Conozco a Nami desde hace mucho tiempo, el mismo que conozco a Andruw, si bien con ella perdí el contacto aunque ahora parece que estamos recuperándolo gracias al rol de mi foro conjunto Beyond Hell.
Lugh es el hijo de Caim y Leviathan, dos demonios poderosos. Caim es un Rey y Leviathan el Guardián de unas rocas místicas muy valiosas para Hell-X. Lugh es un chiquillo muy despierto y con inquietudes propias, así como celos y caprichos que siempre son consentidos por su madre, Leviathan. He aquí una escena familiar.
El pequeño diablillo.
Sus mejillas estaban infladas creando
la ilusión de tener llenos sus carrillos de alimentos o dulces, pero
sólo era aire, sus labios rosados y sus cejas doradas fruncidas en
una mueca decididamente desaprobatoria. Tenía sus brazos cruzados
sobre su pequeño pecho y la chaquetilla de pana burdeos con mangas
negras parecía arrugada, sus pantalones parecían algo más cortos
del largo común porque crecía por momentos y sus zapatos eran
mocasines similares a los de su padre. Intentaba por todos los medios
el pintor dejar constancia de su belleza infantil en un cuadro, el
cual estaría junto al de su padre.
-Por favor joven, debe poner un gesto
más relajado y apropiado.
La voz del pintor era amable y muy
dulce, casi como la voz de su madre. Sin embargo, él seguía molesto
desde que sus padres habían tomado la extraña idea que tener un
hermano sería lo mejor. No quería hermanos, deseaba ser únicamente
él y que tomaran sus caprichos como grandes órdenes. Ni su padre ni
su madre se compartía, sobre todo su madre. Ella estaba cada vez más
torpe con aquel bulto extraño de su vientre y desconocía porque
siempre estaba feliz. Su padre seguía exigiéndole demasiado, a
penas media medio metro y ya deseaba que fuera todo un guerrero con
grandes modales.
-¡No!
Su pie derecho golpeó contra la losa
haciendo un leve estruendo.
-¿Qué ocurre aquí?
La voz del Rey del centro del planeta
Hell-X, también llamado Infierno vulgarmente por los humanos, no
inmutó a su hijo que seguía en la misma postura.
-Su hijo no desea colaborar.
-¡Lugh! Coloca bien ese pelo, cambia
ese gesto y posa como desea el pintor.
Caim ordenaba a su hijo como si fuera
uno de sus hombres, para nada una criatura que aún se aburría
enormemente frente a un lienzo y no comprendía qué era lo práctico
de aquello. Olvidaba por momentos que era el sucesor al trono, un
príncipe, y tan sólo deseaba agarrar su oso de peluche, su
tirachinas y una bolsa de galletas recién hecha para poder hacer
travesuras típicas de niños.
-¿Qué harás si no lo hago?
Replicó intentando ganar la jugada
siguiendo en sus trece.
-No habrá juegos con tu madre.
De inmediato se movió el pequeño
quedando en una pose agradable, pero seria, como lucía su padre en
su propio retrato en la sala del trono.
Caim vería pronto a su hijo crecer y
convertirse en un hombre fuerte, digno, de honor y que odiaba
profundamente cada célula que era su padre. La división entre ambos
crecería y se convertiría en dos océanos. La pequeña Katya, que
aún no había nacido, se convertiría entonces en el pequeño punto
débil de Caim, su hija favorita de entre todas. Mientras tanto,
Leviathan seguiría molesto por muchos motivos muy razonables. ¿Quién
dijo que ser padre era fácil? ¿O que ser demonio implicaba una vida
díscola y poco formal? El Rey del Corazón de Hell-X aprendió una
valiosa lección.
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