Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 10 de enero de 2012

Tenshi - Capitulo 6- Nunca más III


Cavé bajo una nueva ventisca, la nieve comenzaba a caer de nuevo, cuando eché su cuerpo al foso junto a su libro favorito. Una vez cubierto, por tierra y nieve, me arrodillé frente a su tumba rezando. El frío no me importaba, aunque lo sentía como mil navajazos. Ya nada me importaba, al menos no en esos momentos tan dolorosos, porque me di cuenta que de haberse marchado al menos hubiera sabido que seguía vivo.

El dolor era tan agudo que no apreciaba los peligros que podían acecharnos. Si bien, lo supe nada más regresar al lado de mi amante. Sus ojos perdidos, su cuerpo tendido en la cama de forma rígida y su respiración algo agitada. Tenía una crisis de histeria, había hecho que algo en ella se rompiera. Por mucho que mintiera no serviría. Conocía esa rigidez, el miedo la contagiaba y aquellas palabras en la hoja de papel la habían encarcelado en el dolor. Un cúmulo de sentimientos y sensaciones que la arrastraban.

Había hecho tanto daño con mis acciones, tanto, que únicamente me quedaba pensar que podía solucionarlo de alguna forma. Mis pasos sonaban huecos y duros sobre la madera de su habitación. Ella me miró con terror, intentando agazaparse en un rincón de la cama pero su cuerpo no respondía. Mis manos fueron a deslizarse suavemente sobre las suyas, lo hice esperando que sintiera el escaso calor de mis acciones.

-Yo te amo.-dije en un murmullo.-Siempre te he amado, de una forma u otra.-murmuré arrodillándome ante ella.-Pedí un milagro hace tiempo, pero el milagro parece que terminó siendo un espejismo.-murmuré besando la palma de su mano derecha.

Su piel estaba fría y su vello se erizaba como el pelaje de un gato, mientras sus ojos se quedaban fijos en mí rechazando cualquier diálogo amable. Podía leer en ella el dolor, la miseria, la desesperación, la locura y la muerte caminar en medio de un vals de palabras que no lograba emitir. Gruñía intentando mover los labios, pero sólo conseguía apretar más su mandíbula y emitir gemidos similares a los de un fantasma.

-Soy un ángel, el ángel de alas de cuervo. Tengo unas alas tan negras y densas que si las tocas es como si introdujeras tus dedos en petróleo, porque sientes que te atrapan y tiran de ti hacia el pozo de los infiernos. Son unas alas invisibles al ojo humano, incluso para mí, pero sé que las porto como las llevan los demonios. Es mi alma, es el alma que te ama y te necesita a pesar de ser ruin, violenta y tan cruel como atractiva.-dije aquello con mi tono de voz habitual, intentando que el sosiego de mi voz transmitiera algo más allá del pánico.-Pedí a Frederick que te cuidara, porque tus ojos me mostraron un alma similar a la mía. Jamás había visto tanta belleza en una niña tan pequeña, decidí que te cuidaría porque te amaba como amaba a mi buen amigo. Ambos pasamos más de una década protegiéndote, vigilando tus pasos en este mundo frío y cruel, mientras nos distanciábamos a causa de su amor hacia mi.

Su cuerpo pareció relajarse, sus ojos me miraban confusos intentando recordar el momento en el cual nos vimos. Parecía que comenzaba a disiparse las brumas y que ella misma comprendía algo que aún no había dicho, ya que no tenía corazón para hacer que afrontara la verdad absoluta. Si bien, pensé que era mejor en esos momentos que mucho más tarde.

-Tu madre vendía su cuerpo para cuidarte, para darte algo de lo mucho que había en el mundo. Te dio amor, pero no podía cuidar de ti. Las medicinas eran demasiado caras, los médicos privados que necesitabas eran un lujo que no podía permitirse. La medicina pública, pagada por los impuestos de los ciudadanos, no tenían buenos pediatras en la zona donde vivías. La humedad, el frío y los escasos alimentos provocaban que enfermaras continuamente.

Sus ojos comenzaron a mancharse por lágrimas cálidas y dolorosas, tan dolorosas como dagas. Podía percibir que recordaba esos días en los cuales se acostaba sin alimento alguno, se despertaba con un vaso de leche y se mantenía con él hasta casi llegada la tarde. Tenía malnutrición, problemas óseos por culpa del clima y también pulmonares. Era una niña enferma, pero yo hice que creciera una rosa.

-Una noche os visité, como otras tantas, intentando no intervenir y a la vez deseando presentarme ante ustedes. La sangre, la sed se agudizaba, también mi amor por ustedes dos.-hice un inciso para apretar su mano entre las mías.-Fui testigo de como moría tu madre, pero no quería ser testigo de como morías tú. Yo te salvé.

-Ahora recuerdo todo.-murmuró menos asustada, provocando que sus músculos se destensaran y sus dedos apretaran mi mano con cierta energía.-Eres mi ángel de la guarda.

-Soy un vampiro, pero jamás podré beber tu sangre.-susurré antes de inclinarme para rozar sus labios.-Quiero ser tu amante.

-Ámame.-me retó con una sonrisa llena de dolor.-Pero no merezco ser feliz, él no lo fue por mi causa.

-No te haré daño, sabes que no te haré daño. Yo he dañado a alguien importante para mí porque te amaba a ti, te amo a ti por encima de mi instinto.

Ella comenzó a llorar, porque ella se sentía la soga que finalmente rodeó el cuello de nuestro amigo. Se aferró a mí sin miedo. Quizás porque siempre la acusaron de estar loca, de ser una enferma, y la compadecían por sus insanas palabras, que en esos momentos al ver la verdad revelada frente a sus ojos tristes todo cobraba sentido, un sentido extraño, y las viejas heridas daban paso a otras más dolorosas. La culpa, el pecado, el amar a un demonio y el no poder evitarlo.

-Quieres hacerme feliz, eso me daña. Soy la niña de ojos tristes y alma cargada de fantasía, no la jovencita que debe ser amada y colmada por la gracia de un ángel.-me tapó la boca con su mano izquierda, pues la derecha estaba entre las mías aún.-No, no eres un vampiro. Para otros serás la muerte, para mí has sido la vida. No puedo tacharte de vampiro, demonio o cuervo cruel que me sacará los ojos. Tú eres mi ángel, el único y verdadero, enviado por Dios para que obrara en mí este momento de locura, dolor, tristeza y felicidad a la vez.

Fréderick fue tan importante para ella como para mí, podía sentirlo. Ambos habíamos perdido demasiado, tanto como ganado. El dolor que cargaba me arrastraba, o quizás era el mío arrastrándola a ella. Ambos permanecimos en silencio las siguientes horas. Las caricias, las miradas y el dolor fueron testigos de la llegada del amanecer. Debía marcharme, ella quedaría sola como aquella noche y temía que cometiera alguna locura. No podía leer su mente, pero sí los sentimientos que su espíritu me regalaban. Su alma parecía torturada, apresada por el pánico y las viejas leyendas de vampiros seductores que tanto amaba. Yo no era un ángel, era un demonio con alas de cuervo invisibles y ojos en los que el infierno de Dante se representaba continuamente.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt