Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 7 de enero de 2012

Tenshi - Capitulo 6- Nunca más


Capitulo 6

Nunca más.

El silencio se apoderaba de cada rincón en la mansión, como si únicamente se pudiera escuchar la respiración de la madera buscando oxígeno, provocando que crujieran como si el lugar lo penara un fantasma, junto a la de sus jóvenes pulmones. Sólo existía la presencia permanente, y a veces imposible de hallar, de mi pequeña luciérnaga. No lograba encontrarme con los pensamientos de Frederick, pues la mente de la joven siempre fue un misterio para mi. Él era la clave, y sin embargo no lo hallaba.

Durante horas intenté buscar en los alrededores alguna pista. Si bien sólo se podía sentir el frío, la nieve cayendo una vez más y el claxon de los vehículos en la carretera cercana. El resto era como si estuviéramos en medio de un desierto helado. La nieve lo cubría todo, incluso cualquier brote de esperanza, mientras el día arrullaba al viento contra las ramas desnudas de los árboles, algunos prácticamente muertos por culpa de la climatología. Podía sentir las lágrimas de mi amante correr por sus mejillas, al igual que ríos caudales buscando la desembocadura.

Mi cuerpo, rígido como cualquier roca, me impedía poder levantarme e ir a consolarla. Algo terrible había sucedido, pero no lograba saber qué. Esa sensación tan frustrante no se la deseo a nadie, puesto que era como no tener aire y no poder ahogarse, igual que dos manos invisibles acariciando tu corazón exprimiéndolo sin dejarte morir o vivir.

Nada más llegar el ocaso surgí de mi ataúd. Busqué una de mis enormes túnicas negras, envolví mi cuerpo, desnudo y frío, y subí por las escaleras hacia la primera planta. La madera crujió bajo mis pies desnudos, así como se quejó la barandilla al sentir que la rozaban mis nerviosos dedos. Corrí a la habitación de Frederick, puesto que ella regresó a sus lamentos. Si bien, nada más llegar a la puerta me detuve. Temía tantas cosas, tantas, que no me atrevía el cruzar el marco de la puerta y afrontarlas. Pero lo hice, lo hice cuando un chillido agudo rompió el aire rasgándolo con furia.

-¡Carolina!-era el nombre que yo mismo le había otorgado, ya que quería alejarla de la soledad y de cualquier rastro de ella.

Tiré la puerta abajo, pues había quedado atrancada por culpa del frío, y lo primero que pude ver era el cuerpo colgado de mi gran amigo. Frederick yacía ahorcado en su habitación, lo había hecho al fin. Había puesto su vida al servicio de tiempos mejores, tal vez en mundos donde pudieran apreciarlo mejor que yo. Sus labios morados, su expresión doliente y sus muñecas abiertas lo decían todo. Primero había intentado desangrarse, al no lograrlo se colgó. Leves gota caían aún a la cara madera del suelo, igual que las lágrimas que rozaban aún las mejillas de terciopelo de mi dulce niña.

-Carolina.-susurré entrando con paso lento.

Me faltaba el aire, y sin embargo hacía años que no lo necesitaba. Temblaba el mundo bajo mis pies, tal vez los infiernos se representaban en aquella simple habitación. Ella se encontraba en un rincón, como un animal herido, intentando sacarse la macabra escena de su mente. Sus manos tiraban de sus cabellos mientras jadeaba, lloraba y gemía. Un folio estaba arrojado a sus pies, una carta de despedida.

Me incliné hacia ella, pero esquivó mis caricias. Parecía estar asustada. Tomé la nota y horrorizado comencé a leer el calvario que allí se narraba. Había contado todo, cada uno de sus secretos, y ella no sólo había tenido que observar como su cuerpo se movía, igual que hoja en la rama, sino aceptar los secretos que escondían el alma de aquel hombre que tanto había querido.

“Perdóname. Perdóname por todo. Perdóname por las mentiras, por no poder saber que eres feliz con él. Perdóname y perdónalo. Perdónanos a ambos. Perdona tus actos, porque también has cometido pecado. Perdona todo. Olvida todo. Se feliz, pequeña. Perdón, pediré perdón mil veces.

Perdón por no contarte esto en medio de un jardín cargado de aromas, a té y flores. Perdóname por no verte bailar como tantas otras veces. Perdón por no haberte abrazado y felicitado por tu felicidad. Perdóname por ser egoísta. Pero todo tiene una explicación y cree todo lo que yo te diga, porque quizás él oculta parte de la verdad en medio de las sombras que genera.

Viniste al mundo en medio de la podredumbre de un destino trágico, el cual cambió por su culpa. Tu madre era una prostituta, una mujer que trabajaba en la calle para intentar pagar las medicinas que tú necesitabas y cubrir cualquier rastro de hambre o dolor. Murió a manos de un cliente y él te salvó, te sacó de aquel cuchitril y te llevó frente a mi pidiéndome, prácticamente implorando, que aceptara el milagro de la vida, tu vida.

Siempre lo he amado. He guardado su peor secreto, todos los crímenes que ha cometido debido a su naturaleza. No es un ángel, es un demonio. Es un vampiro que se sacia de la sangre de los incautos que caen en su encanto, y si no es de su sangre es del amor que estos le profesan. Yo le he amado antes que tú nacieras. Él me rescató, como lo hizo contigo, y yo deseé siempre ser su amante. Él te eligió a ti, se enamoró de tus ojos. En ellos reflejas un alma torturada e intensa, así como frágil y fantástica. Me pidió que te cambiara el nombre, te llevara lejos y ofreciera lo mejor para tu educación.

Hace unos meses quiso reencontrarse contigo. No me negué. No pude negarme a pesar que sabía que nada más verte recordaría ese hechizo de tus ojos, desearía tomarte entre sus brazos y besarte de forma intensa. Yo me he conformado durante décadas a sus brazos, unos brazos que me rodeaban como a un hermano. Y sin embargo siempre deposité mi esperanza en poder enamorarlo.

Si no puedes creerme sólo observa. Por favor, créeme y acepta mis disculpas.”

1 comentario:

MuTrA dijo...

¡Sabía que se trataba de algo así! ¡Que Frederick había hecho alguna de las suyas! Lo que no me esperaba ha sido la carta, un buen giro de tensión. ¿A quién creerá la muchachita? ¡Con qué intriga me dejas!

¡Besotes precioso! ¡Y espero que hayas pasado unas buenas fiestas! :******

Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt