminé en Inglaterra. Allí estuve unas noches hospedado en una pequeña y húmeda pensión. Desconocía el idioma, todo eran signos con las manos y ni siquiera conseguía que alguien me entendiera. Pensé que moriría muerto de hambre, solo y lejos de ella como para rogar ser enterrado junto a su cuerpo.

Allí conocí a mi maestro, él provenía de España y había recorrido el mundo a duras penas debido a nuestra condena. No podía ver el sol, desconocía la vida que generaba Londres en las mañanas y yo terminé siendo sus ojos. Él comprendía mi idioma, no sospeché demasiado y pensé que sólo era un hombre culto. Pronto supe que su interés en mí iba más allá, quería mostrarme la otra vida. Accedí quizás con el único deseo de comprender al hombre, de saber cómo era la vida tras la muerte y el renacer en la noche, único momento del día donde podía refugiarme. Me equivocaba. Fue uno de los mayores errores de mi vida.

Lejos de espantar una existencia vacía, llena de miseria, y llenarla con tesoros de cultura y valor incunables, lo único que hallé fue dolor y lamentos. Tenía que matar para sobrevivir, lo hacía lleno de ira y desesperanza. El desasosiego de cada noche me irritaba, me volví violento y terminé recorriendo las calles del mundo con la sombra del hambre. La sed me quemaba como si fuera fuego, provocaba que mi garganta doliera y mis músculos se entumecieran. Parecía un moribundo buscando agua, pero el agua no calmaba. Sangre y más sangre, insaciable e incontenible. Pasé cien años de desasosiego mientras mi maestro cada vez languidecía más, se frustraba al ver que su magnífica obra sólo era un demente en busca de una nueva presa. Me abandonó y su abandono me calmó. Extrañamente la sed remitió y la irritabilidad era sólo una pesadilla.

Si nombras algún punto del mundo, sea cual sea, puedo describirte con claridad y detalle como es su amanecer, el aroma transportado en el viento y cuántos peldaños tiene su edificio más conocido. He visitado cada país, ciudad y pueblo. Siempre he sido nómada aferrado a la idea que ese es mi destino. Recorrí Europa en carruaje, pasé por España en un ataúd que terminaron por recordar como maldito. En Galicia se perdió mi pista, hablaban de mí como un espectro que se esfumó en las brumas junto a las brujas gallegas. Si bien, eso no fue así. Simplemente me perdí en sus bosques y acepté una vida aislada, quería recordar las viejas leyendas de druidas y espectros que allí se hallaban de forma centenaria.

Fue allí donde encontré de nuevo a mi maestro, caminaba como hechizado por los senderos más pedregosos hacia una aldea. Un riachuelo corría con calma ladera abajo, la hojarasca del otoño provocaba un leve crujido musical en cada paso y su capa negra se movía como la túnica de un ángel. No nos dirigimos la palabra, sólo cruzamos la mirada y un leve gesto en recuerdo de aquellos días que él intento enseñarme todo. Realmente aprendí a su lado, pero su presencia inconscientemente me alteraba.

Con aquellas vivencias frescas en mi cerebro, como si hubiera sucedido ayer, comencé a tener un extraño sentimiento. No podía convertirla en mi hija, si lo hacía su odio hacia mí sería tal que la perdería para siempre. Tampoco podía aceptar el hecho que muriera lentamente a mi lado. Pero, lo peor de todo era pensar que muriera en mis manos por culpa de mi estupidez. Podía destrozar su frágil figura y señalarla con el dedo de la muerte. Mi afán era protegerla, sin embargo deseaba dejarla a mi lado y eso provocaba que permaneciera en el peor de los peligros. Mi gran amor había sido mi esposa, la cual tuve que ver morir en mi regazo, y no deseaba que en esta eternidad, sólo deseable cuando la desconoces, tener entre mis brazos el cuerpo yerto de una flor de la ilusión.

1 comentario:

MuTrA dijo...

¡Hola! Hace unos días que no comento, pero siempre me paso y leo. No sé si este comentario te llegará, o te llegará al correo de spam puesto que gmail me está dando problemas desde ayer.

La novela me está encantando, de verdad. Junto al libro que ando leyendo ahora es lo único que leo y me tienes pendiente todo el día de que publiques la siguiente parte. ^^ Admiro mucho tu dedicación, tesón e imaginación. Hace tiempo que soy casi incapaz de escribir nada, así que imagina... :) Pero bueno, qué le haremos.

Besos príncipe de las letras. :******

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt