Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 7 de febrero de 2012

El caso - In a darkness room - Capitulo 3 - Parte 2


La puerta se cerró de golpe dejando la habitación nuevamente en silencio. Varios de mis mechones cayeron sobre mis ojos y no hice nada por evitarlo. Jugaba con mis dedos sobre las mantas, sabía que me pudriría allí mismo, que un día vendría a por el alquiler y estaría muerto sobre un montón de basura y recuerdos que desconocía.

Quedé a solas con mis silencios, el murmullo de mi respiración cansada junto al crujir de las sábanas, así como el latido incesante de mi corazón, era el único ruido que podía hallarse en aquella tumba de hierro, cristal, hormigón y suelo de madera barata. El reloj digital marcaban las diez pasadas, una hora en la cual muchos ya se habían esfumado de sus apartamentos en busca de su estrés matutino.

La luz del sol incidía sobre los pocos muebles que poseía, llegaba prácticamente hasta los pies de mi desordenada cama. La silla de ruedas estaba colocada allí de atal forma que era un espectro que recordaba continuamente que era un estorbo social. Era la larva que caminaba por el cerebro de la sociedad, instalándome allí hasta eclosionar y desbaratar sus planes.

El pasillo quedó en silencio, pero pronto se pudo escuchar el ascensor junto al sonido inequívoco de unos tacones de mujer. Pararon frente a mi puerta y el timbre me alertó de una visita inesperada. Guardé silencio unos segundos pensando que había una confusión, sin embargo volvió a sonar el fastidioso “ding-dong”.

-¿Señor Dawson? ¿Se encuentra en casa?

Su voz era joven y su tono apacible. Me imaginé una dulce chica de ojos verdes y labios carnosos, una muchacha de piernas torneadas con el cabello ensortijado y muy rubio. Realmente imaginé a una muñeca perfecta y encantadora esperando que el lobo feroz abriera la puerta.

-¡Sí!

Respondí algo ronco, había tomado frío la noche anterior por culpa de las pocas ropas de cama y la mala vida que siempre había llevado.

-¡¿Quién es?! ¡Qué sepa que en esta santa casa no compramos enciclopedias ni productos de belleza! ¡Tampoco creo en Dios! ¡Bueno eso no es cierto! ¡Yo creo en Dios pero él no cree en mí!

Mis palabras la hicieron reír, algo poco frecuente en una chica. Empezaba a dudar si era bonita o no. Porque una chica guapa no podía ser divertida y lista a la vez, ella parecía tener sentido del humor y eso la hacía algo inteligente. Dudé entonces si sus cabellos serían dorados y rizados, tal vez era morena de pelo corto con una boca fina y unos ojos café deslumbrantes.

-¡Soy su enfermera! ¡Me manda la asistencia médica!

Había olvidado que pedí que viniera una enfermera dos horas diarias, para ayudarme a darme un baño y hacer rehabilitación en casa. Cuando pudiera caminar, aunque fuera con muletas, sus horas se reducirían. Todo lo pagaba el sistema sanitario debido a estar a números rojos, ser un desamparado social y no tener familia.

-¿¡Tienes llave!? ¡El papagayo del primer piso a mano derecha del ascensor tiene una copia!

Sus tacones se desplazaron por el pasillo, pasaron unos cinco o diez minutos y volvieron a sonar. Durante esos minutos yo sólo estuve mirando el techo. Mis ojos jugaban con la humedad, tenía una bolsa justo debajo de la cama. Algunos religiosos dirían que era la Virgen maría, yo sólo veía la forma de un pañal empapado en orines.

-¿Se puede?

Su voz irrumpió mis pensamientos por completo, su físico desconectó cualquier hilo racional que pudiera existir en mi mente. No vestía de forma explosiva, ni falta que hacía. Sus enormes ojos azules eran un cielo de verano enmarcado en una piel clara, deslumbrante, que eran bordeados por pestañas pelirrojas así como su larga trenza que llegaba hasta su cintura. Su ropa era comedida, prácticamente no tenía pechos y su larga falda impedía ver sus piernas. Sin embargo, ella me cautivó. Me hizo sentir vergüenza por como estaba todo, pude notar su asombro al ver la pocilga en la cual vivía o más bien malvivía.

-Mi nombre es Samantha, creo que tú y yo no nos vamos a llevar bien.

Supuse que era una mujer organizada, una de esas amantes de la limpieza. Yo era un desastre de cabeza a pies, la cocina apestaba a basurero y yo mismo olía a rayos. Tenía barba de varios días, los ojos hundidos por las noches en vela, el aliento tenía cierto toque a whisky barato y la ropa hacía días que no me cambiaba. Casi no podía andar, no me podía valer por mí mismo y el resto de mi ropa estaba o sucia o aún en la secadora, donde la dejé el día que me golpearon.

En un par de horas mi apartamento tenía un aspecto más presentable, pero yo seguía arrojado en la cama. Se aproximó a mí en silencio, así como había estado. Mis ojos no dejaban de contemplarla, era como una aparición. Chicas así no solía verlas a menudo, al menos lo poco que recordaba. Era como ver a una buena chica intentando ayudar a un demonio.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt