Esa mirada, la que tú me lanzas.
Esa que tiene fuego verde lleno de rabia.
La mirada de furia de un animal herido,
la de un amante harto y la de un silencioso testigo.
Esa que me recorre con un escalofrío,
la misma que me condena con veneno
y que se alista a las filas de palabras hirientes.
La mirada del vampiro, no la del amante.
Esa mirada que me doblega,
la mirada de un borrego que se lanza al lobo
y busca sus fauces para hacerse la víctima.
La mirada que tú posees, esa que me regalas.
Esa mirada, esa y no otra.
La mirada del hombre, la del niño y el anciano.
Tus pupilas verdes como olivas
y tan ácida como la fruta que aún no es madura.
Lágrimas de condena, furia exacerbada
y silencio en tus labios que se fruncen
para luego vomitar la rabia que tanto presumes.
Y yo, ante ti desarmado, espero el castigo.
Esa mirada... que me deja sin nada.
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