Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 21 de diciembre de 2012

El pianista




Liita posee un par de pianos, sabe tocarlo, y uno de ellos se llama Lestat. Estuve presente cuando Lestat llegó a su vida y lo feliz que era con este piano. A ella le gustan las historias sobre música, historias agradables o trágicas, pero sé que la música siempre va con ella. 


El pianista


La melodía lejana de un piano hacía que la lluvia se escuchara más salvaje, la dulzura del ayer caía sobre un presente temible. El último pétalo de la rosa caía bailoteando en el aire hasta caer sobre las manos frágiles del pianista. Sus ojos ávidos de esperanza dejaron caer sus párpados hacia una sensación injusta de dolor en su quebradizo corazón. La melodía no paró, como si fuera el murmullo del discurrir de sus pensamientos. Malas críticas para sus obras más geniales y genuinas, donde había mostrado su alma y dejado sin piel ni huesos su cuerpo.

Por cada tecla una lágrima, por cada partitura un sueño roto, y por cada no un paso hacia la tumba. Sin embargo, él se había empeñado en tocar su última pieza. Tenía ya treinta años, una salud pésima y su frágil corazón pendía de un hilo. Se agitó al escuchar los pasos por el pasillo, incluso creyó ver la sonrisa dulce de la mujer que más amo intentando reconfortarlo. Pero tan sólo era la cortina moviéndose enrabietada.

Después de terminar de tocar sintió su aroma. Se levantó corriendo hacia su cuarto pero allí no había nada, sólo cajas apiladas esperando ser llevadas a beneficencia. Cayó de rodillas llorando hasta que se llevó una mano al pecho. No pudo soportarlo más y murió en soledad, con los recuerdos.

Años más tarde otras manos tocaban la pieza que tituló “Canción de cuna para un ángel”, la melodía que él tocó el día de su muerte en honor a la mujer que más amó, su hija de cinco años fallecida por una larga enfermedad difícil de superar por él y por su esposa. Entre el público los ojos café de una mujer delgada se llenaban de lágrimas, podía ver en el escenario al pianista bailando con su pequeña.

La niña vestía de azul como en el día de su quinto y último cumpleaños, estaba subida sobre los pies de su padre y ambos sonreían. Al fin se habían vuelto a encontrar en un día que también llovía con furia, quizás el clima tan sólo estaba intentando lavar con caricias el rostro de una madre compungida.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt