Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 29 de enero de 2012

El caso - Lluvia - Capitulo 2 - Parte 1



Lluvia

Capitulo 2

[Un mes antes de su desgracia]

Llovía a cántaros, una de esas lluvias con gotas gruesas y frío que te calaba hasta los huesos. No era algo poco común si teníamos en cuenta que era época de lluvia, frío y de pasar las noches en casa mejor que en tugurios de mala muerte. Pero para las almas solitarias la noche siempre significaba alcohol, tabaco, quizás encuentros clandestinos y si estabas acabado droga para olvidar que eres un desheredado camino a la perdición.

La lluvia era el sonido de la ciudad, la música ambiente, como si se tratara de música de violines en un restaurante caro, de esos donde te dejas la cartera y de paso vendes tus órganos. Se escuchaba por toda la ciudad, junto al sonido de los truenos y el resplandor de los relámpagos. Todo se iluminaba por breves y escasos segundos sin necesidad de luces de neón, aunque los prostíbulos tenían buenas recaudaciones en noches como aquella. La soledad abofetea con rabia cuando sabes que vas a dormir solo, que tal vez puede que ni despiertes y si lo haces lo harás aún más vacío. Las putas son los brazos acogedores de aquellos que no pueden ni conseguir un poco de afecto.

Cada gota parecía una lágrima venida de los infiernos, aunque muchos llaman las lágrimas de Dios o de los ángeles ante el desastre en el cual se halla el mundo. Pero aquella lluvia no traía nada bueno, al menos aquellas nubes oscuras tan espesas parecían provenir de algún lugar cercano al caos y la destrucción.

En una esquina un hombre se destruía a sí mismo por sexta vez en la semana. Estaba calado, sus largos cabellos rubios estaban pegados a su rostro y este parecía el más claro ejemplo del dolor. Sus ojos azules como el cielo de verano se veían tormentosos, igual que el día, como si una ventisca se hubiera llevado de su alma lo bueno y hubiera permanecido toda la miseria enjaulada como ave frustrada. Se sujetaba a duras penas, el alcohol estaba matando sus reflejos y pronto no podría dar ni dos pasos. Apestaba a cerveza, whisky barato y ron rebajado. Sus dedos estaban envueltos en vendas, había tenido una paliza hacía unos días y aún los tenía doloridos, con algunos rasguños en los nudillos.

Un coche paró junto a él, negro como la boca del lobo, con unos faros amarillentos como los ojos de un gato en medio de la oscuridad más pesada. El sonido del claxon le sacó de sus cavilaciones, tal vez recordándole que seguía vivo aunque caminara en su propia calle de los infiernos. Se acercó tambaleándose, cayendo sobre la ventanilla que estaba abierta. Desde dentro el cañón de una pistola le apuntó a la sien mientras una leve risilla se escapaba en el gélido aire.

En el interior del vehículo, además de la pistola y del humo a tabaco importado, se encontraba uno de los políticos más influyentes e influenciables de la ciudad. Un maldito hijo de puta que no lo quería ni su propia madre, pero inexplicablemente siempre salía ganando en las elecciones por culpa de su poder sobre empresas y gente adinerada. Por una u otra razón era el caballo ganador, intocable y necesario en la partida de ajedrez de altos cargos en la sombra.

-Sería tan fácil para mí volarte la tapa de los sesos ahora mismo, Travis. Creo que si lo hiciera perdería toda la gracia, además necesito verte nadar en tu propia mierda.

Aquel pobre diablo sólo se mantenía con sus piernas flaqueando, ya no sólo por culpa del alcohol sino de la rabia e impotencia, sus ojos azules miraron hacia la oscura sombra que tomaba el asiento cercano a la ventanilla, de la misma donde el arma rozaba su sien con esa facilidad y frialdad pasmosa.

-Piensas que estoy acabado, pero un día de estos te llevaré conmigo a recorrer los infiernos. En ellos seré yo el pez gordo y tú serás sólo un insecto al cual podré aplastar. Pero yo no seré como tú, nada más tenga la más mínima oportunidad lo haré.

Hizo un inciso, intentando recobrar el aliento porque hasta de eso carecía, mientras notaba como se reían de él, no sólo aquel maldito hijo de puta sino también el conductor del mercedes. Un coche de lujo, en una ciudad cargada de deudas y de corrupción no era tan difícil de ver.

-No lo dudo, pero yo creo que jamás vas a poder vivir tanto para tener una oportunidad. Créeme, te voy a ver ahogado en tus propios excrementos y entonces te daré el tiro de gracia.

No pudo responder nada, ni siquiera lo único coherente que había logrado sopesar. El coche aceleró provocando que se cayera, justo en un charco de lodo, regresando de forma brusca a la realidad más desgraciada y solitaria. Había poseído todo, desde fama hasta unas caricias cargadas de amor, y ahora no tenía nada ni siquiera unos calzoncillos limpios.

-¡Juro que te mataré! ¡Juro que lo haré! ¡Lo juro! ¡Maldito hijo de puta! ¡Bastardo!

Sólo podía golpear ese charco salpicándose con la inmundicia de la ciudad que le había visto nacer, crecer y caer hasta lo más bajo. La rabia le cegaba y le atormentaba hasta provocar que se ahogara en litros de alcohol barato. Pronto no le quedaría ni siquiera dinero para una cerveza, en ese momento se vería preso de todos sus recuerdos y del dolor que intentaba alejar trago tras trago.

La historia de Travis no era como cualquier otra, era una historia truculenta y desesperada. Podía decirse que quien la conocía terminaba enganchado como si consumidor de cocaína, hasta sentir que la última dosis era letal y que su organismo no podía aceptarla, rechazándola de ese modo y provocando un colapso letal. Su historia iba vinculada fuertemente a sucesos que parecían no tener orígenes comunes, ni siquiera intereses similares, simplemente nacían como desaparecían. Eran titular unas horas y luego la gente se olvidaba, como si no hubiera pasado nada. La misma historia que él no lograba recordar y que le visitaba en pesadillas en blanco y negro, tal vez intentando hacerle llegar un mensaje de lucha del más allá.

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt