Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 1 de febrero de 2012

El caso - Lluvia - Capitulo 2 - Parte 2


Lamento no pasarme pos sus blog's, lo haré en cuanto tenga 5 minutos el sábado.

[Día 0]

Fío. Un frío que calaba hondo hasta los pulmones agarrándolos con rabia. Podía sentir como el tabaco le quitaba la vida junto al viento que transportaba un aire frío, el cual era idéntico a mil bofetadas de una mujer frustrada. Sus ropas desprendían un aroma a whisky, tabaco y puta barata. Había estado sumergido entre las piernas de una estúpida tan sólo hacía unas horas, pero aún deseaba más para calmar su nerviosismo.

El cigarrillo jugaba con sus labios finos, los mismos que mordía con rabia por culpa de no dar con la solución a todos sus problemas. Seguramente hubiera sido más fácil un tiro rápido y directo a su cabeza, así se acabarían todos de un plumazo y se hubiera ahorrado bastante dinero en aspirinas. Sin embargo, sabía que si él moría no sería el único en descansar. Era el grano en el culo de varios jefazos importantes, personas que tenían atada la ciudad como si fuera una marioneta y esta bailaba al son que ellos marcaban. Sólo tenía ese motivo para seguir respirando el aire contaminado de la ciudad y saborear los pecados más instintivos.

Su alma corrupta no valía ni un céntimo. Llevaba los bolsillos vacíos de momentos felices y cargados de tristezas. No sabía como enfrentar a la muerte, pero tampoco esta dispuesto a coquetear con la vida. Notaba como ni siquiera las estrellas querían alumbrar sus pasos decadentes, los cuales iban hacia una de las esquinas donde solía encontrar rápido consuelo.

A lo lejos una muchacha, casi una niña, jugaba a ser princesa subida en tacones de más de diez centímetros. Pese al frío su falda era corta y bajo su chaqueta roja pasión no había nada, ni siquiera un sujetador. Sus pasos eran felinos, como si contara las baldosas del suelo, mientras sus ojos eran los de una niña que lloraba por su destino. Sin embargo, sonreía moviendo su pequeño bolso de forma impaciente. Estaba esperando clientes para conseguir un par de billetes. No le ponía ascos a nada, porque si lo hacía sabía que su pareja la golpearía otra vez hasta dejarla prácticamente muerta.

“Si no te mato es porque muerta no me sirves, así que quítate las bragas y ábrete de piernas. Necesito a una puta que sepa moverse, a una zorra lista, y no a una niñata que aún sueña que conocerá al hombre de su vida. Ya lo conociste, soy yo, y nadie va a sacarte de este mundo lleno de miseria. Acéptalo puta, nadie quiere a una drogadicta que no sabe ni leer.”

Las últimas palabras de su pareja revoloteaban en sus oídos, como cuervos negros, mientras sus ojos hacían un esfuerzo por no llorar. Ella debía quitarle las penas a sus clientes, hacerles olvidar sus vacíos matrimonios o sus corazones rotos. Sin duda, prefería pensar que era la medicina de muchos enfermos, a ser la enfermedad de patéticos indeseables.

-Ven conmigo prenda, te daré calor.

Aquellas escasas palabras se habían cruzado más de una vez en su recorrido, ella las había dicho con un deje amargo y él las había recibido con necesidad. El resto era fácil de adivinar, sus ojos se cruzaron y las miradas acabaron siendo cómplices de un trato.

-¿Cuánto? No tengo mucho, me lo he gastado con la golfa anterior.

Realmente sólo tenía un par de billetes de los pequeños, aquello no daría ni para un triste abrazo y unas palabras de consuelo. Él necesitaba tener sexo para desinhibirse, igual que lo hacía con el alcohol e incluso con la cocaína.

-¿Cuánto tienes?

Mostró los dos billetes de cinco y ella prácticamente se echó a reír, sin embargo se veía reflejada en la desesperación de aquel cliente. Eran víctimas de un mundo donde soñar está prohibido, porque cuando te despiertas deseas tirarte por el balcón y sentir como todos tus huesos se quiebran.

-Eso no te sirve ni para un par de besos cielo, pero como tengo frío podrías hacer que entrara en calor.

Sabía que si su pareja regresaba y la veía sin siquiera un cliente la golpearía, dando así rienda suelta a su dolor y a un espectáculo que muchas deseaban ver desde sus lugares. El odio y la rivalidad entre chicas de la calle era habitual, demasiado común, provocando una ilusoria imagen de jungla de asfalto y gatas salvajes.

Pronto sus manos femeninas y suaves acariciaron su rostro. Tenía un aspecto fiero y a la vez decadente, algo que siempre le había excitado en un hombre. Las yemas de sus dedos jugueteaban sobre sus mejillas hasta aquellos labios masculinos. Por unos instantes su corazón latió desatado cuando se percató de quién era, le conocía pero él no la había reconocido. Habían pasado varios años, tantos que había olvidado quién había sido en otra vida. Siempre le había amado, pero él jamás lo había sabido.

-Fóllame, hazlo en el callejón.

Fue una mala idea, la peor de todas. En aquel miserable lugar lleno de basuras y escombros llegó su fin, el final de todo y el inicio de una nueva historia. Sus vidas se verían truncadas, cada uno a su manera. Sin embargo, el primer beso que se concedieron fue demasiado dulce y casi de niños enamorados. Fue el encuentro que iluminó su noche, mucho más que las luces de neón y las últimas luces de las oficinas. El cielo parecía haber descendido y las estrellas iluminaban de nuevo, una sensación que acabó con los primeros golpes.

Pronto el sabor de aquellos labios cambiaron de whisky a sangre, la vida se iba por el desolado paisaje de asfalto y de putas buscando clientela, mientras la muerte se quedaba a su lado acariciando sus hombros y susurrándole que es la mujer que tanto esperaba.

“Vas a morir, vas a morir como tanto deseabas. ¿Te gusta el dolor? Porque eso es la muerte, dolor y ausencia. Cariño, recuerda los últimos momentos como si fueran los más felices y deja que los sueños de infancia sean la epidemia de tus cálidas lágrimas. ¿Recuerdas? La inocencia, el honor y el orgullo todo bien mezclado con cocaína, whisky y mentiras. Esa es tu vida, lo que has vivido. Travis, yo te quería.”

Los gritos de horror de la mujer con la que se encontraba alertaron al barrio, atrajeron a innumerables curiosos y prácticamente le salvó la vida. Pero era algo que veía lejano, que no quería siquiera creer, y prefería ocultar entre las sombras melancólicas de un “no recuerdo nada” pero en realidad era “no quiero recordar, gracias.”

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt