Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 20 de diciembre de 2012

Fiebre de Hielo




Uriel es un Senador de Saturno, son los denominados dioses clásicos y ángeles que tanto han ayudado en otras décadas a los hombres. Uriel es también Hades, Dios del Inframundo, pero la realidad es distinta. Si este personaje llega a quemar es por el hielo de su cuerpo, frío y estricto se ve derrumbado ante el dolor y las palabras de Jofiel. 

Jofiel, es un guerrero joven y atlético, mucho más joven que Uriel, pero ya posee varios milenios. Ha decidido tomar las lecciones del mayor esperando ser un buen discípulo y aprovechar la oportunidad. Sufrió una gran tragedia en su familia, un demonio se hizo con el cuerpo de su padre, con su alma, y terminó aniquilando a su familia salvo a Jofiel, él sólo quedó dañado. 

Debido a diversos sucesos el Senador y Juez Uriel tuvo que dictar una dramática sentencia contra su amante, pues Jofiel se había vuelto el amor imperecedero del hombre que lo acogió en su casa con ánimos de salvarlo de las miradas de otros. Jofiel decidió envenenarse gracias a unas argucias, quedando en estado catatónico y provocando que su Maestro pensara que estaba muerto.

La historia se desarrolla en Blue Moon, planeta construido artificialmente como refugia de apoderados y artistas, debido a la inmundicia de la Tierra. 

Los personajes pertenecen a Beyond Hell, Uriel es de mi propiedad y Jofiel es el personaje de una buena amiga, Andruw. 

Este es tu regalo, Andruw.

Imagen de Uriel, lo representa Bowie

.Fiebre de Hielo. 



Frío, rígido, enigmático, opaco y con los ojos fijos en el joven que se hallaba a su lado. Uriel se deslizaba en sus pensamientos escudriñando sus sentimientos más profundos, su corazón había sufrido daños irreparables en otras épocas pero lo reconstruyó con ingenio, calma y esmero. En esos momentos meditaba qué sería de él si Jofiel realmente hubiese muerto, desintegrándose en miles de partículas de luz viajando por las nubes brumosas del frío Saturno y sus cientos de anillos cubiertos de satélites, polvos de estrella e infinidad de misterios que ni ellos mismos eran capaces de comprender más allá de la simple visión de sus telescopios.

Se encontraban lejos de las nieves perpetuas, los carámbanos en las cornisas del mármol extraño de su cosmopolita ciudad de rasgos atenienses y espartanos. El Olimpo de los dioses, eso era, el Olimpo de unos dioses místicos que decidieron dejar a oscuras el mundo. El propio cielo, lleno de ángeles de rostros esculpidos en carne delicada como la porcelana y con tonos azules similares a los de un cuerpo en congelación. Hombres y mujeres que no los rodeaba, callejones perfectamente milimétricos que no se escuchaban y nieves que no caía incesantemente. Flores de cristal de hielo que olían como las más fragantes rosas, prados que soportaban el frío y parecían hecho de escarcha de tonalidades verdes, azules, lilas, rosas pálidos, crema y blanco roto. Todo aquello había quedado atrás, como si fuera un mágico sueño lleno de enigmas.

Los ojos del joven se abrieron dejando que sus pestañas doradas resplandecieran en la oscura habitación, estaba penosamente alumbrada por una pequeña lámpara de pie. La colcha era fina y a penas podría calentar el cuerpo de un ser humano una noche tan fría, pero el frío para ellos era bien conocido y casi un milagro. Las manos de su amante recorrían su rostro, sus cabellos y sus manos. Un hombre antiguo, la primera generación que pisó Saturno, nacidos de la luz y las piedras, seres que tomaron forma gracias a una proeza.

-Descansa.

La voz amable, pero tan fría, le hizo bajar los párpados. La fiebre aún iba bajando, el veneno ingerido para salir de la prisión donde lo encerraban estaba aún en sus venas. La preocupación de Uriel no decrecía, pero la frialdad de su rostro dejaría mudo a cualquier escultor, parecía una estatua de ojos de hielo con un fondo de miedo incesante.

Los sueños de Jofiel eran diversos, podía verse como un niño inocente junto a su hermana y su madre, los tres sentados en un jardín que quizás no volvía a ver, mientras su padre estaba sentado sobre las raíces de un enorme roble saturnino. Esbozaba una sonrisa cálida pese a sus mejillas frías, su madre reía alegre y su hermana aún era un bebé envuelto en ropas suaves. Día de primavera, la primera primavera de su hermana. Creció sin percatarse, las cometas en el cielo, su hermana riendo con su sonrisa mellada y sus ojos vivos. El vestido blanco roto de su madre con flores intensas dando colorido a su cintura. El sonido de la voz de su padre tarareando una vieja canción en oración a las almas. Un verano dulce. En un abrir y cerrar de ojos, la nieve caía, la sangre manchaba todo, un grito de dolor tras otro, terror, muebles moviéndose en la casa... olor a muerte, sonido a miedo y vergüenza.

Sudaba temblando, su cuerpo tenía espasmos y la pesadilla se acrecentaba. Uriel lo sabía, rodeó su cuerpo contra el de su amante y pupilo, lo recostó sobre su torso y rogó a los espíritus. Un murmullo concedido, el tono de su voz disipó la tragedia y se encontró con la calma.

-Harás que muera, harás que caiga, y aún así no importa.

Los fríos labios del Senador y Maestro cayeron sobre la frente sudorosa del muchacho. Tantos milenios, casi nueve, rugiendo como un lobo en la nieve y ahora cayendo en la demencia como un felino hambriento.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt