Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 18 de diciembre de 2012

Desde París, con amor




Caminaba por las tristes y solitarias calles de París, una velada a oscuras debido a una falla de luz. La luna brillaba espléndida en todo lo alto y coqueteaba con la Torre Eiffel. Rodeaba el río con la vista perdida en años que inevitablemente ya se fueron, tenía una sonrisa congelada en mi rostro de divina criatura taciturna. Mis cabellos caían alborotados sobre mis hombros aunque minutos atrás había tenido un vano intento de atarlo, si bien quedaron libres jugando con el aire frío que recorría las calles.

Diciembre. Era Diciembre. Nuevamente invierno y en París. La Catedral de Nuestra Señora de París quedaba retirada, pero con sólo alzar mi brazo podía parar un taxi. Usar mis poderes de vampiro hubiese sido una fácil solución, pero deseaba contemplar la ciudad saboreando aún en mis labios la última gota de mi primera víctima. Caminé unos pasos hasta quedar justo en el Passerelle Debilly. El puerto quedaba a mis espaldas, los yates se veían espléndidos y algunas embarcaciones estaban iluminadas.

Paré un taxi que pasaba justo en esos momentos, estaban siendo llamados para los asistentes a fiestas que deseaban recogerse en vistas que no había luz eléctrica. Sonreí cordialmente al sujeto que vestía con escasa ropa debido a tener a toda potencia la calefacción, la misma que casi empañaba sus cristales.

-Bonsoir.-escuché con un acento típico de Lyon.

-Bonsoir.-respondí sin apartar la sonrisa.-Notre Dame, s'il vous plaît.-apoyé mi cabeza en el cristal notando que cambió de emisora, de una de deportes a otra de música.

Les monts d'amour sonó con la dulzura trágica de Edith Piaf. Mi dulce París, cuna de tantos sueños frustrados. La misma ciudad que siempre me cautivó y que aún hoy me cautiva. Ya no es la misma, sus calles son más rectas, menos torcidas, los edificios cada vez son más los de hormigón que los de piedra, los balcones que antes se engalanaban con flores ahora tienen aires acondicionados destrozando fachadas míticas.

-Vous êtes Français?-interrogó el conductor en un intento vano de conversar conmigo, mi sonrisa radiante recordando hechos que para otros serían peor que una puñalada.

Estaba a punto de reír a carcajadas armando un buen estruendo. La locura en las calles, los viejos café, el sentimiento revolucionario de toda una generación y el dulce sabor que tenía el licor aunque era barato. Nicolas se veía radiante cada noche y en las mañanas compartíamos el mismo aroma que reconocíamos como el dulce perfume del sexo. París, ¿cómo olvidarla? No se puede olvidar a una mujer que te ha dejado tanto placer y una sonrisa en los labios. Por mucho que la muerte de Nicolas fuera aquí, que Claudia muriera en esta ciudad y que sintiera ciertos temores aquellos años todo valía la pena. No me arrepentía de nada.

Estaba en París, sin Louis y sin nadie que pudiera preguntar porque sonreía. Había dejado las ciudades de Estados Unidos donde jugaba en los casinos más lujosos, me agradaban pero ya los jugadores no tenían el encanto de los primeros años. Eran tan patéticos e iguales. Quería ver cabaret y espectáculos de belleza como una ciudad completamente sumida en un fallo eléctrico.

Entoné La vie en rose riendo a carcajadas, el conductor naturalmente pensó que estaba ebrio. Pero no, tan sólo llevaba con él a Lestat el vampiro, el mismo que había vuelto a huir de Louis y una boda en mitad de una playa de Miami.  


Dedicado a Raquel, mi primer Louis. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt